Cuento de «Dolphindad»

                                                                                                        24 Diciembre 03:45 am

Miami

Despierta en mitad de la noche. El gélido temporal que azota la ciudad puede sentirse en la soledad de su habitación. A través del enorme ventanal, observa la espesa nieve que cubre los tejados de la ciudad. El color blanquecino refulge en la densa oscuridad y le hace recordar que odia profundamente esta época del año. Stephen Ross hace mucho tiempo que dejó de creer en la magia navideña. Con el éxito profesional cosechado a lo largo de su vida se embriagó de avaricia y deseos de grandeza asociados, irremediablemente para él, al color verde de los dólares. Para el propietario de los Miami Dolphins y de la prestigiosa compañía «The Related» nunca es suficiente. Cuento Cuento Cuento Cuento Cuento Cuento Cuento Cuento Cuento Cuento Cuento Cuento Cuento Cuento Cuento Cuento Cuento Cuento 

Se coloca las zapatillas para resguardar sus delicados pies del frío que desprende el suelo de mármol siciliano de su dormitorio y, en penumbra, recorre la lujosa mansión llamada “the Reef” en la que habita. Necesita beber algo, nota una extraña sequedad en la garganta. Camina pensando en su proyecto deportivo. Es propietario de un equipo de fútbol americano que vive estancado en el pasado. Ha renovado un estadio que no consigue llenar los días de partido. Los ingresos no son los que esperaba y el ansiado anillo de campeón se antoja un objetivo lejano. Piensa, en este solitario paseo nocturno de nochebuena, que necesita dar un golpe sobre la mesa….

Deambula absorto en dichos pensamientos cuándo, de pronto, un destello procedente del salón lo deslumbra. Sus músculos se paralizan, se contraen involuntariamente dotando a su facies de una expresión de terror visceral. Se asoma tembloroso a la estancia, la imponente lámpara de araña de estilo gótico creada por Giulio Salviati, que consiguió en un viaje a Europa, aparece cristalina en su campo de visión nocturno. Sus lujosos y modélicos cristales no son, sin embargo, el objeto más brillante de la sala. De pie en la alfombra persa de lana, identifica una figura espectral rodeada por una halo luminiscente. A pesar de lo etéreo de la imagen,  reconoce inmediatamente ese pelo castaño rizado, el ceño fruncido tan característico y la camiseta con el número ochenta y cinco que porta el “intruso”. Ross tiene que pestañear varias veces y se pellizca para comprobar si lo que está viviendo es real o un sueño. La otra opción a considerar lo aterra todavía más, no ha podido volverse loco, aunque nadie se creería que está viendo en su salón a Nick Buoniconti.

Nick Buoniconti / nbcsports.com
    • Hola Stephen, espero no haberte asustado – dice la imagen del linebacker.
    • ¿Eres tú? -cuestiona tembloroso el presidente de los Dolphins.
    • Sino me falla la memoria, cosa que es posible, soy quien tú crees.
    • Esto no puede ser cierto, qué clase de broma de mal gusto es esta- contesta un incrédulo Ross.
    • ¿Te acuerdas de mí?- cómo no teníamos nombre me parece irónico que sigamos presentes en la memoria de la gente- replica Buoniconti.
    • Hombre Nick, es imposible olvidaros, las cosas se recuerdan por la grandeza de sus hazañas y no por el nombre que se les otorga, llevo años intentando replicar una defensa como aquella con los actuales Miami Dolphins- confiesa un sincero Ross.
    • Por eso he acudido en mitad de la noche, porque tengo un consejo que darte….
    • ¿Cuál? – pregunta con incertidumbre el dueño de la franquicia 
  • No pierdas la cabeza por tus sueños ……

Tras pronunciar estas palabras la imagen de Nick se evapora sumiendo la estancia en la oscuridad y quietud más absoluta. Ross queda con la boca entreabierta pues la réplica que iba a dar queda ahogada en el silencio de la noche. Su mente es un hervidero de ideas que no sabe procesar. Decide reanudar su camino a la cocina, el picor faríngeo se ha intensificado tras el encuentro con el espectro y necesita apaciguar la sed. Antes de entrar, decide pulsar el interruptor, no quiere más sobresaltos nocturnos y los focos del techo bañan con su cálida luz la majestuosa habitación con muebles vintage de estilo parisino. Coge un vaso de cristal, abre la nevera y lo llena de agua fría para intentar calmar sus molestias bucales .

Se gira con cuidado mientras el agua resbala por su garganta y al encontrarse de frente con otro “viejo conocido”, el vaso resbala de su mano haciéndose añicos en el suelo y produciendo un estruendo que rompe la calma del momento.

Mercury Morris / snnnews.com
    • ¡Casi me matas, otra vez, del susto! – dice el fantasma de tez morena y pelo afroamericano situado frente a Sthepen.
    • ¿Morris? – pregunta Ross al reconocer al ex corredor de los Miami Dolphins.
    • Mercury para los amigos, señor Ross .
    • Queréis volverme loco, primero Nick y ahora tú…
    • Siento decirle que no hace falta mucho para eso, Stephen.
    • Y, ¿Puedo saber a qué debo el honor de su visita? – inquiere Ross a su “invitado”.
    • Bien sabrá usted, que mi especialidad son los retornos, así que he “regresado” del más allá para darle un aviso.
    • Soy todo oídos- dice Ross, que empieza a notar en sus pies la humedad del agua derramada en el suelo.
  • Nunca olvide que: si no pueden tocarte, no pueden placarte ni derribarte …

De improviso la imagen de Morris se distorsiona frente a los ojos de Ross, su cuerpo se transforma en una humareda blanquecina cuyo olor a incienso inunda toda la sala. A pesar de que todas las ventanas están cerradas y no hay la más mínima corriente de aire, la masa vaporosa se desplaza con la velocidad que caracterizó a Mercury en vida y atraviesa el octogenario cuerpo del empresario. Stephen queda aturdido, sólo quiere regresar a su cama, envolverse con el plumón de oca y dejarse llevar al onírico reino de Morfeo. Con esta idea en mente hace el recorrido de vuelta hacia su dormitorio. El parqué cruje bajo sus pies con cada pisada, añadiendo un elemento tétrico más a la insólita noche que está viviendo el magnate estadounidense. 

Al  atravesar el marco de la puerta de su dormitorio empieza a sentir un calor extraño en todos los músculos de su cuerpo. Dirige su mirada hacia la cama y del centro del colchón viscoelástico surge un fogonazo anaranjado que le ciega las retinas. Las llamas flamígeras van adoptando poco a poco forma humana, Ross se restriega los ojos con los nudillos y sin temor a equivocarse,  podría reconocer a través de las llamas el pelo cano y las gafas de sol de Don Shula.

Don Shula / Miamidolphins.com
  • Stephen, hace tiempo que no nos vemos, creo recordar que la última vez fue con motivo de mi entierro- dice con naturalidad el mítico entrenador.
    • Imposible, no puedes estar aquí – contesta Ross .
    • Yo diría que es PERFECTAMENTE posible, recuerda amigo que yo consigo lo que nadie más puede lograr -replica Shula.
    • Puede saberse ¿A qué debo el honor de tu visita en esta fecha tan señalada?.
    • He venido a recordarte una cosa que pareces haber olvidado y que durante mi carrera me ayudó a conseguir mis metas y aquella temporada impoluta de mil novecientos setenta y dos  – dice sereno el fallecido fantasma de Shula.
    • Y, ¿qué es lo que debo recordar….?
  • El hombre superior se culpa a sí mismo, el hombre inferior culpa a los demás. 

Shula extiende su mano hacia la frente de Ross y cuando se  produce el fantasmal contacto entre ambos, los párpados de Stephen se tornan pesados y comienzan a cerrarse irremediablemente sumiendo al dueño del edificio en un sueño profundo.

                                                                                                       24 Diciembre 09:45 am 

La luz del sol se filtra por la ventana y golpea los pómulos de Ross. El manto blanquecino que se esparce por la ciudad ha comenzado a fundirse por acción de los rayos ultravioleta. No se percibe en las calles ni rastro de la borrasca invernal que ha barrido la urbe unas horas antes. Stephen abre los ojos y se incorpora en la cama. Se lleva su mano derecha a la sien, un dolor de cabeza lo acompaña en este día de Nochebuena. Intuye que es secundario a la  extraña pesadilla que ha experimentado esta noche. Coge su batín de seda y mientras se lo coloca por los hombros el aroma a ceniza de la sala le perturba. Su mano vuelve a la cabeza  y piensa ….. ¿Es posible que este punto doloroso en mi cabeza sea el lugar dónde Shula me tocó?

Con toda la agilidad que le ofrece su cuerpo de ochenta años sale disparado hacia la cocina y desde lejos ve los pequeños fragmentos del vaso roto tras su encuentro con Morris.

La cabeza le da vueltas al descubrir que su encuentro con los ancestros delfinianos fue tan real como parecía, piensa en Nick y en su consejo : no pierdas la cabeza por tus sueños, recuerda a Morris y su desaparición vaporosa en mitad de la noche: si no pueden tocarte (si no estás ) no pueden derribarte y por último piensa en Shula: ha llegado el momento de culparse a sí mismo.

Sin tiempo para arrepentirse, descuelga el teléfono y marca el número de su abogado, ha llegado el momento de poner en venta los Miami Dolphins.

Hugo Manero