Allá por el año 2000 había un cierto debate sobre cuándo cambiaba el siglo. Algunos sostenían que el año 2000 ya pertenecía al siglo 21 y otros aseguraban que hasta el 2001 no se efectuaba tal cambio, porque no hay año 0.
Entonces, el 11 de septiembre de 2001 sucedieron los terribles atentados de Nueva York. Aquel acto macabro y despreciable cambio el mundo para siempre, ya nada volvería a ser lo mismo.
Todos supimos al instante que, de facto, acabábamos de entrar en la nueva forma de ver el mundo, acabábamos de entrar en el siglo 21. Debate resuelto!
Y algún tiempo antes habíamos tenido ya señales de la nueva generación. De la nueva concepción. El efecto 2000, la socialización de internet, el descubrimiento del calentamiento global con la destrucción de la capa de ozono, la globalización del mercado y de la información…
Sin embargo hizo falta ese punto de inflexión.
Pero a veces nos cuesta asumir los cambios, y hasta que no son irrefutables no lo asumimos como algo natural y lo interiorizamos.
Hasta mediados de los años 70, los conciertos de música se veían sentados. Incluso los de Beatles o Rolling Stones.
Pero con la irrupción de los Sex Pistols y la música punk en general, el público arrancaba las sillas, que acaban convirtiéndose en “armas” arrojadizas. Así pues se decidió prescindir de ellas, y desde ese momento, los conciertos se veían de pie. Hoy en día asistimos a esos conciertos con la naturalidad de verlos de pie sin preguntarnos nada. Es así.
Ayer vimos el nuevo football que nos espera.
Que el football que se juega hoy es muy diferente que el que se jugaba antes, es algo que todos sabemos. Quizás la gran diferencia la encontramos con la entrada del nuevo siglo. Quizás a finales de los 90 ya no era lo mismo que el football de los 70…
El caso es que la NFL, como animal vivo que es, va transformándose. Adaptándose. Y es lo más normal.
Pero asistimos irremediablemente a una nueva forma de entender este deporte, este espectáculo.
Teníamos ya “pistas” de lo que estaba por llegar. De lo que ya está llegando.
Con el estreno de la película de Will Smith, “Concussion” sobre las lesiones cerebrales en la NFL, y todos los estudios realizados sobre el tema que salieron a la luz, la NFL reaccionó e impuso algunas reglas nuevas de protocolo para tranquilizar a la opinión pública. Y algunas otras deportivas para “asegurar” la integridad física de su producto estrella, los jugadores.
Además, las audiencias televisivas preocupan a la liga. Y también se han puesto manos a la obra.
La cuestión es que la liga ha ido mutando progresivamente a un espectáculo. Un espectáculo tanto para el gran público como para el amante del deporte en sí. Y la liga no se puede permitir un ápice de aburrimiento para el gran público.
Así la normativa ha derivado con claros tintes de carácter ofensivo. Es decir, un ataque explosivo, que todo el tiempo pasen cosas y que éstas no estén relacionadas con la violencia.
Cuando a principios del siglo XX se inventó el cine, las primeras películas míticas como “El acorazado Potemkin” eran historias narradas sin prácticamente protagonistas. Y no fue hasta que Hollywood inventó el plano americano en cámara, que surgieron las estrellas de la gran pantalla. La gente ya reconocía los actores y querían ser como ellos. Hollywood había inventado el star system y todo lo que genera económicamente.
La NFL tiene su star system y piensa cuidarlo al máximo, y sacarle todo el rendimiento posible.
Cuando la temporada pasada Aaron Rodgers cayó lesionado, las audiencias de los partidos de los packers cayeron casi un 40%. Eso no podía volver a suceder.
Después de todo esto, el deporte del fútbol americano ha cambiado. Los ataques son explosivos. Sobretodo porque las defensas están maniatadas. Y las anotaciones y resultados abultados se suceden uno tras otro. Los grandes equipos tienen que ser grandes ataques. Ya no sirve aquello que “los ataques ganan partidos, pero las defensas campeonatos”… o no de la misma forma.
El antecedente más reciente de lo que se confirmó el último Monday Night en el Chiefs vs Rams, fue la pasada super bowl.
Dos grandes ataques ofrecieron un espectáculo sin parangón y una orgía de puntos que contentó, sin lugar a dudas a la liga y al gran público.
Pero el campeonato se lo llevó el equipo que dispuso de una defensa más dominante, o por lo menos más decisiva.
No! A partir de ahora no veremos partidos todas las semanas de ambos equipos anotando 50 puntos. Pero sin duda, las dificultades que tienen las defensas para frenar el pase hace que la propuesta defensiva tenga que ser otra, por necesidad.
Y sin darnos cuenta, estaremos sumidos en partidos de football en los que nos han quitado las sillas, y no nos preguntamos porque lo vemos de pie.
En 2001 yo estaba en New York, y para subir al Empire State, me acerqué a un pupitre de madera, roñoso, que había en la entrada del edificio. Pague 3 dólares. Y subí hasta el mirador para contemplar la ciudad.
El año pasado volví a ir. Me costó 40 dólares, y varios controles de seguridad.
El mundo ha cambiado desde entonces.
Y al igual que el 11 de septiembre del 2001, el día del cambio de siglo de facto, todos recordamos perfectamente dónde estábamos y como lo vivimos, los que la madrugada del lunes vimos el partido, recordaremos para siempre el espectáculo que nos atropellaba y nos dejaba anonadados.
Ahora, seguiremos yendo a los aeropuertos dispuestos a que nos revisen hasta el esfinter. Y seguramente veremos football con el deseo que nuestro equipo haya drafteado bien para poder ser ese grandísimo ataque que gane la Super Bowl. Con toda la naturalidad del mundo.
@LuisPerezPla4