Allen, Schneider y Carroll: el triunvirato del éxito en Seattle

Allen, Caroll y Schneider (de izquierda a derecha) celebrando la SuperBowl del 2014
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Hacer funcionar a un equipo de la NFL es complicado. Muy complicado. Las exigencias tanto a nivel deportivo como de gestión son extremas. Y cada vez más. La franquicia ha de funcionar  y dar resultados no sólo en el terreno de juego sino a nivel económico, de imagen pública y de impacto social. El engranaje ha de ser capaz de que todas sus piezas vayan realizando su tarea en la misma dirección. La dirección del éxito global. El entramado de profesionales que forman una franquicia NFL es, por lo general, voluminoso y con numerosos estratos y jerarquías. Sin embargo existe una columna vertebral sobre la que reposa el éxito o fracaso del proyecto. Está formada por tres figuras básicas: el propietario (el dueño de todo), el director general o general manager (el que ficha a los jugadores) y el entrenador (el que dirige a los jugadores sobre el terreno de juego). Son tres figuras que han ser capaces de trabajar con eficiencia a nivel individual pero cuya compenetración y capacidad de trabajar en equipo es vital. Cada uno a lo suyo pero trabajando, y dejando trabajar, por el bien común. Conociendo cada uno se parcela pero sabiendo que las demás también son importantes. En los Seattle Seahawks esa columna vertebral está formada por Paul Allen, John Schneider y Pete Carroll. Estos tres profesionales, cada uno en su faceta pero en una perfecta armonía, han sido capaces, con el paso de los años, de colocar a la franquicia del estado de Washington en el pelotón de cabeza de la NFL.

Paul Allen (Seattle, 1953) es el propietario del equipo y cofundador de Microsoft junto con Bill Gates. Obligado a dejar la compañía en 1983 por enfermedad, se reincorporó  en 1990 con un cargo en la cúpula directiva. En esos momentos Bill Gates era el máximo mandatario y la persona más rica del mundo. En el año 2000, Allen decidió abandonar de forma definitiva la compañía, vendiendo una buena parte de las acciones pero quedándose con otra mucho mayor, la cual constituye un volumen importante de su fortuna actual que le convierte en el propietario más rico de la NFL y ocupando la posición 21 en la lista Forbes del 2016.

Allen es un apasionado de los deportes. En 1988 adquirió los Portland Trail Blazers de la NBA por 70 millones de dólares y en 1996 hizo lo mismo con los Seattle Seahawks por un total de 200 millones de dólares. Ken Behring, el por aquel entonces dueño, había establecido el centro de operaciones de la franquicia en Anaheim (California) y en breves se planeaba la recolocación total del equipo en el sur de California. Este intento de movimiento de la franquicia fue muy criticado en Seattle. La compra por parte de Allen, un hombre de la casa, fue más que bienvenida. Herman Sarkowsky, un antiguo socio minoritario, declaró al diario Seattle Times que “dudo que alguien de la comunidad hubiera hecho lo que hizo Allen”. El equipo en esos momentos estaba al borde de la bancarrota. Allen adquirió una franquicia totalmente inviable económicamente, la saneó y la convirtió en un producto rentable y generador de dividendos. A nivel de rentabilidad económica, la franquicia se valoró en 1.300 millones de dólares  en el año 2014 según Forbes. Actualmente Allen también es copropietario de los Seattle Sounders de la MLS y participa en numerosos proyectos tecnológicos, científicos, educativos, de conservación de la naturaleza y de soporte a la comunidad.

Para entender el modelo de gestión deportiva de Allen, podríamos utilizar lo que Robert Bolan (profesor de gestión deportiva de la Universidad de Nueva York) dijo sobre él: “Allen representa al modelo de propietario moderno, un tipo inteligente y de una alta cualificación que disfruta estando en la sombra”. Y es que, el saber delegar y el no ser intervencionista a nivel de decisiones deportivas es lo que caracteriza al propietario de los Seahawks. Él dirige el barco a nivel de  gestión empresarial pero deja las decisiones deportivas a Schneider y Carroll. Aunque parezca algo de “cajón”,  este modelo no se da mucho en la NFL donde todos conocemos a más de un propietario con afán de entrenador y de director general. El propio Allen ha declarado en alguna ocasión que “en los Blazers estoy algo más involucrado en ciertas decisiones que afectan a la vertiente deportiva ya que conozco el mundillo del baloncesto. En el futbol, no. Es demasiado especializado “. Es decir, zapatero a tus zapatos. Sin embargo, esta forma de actuar no significa que se desentienda del equipo ni que sólo lo vea como “otra empresa más”. Para nada. Allen asiste a los partidos y entrenamientos y le gusta entrar en el vestuario y en ocasiones estar en la banda. Pero lo hace siempre en un segundo plano y sin pretensiones de presionar, sino para que sus jugadores y su staff técnico sepan que le importa lo que hacen. Le gusta estar con ellos. Con Carroll habla antes de todos los partidos. El entrenador  sólo tiene buenas palabras para él: “Paul nos apoya en todo y nos allana el camino para que podamos hacer nuestro trabajo. Él es parte de todo nuestro éxito, ha sido vital para la construcción de este equipo y le estamos altamente agradecidos.” Max Unger, antiguo center del equipo, declaró que “es un propietario que permite a la gente hacer su trabajo”. Rusell Okung, actual jugador de los Denver Broncos, incluso ha comentado que Allen contesta a preguntas que los jugadores le hacen en relación a inversiones y negocios y que les aconseja al respecto si éstos se lo piden. Allen es el dueño, pero también un gran aficionado del equipo. Como dice Carroll, “no todo el mundo lo sabe, pero Paul es un gran fan, adora el football”. En definitiva, Allen es otro 12th man.

Allen es un tipo admirado por sus jugadores. www.seahawks.com

A nivel deportivo, Schneider y Caroll son los que parten el bacalao. Es imposible entender el proyecto y los éxitos conseguidos en los últimos años sin pensar en ellos. Son los “culpables” a partes iguales. Aterrizaron en Seattle al mismo tiempo, en el año 2010, con el fin de dar un giro a la deriva deportiva en la que la plantilla había caído desde su derrota en la SuperBowl del 2005.  Desde entonces han conformado una sociedad indivisible capaz de formar una plantilla sólida y con un gen competitivo  como pocos

Johan Schneider (Wisconsin, 1971) llegó a Seattle desde Green Bay   donde había ocupado un puesto directivo en los Packers. Aunque venía sin experiencia previa como general manager, llegó con las ideas claras. Había que renovar de arriba abajo la plantilla. Y lo hizo. Vaya que sí. De hecho, en la plantilla que se proclamó vencedora de la SuperBowl cuatro años más tarde, sólo había cuatro jugadores previos a la llegada de Schneider (Unger, Byan, Mebane y Ryan). Actualmente, Jon Ryan (punter)  es el único “superviviente”. Está claro, estos Seahawks son “made in Schneider”. Marca registrada.

La filosofía de construcción de la plantilla se basa en el draft. Es la base de todo. Se apuesta por reclutar talento más bien underadar e ir desarrollándolo y madurándolo poco a poco. Se le da mucha importancia (en ciertas ocasiones demasiada) a las condiciones físicas del jugador en relación a su posición en el terreno de juego. Schneider es de los que prefiere moverse en rondas medias/bajas. Le gusta acumular elecciones en ese rango. Durante los últimos años han sido constantes sus tradedowns desde la primera ronda. Suyas son adquisiciones como Sherman, Chancellor, KJ Wright, por ejemplo. Todos ellos son jugadores que en su momento no parecían nada del otro mundo y ahora mismo son top en sus respetivas posiciones. El ejemplo quizás más claro de esta política fue la adquisición del Rusell Wilson en el draft del 2012. Su elección en tercera ronda fue una apuesta personal de Schneider, el cual incluso tuvo que convencer a Carroll. Wilson era un quarterback que presentaba muchas dudas en cuanto a su encaje en la NFL y que había pasado por dos universidades. Los analistas daban poco por él. Schneider no lo dudó y Wilson ha demostrado, prácticamente desde el primer día,  que el riesgo mereció la pena. El éxito de esta política ha hecho que, con el paso de los años, los jugadores se revaloren exponencialmente, lo cual tiene claras implicaciones en las renovaciones y en el espacio salarial. Ahí se han tenido que hacer sacrificios y aplicar políticas que a veces no acaban de ser bienvenidas. A pesar de ello a Schneider no le ha temblado el pulso. En la agencia libre, por otro lado, la política es similar. No se adquieren jugadores con un gran caché y que impliquen fuertes repercusiones en el espacio salarial. Se intenta fichar jugadores que tengan cierta experiencia pero que no hayan acabado de explotar en sus equipos con el objetivo de que sí lo hagan en los Seahawks. Michael Bennet, Cliff Abril y Marshawn Lynch son los ejemplos perfectos de ello.

Pete Carroll (San Francisco, 1951) es el último eslabón de la cadena. Es, junto con su staff técnico, el responsable de hacer jugar a la plantilla. A pesar de su anterior fracaso como head coach en Jets y Patriots , Caroll venía con un gran curriculum como entrenador en college tras sus nueve temporadas en USC. En sus siete años en Seattle, ha conseguido meter al equipo en playoff en seis temporadas, llegar a la SuperBowl en dos ocasiones y conseguir proclamarse campeón en 2014. A sus 65 años es el entrenador de más edad actualmente en la NFL y uno de los tres que ha conseguido un título nacional en college y una Superbowl. Entrenador de principios, ha conseguido trasladar su espíritu competitivo a la plantilla. Su carácter y su actitud contagian a sus jugadores. Ha desarrollado una plantilla con una entidad propia basada en la autoconfianza, la perseverancia en el trabajo y la unión.

Las renovaciones de Carroll y Schneider hasta 2019 y 2021 respectivamente, hacen que el juguete roto que recogió Allen hace veinte años siga funcionando y tenga visos de poder seguir dando triunfos. O eso es lo que se espera en Seattle.

Schneider y Caroll charlando antes de un partido
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GO HAWKS!!!

Pablo Miralles (@seattlefspain)