Cinco apuntes antes de finales de conferencia

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¿Cuál es el mejor equipo de la NFL?

Es la pregunta primigenia y recurrente que nos hacemos durante toda la temporada. Cuando opinamos sobre un partido, una unidad o un jugador estamos haciendo esta pregunta, aún de forma indirecta. Horas y horas de podcast, vídeos y conversaciones para acercarnos lo máximo posible a la verdad, a la teoría universal que tanto anhela la física. Chocamos con la dura realidad: no lo sabemos. Ni lo sabremos jamás. La realidad, la verdad absoluta, no es alcanzable. Porque, entrando incluso en un terreno metáfisico, es probable que ni exista.

Partiendo de esta base, solo nos queda aproximarnos a la respuesta. Nada nuevo, es lo que lleva haciendo la humanidad en toda su historia. Acercarnos a la verdad de una forma más o menos precisa. La propia competición de la NFL es una aproximación. ¿Cómo podemos saber cuál es el mejor equipo? Que jueguen entre ellos y el que llegue vivo al final es el mejor. ¿Todos los campeones han sido el mejor equipo? No, pero hemos llegado a un cierto consenso, más o menos consciente, donde coronamos al campeón de la Super Bowl como el mejor equipo de cada año. Esta es, probablemente, la mejor respuesta a la pregunta inicial. Aunque, recordemos, es una aproximación.

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Aún no tenemos campeón. Y entramos en un terreno pantanoso. Queremos acercarnos a la respuesta y nuestras herramientas son limitadas. Pero algo tenemos. La primera herramienta, la más común, son nuestros ojos. Ver fútbol, el «eye test». Nuestro sentido más desarrollado (si hay algún médico o biólogo en la sala y he dicho una burrada, que me corrija) o al menos del que nos fiamos más. Es una poderosa herramienta, pero llena de trampas que hacen que nos quedemos con la información que más nos interesa, aquella que es más reciente o la que refuerce nuestras ideas. Nuestro cerebro toma atajos para ahorrar energía, y crea un campo de minas llena de sesgos cognitivos. Hay que seguir confiando y apostando por nuestros ojos sin olvidar estas trampas que nos pueden desviar de nuestro objetivo.

¿Cómo podemos eliminar estos sesgos? ¿Cómo ser más objetivo? Los sesgos son superables, solo hemos de hacer un sobre esfuerzo, pasando a ser más analíticos. Si en una primera visión nuestros ojos y cerebro nos «traicionan», podemos repasar o revisar lo que hemos visto. Una, dos y hasta cien veces. Esta aproximación nos aporta objetividad y un conocimiento adquirido a la hora de identificar, clasificar y valorar lo que estamos viendo; es el análisis de vídeo o el «film room».

En equipo es mejor

A Profootball Focus se le ocurrió otra aproximación ¿Y si son muchos ojos que analizan las jugadas bajo un rango de puntaciones? Varios ojos mirando jugadas y evaluándolas en función de una rúbrica. Y ojos que revisan lo que otros ojos han visto y valorado. Un sistema en forma de red para eliminar subjetividades. Aún así, en el propio diseño de la rúbrica hay sesgos. No es un sistema perfecto, sí otra aproximación.

Hay más caminos, como el de la estadísticas. «Vamos a medir cosas». Cuantas yardas corre un jugador, cuantos pases de TD, cuantos sacks ha provocado un defensa. Vamos a inventar una stat compleja que mida la eficiencia (sí, hablo del EPA) o cuantos pases por encima de lo esperado ha hecho. Medidas, medidas y medidas. Medidas que somos incapaces de calcular con el ojo humano sin sesgarlos. Es más, nuestro cerebro es bastante malo procesando grandes cantidades de información. Pequeñas fotografías que juntas, confíamos, nos den una foto de la realidad. Como ya suponéis, tampoco se consigue. Pero es otra aproximación.

Tenemos una pregunta, una respuesta imposible de saber y cuatro aproximaciones (y más en las que no entraremos). ¿Con cuál de ellas nos quedamos? ¿Cuál elegimos para acercarnos a la verdad? Esta es la elección que cada analista y aficionado hace. Ahora, hay algo que sí sabemos: el cerebro humano es muy bueno relacionando conceptos, por lo que, rechazar u oponerse a una de estas aproximaciones es limitar tu aproximación a la verdad. Como sabéis, me especializo en una de estas aproximaciones (no se puede abarcar todo) y al contrario de lo que varios puedan pensar, me sigo quedando, por igual, con lo que las cuatro me dan.

San Francisco 49ers es una apisonadora

Lo vieron nuestros ojos, lo puedes ver repitiendo el partido una y otra vez, lo dice PFF y lo apuntalan las estadísticas avanzadas: San Francisco 49ers es el equipo a batir. Una puntuación global de 86.5 (PFF), un ataque dominante con una gran capacidad de bloqueo (86.0 PFF), con Kittle y Jusczcyk paseando a quien se ponga delante, incluso si ese alguien es Everson Griffen. Una defensa poderosa que limitó Minnesota a un 26% de jugadas positivas, dejando a Kirk Cousins con un -0.42 EPA/dropback y a Dalvin Cook con un -0.55 EPA/rush. Me cuesta ver quién puede frenar a este equipo cuasi perfecto, destacando en todas (absolutamente todas) sus líneas.

No digas Mahomes, di Showtime

A Patrick Mahomes le gusta remontar. Su eficiencia crece exponencialmente cuando la probabilidad de ganar de Kansas City Chiefs es más baja, sobretodo si está por debajo del 20%.

Una actuación estelar y un 89.9 según PFF (y un 91.5 de QBR de ESPN, la 20ª mejor puntuación de un QB en un partido de Playoffs desde 2006). Se da un caso curioso, su CPOE, o pases completados por encima de lo esperado (+/- para Next Gen Stats) fue negativo (-5.5%). Esto, que a priori puede parecer un mal dato, es reflejo de la genialidad de Andy Reid en sus esquemas, dejando a sus receptores completamente abiertos una y otra vez.

Derrick Henry, la carrera y su importancia

Tennesse Titans es la sorpresa de la temporada. ¿Por qué son un mal equipo y están en la final de conferencia? No, porque son un gran equipo que nuestros sesgos han infravalorado. La sorpresa es una cuestión de expectativa. En el deporte, y en la vida, la alegría y la decepción la mide la expectativa previa, y expectativas y realidad no tienen porqué, ni suelen, coincidir.

Los Titans han ganado por muchos motivos. De todas sus virtudes, la carrera, con Derrick Henry a la cabeza (pero sin olvidar a la OL, la gran culpable de cualquier buen juego de carrera) parece que destacado por encima del resto (74.8 según PFF contra Baltimore Ravens). Esto nos devuelve al eterno debate sobre su importancia. No es menester de este artículo entrar aquí, ya me he alargado suficiente en el primer punto, solo lanzar un pequeño razonamiento: el pase es la forma más eficiente de anotar, pero eso no significa que no se pueda ganar con la carrera. Es más, la carrera es esencial para quemar reloj (lo que hizo Henry), controlar posesión, yardajes cortos y cerca de la End Zone. Sí, es importante correr. Pero es mucho más difícil ganar solo corriendo. Sobre el tema de muestras representativas, outliers (valores extremos) y los playoffs como anomalía estadística, hablaremos otro día.

¿Quiénes son estos Packers?

Tanto en el eye test, en su revisión, con los valores de PFF (9º mejor equipo en en PFF con un 88.5) o estadísticas avanzadas, Green Bay Packers parecía tener mucho mejor récord del que merecían. Ya podías coger EPA, DVOA de Football Outsiders, puntos anotados y encajados con una aproximación pitagórica que el resultado era el mismo: su récord no es real.

Pero esto es un deporte con solo 20 partidos como máximo, donde, recordamos, la propia competición es una aproximación a la pregunta de «¿Cuál es el mejor equipo?» y su respuesta no tiene porqué ser la correcta. Después del partido de divisionales, la opinión generalizada es que estos Packers son un señor equipo. Y estoy de acuerdo. Además, esta vez sí, las estadísticas acompañaron: 0.42 EPA/dropback con un 64% de conversiones en 3ers down. Un valor en el pase de 91.2 según PFF. Y sí, vimos a un gran Rodgers, como no hemos visto en tiempo. Este equipo funciona, y seguramente toca señalar a la banda, Matt LaFleur es un gran entrenador. Lo demuestra la única estadística válida con HC’s: su récord.
Porque al final, por más palabras y palabras con las que llenemos artículos, podcast, videos y tertulias, por más aproximaciones a la verdad, en la NFL sí hay una cosa real: El Vince Lombardi.
El resto, se lo lleva el viento.