La «maldición» del puesto de quarterback de los Houston Texans parece tener más historia que la propia franquicia, de apenas tres lustros de existencia. Carr, Schaub, Keenum, Fitzpatrick, Hoyer, Osweiler… Alguno -un par, siendo generosos- dejó algún que otro detalle contado, pero ninguno dejó huella. Ni muchísimo menos.
Con la intención de cambiar esa tendencia, Rick Smith y Bill O’Brien fueron con todo a por Deshaun Watson en el recién acontecido draft, en lo que supuso un movimiento de un riesgo de todo menos controlado (entre este ascenso de posiciones y el necesario traspaso de Osweiler, nuestras dos primeras rondas del próximo draft pertenecen a los Cleveland Browns) y con claras señas de pánico una vez que los dos QBs que apuntaban a ser elegidos antes que el junior procedente de Clemson fueron seleccionados sorprendentemente pronto.
Pero elegirlo en esas circunstancias y pagando ese precio quizás era necesario. La franquicia lleva estancada en la misma situación varios años. «Buen equipo, PERO les falta un QB para competir contra los mejores». Puede que en Deshaun Watson lo tengas. Un QB que O’Brien quería. Un QB acostumbrado a los grandes escenarios. Un QB con mucho potencial. Un QB ganador. Un QB que en general ha insuflado una dosis de optimismo en la afición tras un año, aun llegando a la ronda divisional, para olvidar. Un optimismo, también, necesario. De los que cambian culturas de equipo y afición.
De igual modo, no se puede decir que la elección de Watson es, sí o sí, un acierto. Pero llevamos años quejándonos de no tener un QB de garantías, que al menos no te pierda los partidos y, tras la Osweiler experience del año pasado, que involucre a Hopkins. No es tanto pedir, y es la pieza que falta para completar la gran plantilla con la que contamos: la defensa que más difíciles puso las cosas en Playoffs a los que eventualmente serían campeones, los Patriots, a la que se unirán Kevin Johnson y un tal JJ Watt; uno de los mejores wide receivers de la liga en Hopkins y receptores muy complementarios en Fuller o Braxton Miller; un cuerpo de tight ends cuyo nivel no para de crecer; un running back de garantías en Lamar Miller y una offensive line con seguros de vida como Duane Brown, sólidos jugadores que vuelven como Newton y el prometedor Nick Martin, y savia nueva del draft. Echo de menos una mayor garantía en el flanco derecho, pero tengo bastante confianza puesta en esta unidad, la cual rindió mejor de lo que en un principio se pensaba la pasada temporada, y que será clave en el devenir de Deshaun.
Quizás sea él esa pieza. Cierto es que tiene sus defectos: su toma de decisiones tiene mucho que mejorar, es demasiado impulsivo y no tiene el brazo más potente del mundo. Pero si desde la franquicia saben llevarlo con paciencia (aunque teniendo siempre en mente que el equipo está para competir ya), se le rodea bien y se le da la confianza que necesita, puede acabar siendo quien complete el engranaje.
Más allá de Watson considero que se ha realizado un draft bastante completo en cuanto a cubrir necesidades. Zach Cunningham, un linebacker veloz capaz de cubrir mucho campo para reforzar la rotación liderada por un Cushing cada año venido muy a menos y complementar la realidad que ya es McKinney. D´Onta Foreman, un running back fuerte y veloz para completar una rotación de corredores tambaleante más allá de Miller y ofrecer cierta garantía cuando el ex de los Dolphins se tome algún snap de descanso. Julién Davenport, un offensive tackle todavía por hacer pero con gran potencial que llega como primer drafteado de su universidad (Bucknell) desde 1969. Carlos Watkins, un defensive tackle poseedor del récord de sacks de Clemson en su posición que, junto a su ex-compañero de universidad DJ Reader, reforzará el -nada fácil de suplir- hueco que Wilfork deja tras su más que probable retirada. Treston Decoud, un cornerback muy alto para reforzar, junto a la vuelta de Kevin Johnson, una secundaria debilitada tras la marcha de Bouye y la decadencia de Jackson y sobre todo Joseph en el horizonte. Y Kyle Fuller, un center más a la espera de lo que pueda ofrecer Nick Martin, la gran apuesta del año pasado que se perdió la temporada por lesión, pudiendo incluso probarle como tackle.
Varios jugadores. Más o menos interesantes. Pero seamos justos, este es el draft de Watson. La de QB sigue siendo la posición más importante. Los Texans llevan algo más de un lustro sobreviviendo dignamente sin uno medianamente decente y ni sus propios aficionados sabemos cómo (antes tampoco lo teníamos, pero ni siquiera sobrevivíamos). Bill O´Brien es más bueno de lo que la gente cree.
Todos los jugadores drafteados no dejan de ser proyectos: tienen más o menos talento, pero tienen que mantenerse sanos, tienes que rodearles bien para que exploten sus cualidades al máximo y ganen el mayor número de partidos posible… Pero no hay proyecto de más trascendencia en esta franquicia, abarcando el último lustro y probablemente más allá, que Deshaun Watson. Por sí sólo. El primer QB drafteado por los Texans en primera ronda desde que seleccionaran a Carr el año de su fundación. La primera gran apuesta del coach en esa posición, una que por fin pueda moldear desde el minuto uno (aunque digan lo contrario, me sorprendería que Savage sea titular en el inicio de temporada contra los Jaguars). Una que ha elegido él y no la gerencia. Un QB, además, por el que han comprometido gran parte, la más importante, del próximo draft.
Si no sabemos manejarle, si no sabemos exponerle en la situación adecuada, y si las dudas que recaen sobre él al más alto nivel terminan haciéndose realidad, el proyecto y la era O´Brien, con la cuenta atrás ya en marcha, se vendrán abajo con total seguridad. Si por el contrario sabemos tener paciencia, somos capaces de hacerle jugar en las mejores condiciones posibles y por supuesto acompaña el factor de que desarrolle su juego y mejore los muchos aspectos que tiene por pulir, cambiaría la inercia tan negativa que la franquicia parecía estar tomando.
Nos jugamos mucho con este draft. Nos jugamos mucho con Deshaun Watson.