Todos recordamos dónde nos encontrábamos cuando ocurrió un evento importante en nuestras vidas. Qué estábamos haciendo cuando nos enteramos del atentado en las Torres Gemelas. Con quién vimos el gol de Iniesta en la final del mundial de Suráfrica. Los aficionados bengalíes para siempre recordaremos el instante en que supimos el despido de Marvin Lewis.
Puede parecer exagerado, pero no lo es. Este movimiento aúna la transcendencia en la historia de la entidad con el deseo mayoritario de sus seguidores. Marvin Lewis era tan sólo el 9º entrenador en los 51 años de historia de la franquicia. Tras 16 años desde su contratación, muchos fanáticos atigrados sólo le han conocido a él como entrenador. Por supuesto, tan prolongada estancia le ha permitido acumular múltiples records. Es el entrenador afroamericano que más tiempo ha permanecido al frente de un equipo profesional. Su marca como head-coach es la más victoriosa del club: un balance de 131-122-3 en 256 partidos de temporada regular.
Sin embargo, lo que sin duda le ha condenado es su ridículo 0 de 7 en playoffs. No se le podrá discutir su capacidad para aglutinar talento en el equipo, pero su techo estaba bien definido. Tan sólo el propietario se cegaba ante la realidad que los aficionados llevamos años reclamando, ofreciéndole renovación tras renovación. El tiempo de Lewis como entrenador en la NFL actual estaba más que caducado. Sus últimas campañas dirigiendo el equipo han sido tiempo desperdiciado, para desesperación de los seguidores bengalíes. No obstante, tampoco sería justo redactar su necrológica deportiva sin poner en perspectiva toda su trayectoria en la entidad.
Lewis recibe una franquicia en ruinas
Decir que en 2003, cuando Lewis llega a Cincinnati, los Bengals eran una franquicia de chiste es ser incluso demasiado generoso. El equipo prácticamente no existía para la liga. Desde 1991, año en que Mike Brown se convierte en propietario a la muerte de su padre, el balance del equipo había sido un calamitoso 71-137. En esta década maldita, empiezan a ser conocidos como “los bungles” (chapuceros). En este entorno aterriza Marvin Lewis, un exitoso coordinador defensivo de 44 años, cuyo trabajo al frente de la legendaria defensa de Ravens de 2000 le convertía en cotizado aspirante a head-coach para varios equipos.
Lewis tomó la arcaica franquicia dejada en herencia por Paul Brown y la introdujo en el siglo XXI. Cambió hábitos de entrenamiento. Modificó la nutrición de los jugadores. Elevó sus niveles de competencia y confianza. Trajo realmente el profesionalismo al equipo de Cincinnati. No le tembló el pulso para traspasar a un disgustado Corey Dillon, por entonces el único jugador brillante del equipo, y poner en su lugar al RB suplente Rudi Johnson. Pese a sonados fiascos anteriores, no dudó en seleccionar al QB Carson Palmer con su primer pick del draft, y aguantó la presión para no convertirle en titular hasta el año siguiente, cuando consideró que estaba en condiciones de rendir al nivel esperado
Sus métodos dieron resultado, y al tercer año, logró hacer a Bengals campeones de división. Aquel equipo comandado por Palmer, con el tridente de receptores Chad Johnson, Houshmandzadeh y Chris Henry, y una defensa muy oportunista liderada por los CBs Tory James y Deltha O’Neal, pintaba como favorito para avanzar en postemporada. Sin embargo, en lo que sería una constante en su carrera, el mal fario se cebó en su quarterback, lesionado apenas iniciada la eliminatoria de wildcard frente a Steelers.
Auge y declive de su primera reconstrucción
Aquella generación todavía regaló buenos años a los aficionados. Tras unas temporadas de infortunios y lesiones, en 2009 volverían a playoffs, barriendo a su paso en la división. No sólo eso, Lewis también conseguía el título al mejor entrenador del año. No obstante, de nuevo fueron eliminados inesperadamente en playoffs.
Al año siguiente, el propietario apuesta por echar toda la carne en el asador. En un dispendio impensable, se hace con los servicios de los WR Antonio Bryant y Terrell Owens. Sin embargo, el experimento termina como el rosario de la aurora. El equipo fue un circo toda la campaña. Al finalizar, Palmer anuncia que antes prefiere retirarse que jugar un partido más con Cincinnati. El equipo se le empieza a ir claramente de las manos a Lewis. Se escuchan las primeras voces pidiendo su dimisión.
Esta etapa estuvo indeleblemente marcada por la conflictividad extradeportiva. En el breve espacio de año y medio, hasta una docena de jugadores pisarían las comisarias del país. En un controvertido intento de conseguir competitividad, los Bengals no tuvieron inconveniente en hacerse con los servicios de jugadores problemáticos. Cedric Benson, Pacman Jones, el citado Henry… desafíos arriesgados que no siempre rindieron el resultado apetecido.
Segunda reconstrucción
Con una discutida renovación bajo el brazo, Lewis hace limpieza en el vestuario. Las vacas sagradas (Palmer, Ochocinco, Joseph,…) dejan el equipo. También se abandona la política de fichar jugadores conflictivos, que tan mala fama había traído a la franquicia. De la marginal United Football League, Lewis se trae a Jay Gruden, hermano del popular Jon, para ser el coordinador ofensivo que modernice un ataque obsoleto. En el draft acierta reclutando a Green y Dalton, jugadores que serán clave para la nueva etapa.
Los resultados no se hacen esperar. Contra todo pronóstico, ese mismo año 2011, Cincinnati se cuela en wildcard, siendo eliminados en Houston. El germen de una reconstrucción en tiempo record empieza a crecer. Una línea ofensiva con Whitworth (LT) y Zeitler (RG) en plenitud, una tripleta de receptores top (Green-Sanu-Marvin Jones), una defensa aguerrida (Dunlap, Atkins, Burfict, Hall, Nelson)… La mejor generación que hemos conocido los seguidores atigrados, con cinco presencias consecutivas en postemporada que lo corroboran.
El punto álgido de este conjunto se alcanza en 2015, ya con Hue Jackson como coordinador ofensivo. Tras un arranque espectacular, el equipo vuelve a ganar la división y se postula como uno de los favoritos de la conferencia. Sin embargo, nuevamente el infortunio obliga a Lewis a jugarse los playoffs con su QB reserva. Aquel lluvioso wildcard de 2015 contra Steelers quedará marcado para siempre en la leyenda negra del club.
Fin de ciclo
La séptima derrota en el primer partido de postemporada certifica el techo de Lewis. Su reiterado fracaso para avanzar en playoffs, pese a disponer de la mejor plantilla en la historia bengalí, motivo de burla. La forma de caer derrotados, por la indisciplina de los jugadores, el ejemplo de su pésima gestión. Carente del ingenio para el football que caracteriza a otros longevos entrenadores de este deporte, su mérito se limita al buen ojo reclutando talento, tanto en jugadores como en coordinadores en quienes delega la responsabilidad técnica.
Aquella aciaga noche debió haber supuesto también el final de la etapa de Lewis como entrenador bengalí. Sin embargo, el miedo a lo desconocido del propietario prolongó su agonía. Sus actos de beneficencia aún le otorgan el favor de los ciudadanos de Cincinnati. Pero la chispa se había esfumado. Ya no se acierta en el draft, y esto lastra las opciones del equipo. Los coordinadores ya no son reputados genios de fuera, sino mediocres promocionados interinamente.
Las miserias de Lewis se muestran en toda su crudeza estos tres últimos inútiles años de amargura. Un equipo sin alma, falto de talento y escaso de preparación. Sin magia, sin innovaciones tácticas, tirando únicamente de la incuestionable calidad técnica que atesoran sus líderes sobre el césped. Incapaz de controlar a Burfict, de mejorar a Dalton o hacerse respetar por la liga. Contando únicamente con el apoyo incondicional del propietario, hasta que éste también ha debido decir basta.
Pero no ha sido el pésimo juego desarrollado, ni arrastrarse por los sótanos de las clasificaciones ofensivas y defensivas. Han sido las gradas semivacías del Paul Brown Stadium quienes por fin han obrado el milagro de desprendernos de Lewis. A esta alturas, más un lastre que el motor que precisa la franquicia para despegar.
Hasta siempre Lewis
Como en aquel lejano 2003, Cincinnati necesita un cambio de rumbo. La llegada de un nuevo director que dirija la interpretación de una orquesta no exenta de talento (Mixon, Boyd, Bates…). Lewis no puede ser ya esa persona, ni tampoco nadie de su entorno. Hay que abrir las ventanas para que entre aire fresco y vuelva a colocar al equipo en disposición de romper la dolorosa racha de 28 años sin ganar en playoffs.
No tengo dudas de que algún día, Lewis será un magnífico General Manager. Pero su tiempo como entrenador, al menos en Cincinnati, está finiquitado. Su despido era necesario, aunque llega tarde. Lewis hizo mucho por esta franquicia, pero hacía tiempo que esta relación no daba para más. Hasta siempre Marvin Roland Lewis. Que tanta paz lleves, como descanso dejas.