El hundimiento de los Bengals

  • ¡Enhorabuena Antonio! Ganaron tus Bengals. Vaya racha lleváis. Este año es el vuestro, ¡eh!

Tan tradicional como el Belén, el árbol o los renos de Papá Noel, el comentario de tu cuñado en las cenas navideñas no puede faltar. No es por maldad, sino un triste intento, uno más, de hacer ver que sabe de todo. Con tantos temas preferibles de obviar en estas reuniones familiares (política, religión, si eres de la Revuelta o el Hormiguero, …) el futbol americano es de los más inocuos. Nadie puede enfadarse por un asunto que desconoce y, reconozcámoslo, el nuestro es un deporte todavía muy minoritario.

  • Eh… bueno, Ramiro. En realidad, hemos sido eliminados. Se nos acabó la temporada.

Opté por la respuesta sencilla. De hecho, mi cuñado ya estaba abalanzándose sobre el jamón e ignorando lo que tuviera que decirle. No hubiera reaccionado distinto si le hubiera dicho que acabábamos de ganar la Súper Bowl. A nadie le importa el rugby con corazas ése de las cheerleaders y, menos todavía, los Cincinnati Bengals. Sin embargo, me quedé un rato reflexionando (a esas alturas, el jamón ya había desaparecido de la bandeja), y pensé que quizá a vosotros, a diferencia de mi cuñado, si os podrían interesar las razones que, en mi opinión, han llevado al conjunto atigrado a realizar una de las temporadas más inexplicables de esta ya de por sí disfuncional franquicia.

Para la difícil tarea de tratar de explicar cómo ha quedado fuera de playoffs el equipo con el mejor pasador (Joe Burrow: 4918 yardas y 43 touchdowns), el receptor que ha logrado la triple corona (Ja’Marr Chase: yardas, recepciones y touchdowns), algo que solamente se ha dado en 5 ocasiones en la NFL, y el máximo ejecutor de sacks (Trey Hendrickson, 17,5), debería irme al principio.

 

Hendrickson, Burrow y Chase consiguieron el hito de liderar la clasificación de sacks, pases y recepciones, siendo la primera vez en la historia de la NFL que lo consiguen en el mismo año tres miembros de un mismo equipo (foto: Associated Press)

Una pretemporada convulsa

Dice el sabio refranero español que lo que mal empieza, mal acaba. La decisión de poner la etiqueta de jugador franquicia sobre el wide-receiver Tee Higgins parecía la opción lógica. Un jugador de su calidad y trascendencia en la ofensiva no podía abandonar la disciplina del club. Sin embargo, la directiva fue incapaz de alcanzar un acuerdo de larga duración, y quedó como el único jugador de la liga en jugar la campaña 2024 bajo esta categoría.

El edge-rusher Trey Hendrickson solicitó una mejora de salario, o un traspaso en caso de no producirse. Consideraba que su salario estaba por debajo de sus méritos en el campo, y su rendimiento en 2024 le ha acabado dando la razón. La directiva pudo capear el temporal entonces, pero se antoja difícil que este año 2025 vuelva a conformarse con migajas.

El premio gordo de la pretemporada debía ser la ampliación de contrato a Ja’Marr Chase. Con la excusa del ahorro para su firma, los fichajes en la agencia libre fueron de nivel medio (el tight-end Gesicki, el defensive-tackle Rankins, el free-safety Stone, el offensivetackle Trent Brown, el runningback Zach Moss, …), de los cuales, solamente el primero de ellos cuajó un rendimiento aceptable. En cambio, se dejó ir a pilares del equipo y el vestuario como el nose-tackle Reader o el runningback Mixon.

Sin embargo, todo resultó insuficiente para alcanzar un acuerdo con Chase, en huelga de entrenamientos durante toda la pretemporada. La cicatería del propietario, tratando de escatimar hasta el último céntimo, le va a costar cara en 2025. El receptor vale ahora muchísimo más que hace 4 meses.

 

Ja’Marr Chase (izquierda), líder de la NFL en la temporada regular en recepciones, yardas de recepción y touchdowns de recepción, como consecuencia de su baja forma tras la huelga, tan solo consiguió una media de 5 recepciones y menos de 50 yardas en los dos primeros encuentros, y ningún touchdown (foto: Icon Sportswire/Getty Images)

Los Bengals arrancan a medio gas… un año más

Con la principal estrella ofensiva fuera de forma, y el resto de titulares sin ritmo de competición por no jugar ni un minuto en los partidos de pretemporada, el arranque liguero de los bengalíes fue nuevamente un drama (Taylor acumula un infame balance de 1-11 en los dos primeros partidos de sus 6 temporadas como head-coach).

Los Bengals comienzan la campaña 2024 con un record negativo de 1-4, pese a jugar contra equipos de inferior nivel. La defensa es la gran señalada, siendo incapaz de forzar ningún punt ante Commanders, o encajando 41 puntos contra Ravens. Pero el ataque no anda mucho mejor, quedándose en 10 puntos ante Patriots, y con serios problemas de resolución en la red-zone.

En este lapso, se lesionan el offensive-tackle Trent Brown, el cornerback Daxton Hill, y los defensive-tackles Rankins, Jenkins y Jackson, exponiendo una inadecuada planificación de la temporada por la falta de suplentes de nivel. Igualmente, la ausencia del widereceiver Higgins los dos primeros encuentros por un problema en la corva evidencia su importancia capital en la ofensiva atigrada.

Apenas mes y medio de competición es suficiente para confirmar las lagunas en la confección de la plantilla, y la deficiente preparación de la temporada. Los Bengals se deben poner en modo emergencia y solo estamos en octubre.

 

La lesión del Tackle Ofensivo Trent Brown provocó la titularidad del novato Amarius Mims, siendo el rendimiento del rookie de primera ronda una de las pocas noticias positivas de la temporada 2024 para los Bengals. Sin embargo, la falta de previsión de la directiva en otras posiciones originó un bajón de nivel irrecuperable cuando llegaron las inevitable lesiones de todos los años (foto: Fox Sports)

Burrow y Taylor se conjuran

Tras una tensa reunión, head-coach y quarterback se conjuran para darle la vuelta a la situación. El equipo encadena victorias ante equipos de poco lustre, pero vuelve a fracasar ante conjuntos con record positivo. Cuando llega el bye en la jornada 12, el balance de 4-7 apenas da margen para pensar en postemporada.

Mientras el ataque se confirma como uno de los más productivos de la competición, la defensa sigue hundiéndose. Los Bengals encajan una media de 30 puntos por partido. La pareja de safeties es la peor de la competición. Paradójicamente, es el equipo que menos sacks produce, pero uno de sus componentes, Trey Hendrickson, lidera la NFL en esta clasificación.

Tampoco los equipos especiales quedan exentos de crítica. En un año no especialmente afortunado para los kickers, el de los bengalíes, McPherson, falló dos en el último cuarto con el partido igualado en Los Angeles. Además de su error en la prórroga del partido jugado en casa contra Ravens que les hubiera dado el triunfo.

Sin embargo, la ofensiva, pese a ser la unidad con mejor rendimiento, tampoco fue capaz de cerrar los partidos cuando tuvo oportunidad de hacerlo. En varios encuentros dispuso de drives para ponerse por delante en el tramo final y fue incapaz de anotar.

La sensación generalizada es que la franquicia del sur de Ohio no está rentabilizando el talento de sus estrellas. Las criticas en medios de comunicación y redes sociales evidencian que podríamos estar ante el mayor fiasco de la temporada 2024 en la NFL.

 

La tensión se empieza a palpar. Los entrenadores comienzan a ser cuestionados por la afición. El crédito obtenido por Zac Taylor tras llevar a los Bengals a la Súper Bowl LVI se agota (foto de Sam Greene/The Enquirer)

 

 

El buen final de temporada de los Bengals es insuficiente

Tras el bye, los Bengals tienen un partido a vida o muerte contra los Steelers… y sale muerte. Una vez más, son superados por un rival con la seriedad suficiente para plantarles cara. Cincinnati encaja en casa 44 puntos ante un equipo que hasta el momento promediaba menos de 23.  El balance de 4-8 aún no les descarta matemáticamente, pero las probabilidades de clasificar a playoffs son apenas del 3%.

Las bondades del calendario les permiten encadenar cuatro victorias consecutivas y plantarse en la última jornada todavía con opciones, pero dependiendo de difíciles carambolas. De forma casi milagrosa, todas se van cumpliendo, excepto la última de ellas: los suplentes de los Chiefs no pueden hacer nada ante unos Broncos que se jugaban el pase a postemporada. El postrero triunfo bengalí en Pittsburgh no sirve más que para confirmar la tragedia: uno de los equipos con más talento de la competición (y más divertidos de ver) se queda fuera de playoffs por su propia incompetencia.

Las consecuencias no tardan en producirse. El coordinador defensivo, Lou Anarumo, no hace tanto tiempo héroe de la ciudad, es el primero en ser despedido. Con él se van los entrenadores de línea ofensiva, defensiva y linebackers. Zac Taylor salva su puesto de head-coach a costa de hacer limpieza de subordinados, pero todos son conscientes de que no resistirá un nuevo fiasco.

 

La decepción de Burrow, quien ha cuajado la mejor temporada de su carrera sin obtener frutos, sabiendo que la Súper Bowl se disputaba en New Orleans, en su Louisiana de la que salió de college, es palpable. Su voz crítica pidiendo refuerzos cuenta con el apoyo de todos los seguidores bengalíes (foto Stephanie Scarbrough/AP photo)

Responsabilidad compartida

Tras desmenuzar las responsabilidades colectivas de directivos y técnicos en el hundimiento de los Bengals en 2024, sería injusto olvidar ciertos detalles puntuales por parte de sus jugadores que pudieron haber cambiado el sentido de la temporada. La mala suerte no es excusa. Un gran equipo debe tener recursos para ganar incluso si se le tuerce la fortuna. Pero hubo momentos clave que, de haber salido la moneda cara en vez de cruz, o haber tenido un mayor acierto individual, estaríamos hablando de otra cosa.

Bengals 10 – Patriots 16 (jornada 1)

Un fumble del tight-end Hudson en la goal-line frustra una anotación clave que hubiera dado la vuelta al resultado.

Chiefs 26 – Bengals 25 (jornada 2)

Una rigurosa penalización por interferencia de pase (o un pase mal defendido, según se mire) contra el safety novato Anthony, deja a los Chiefs en posición de anotar el field-goal de la victoria

Bengals 38 – Ravens 41 (jornada 5)

El fallo del holder Rehkow al colocar el balón impide a Cincinnati anotar el field-goal que le hubiese dado la victoria en la prórroga.

 

Tras dejar escapar una ventaja de 10 puntos en los últimos 9 minutos de partido, los Bengals tuvieron la oportunidad de ganar en la prórroga, pero fallaron el field-goal. Al siguiente drive, Baltimore no perdonó (foto: WKRC)

Ravens 35 – Bengals 34 (jornada 10)

Tras anotar un touchdown en la última jugada, los Bengals deciden ir por la conversión de dos puntos en vez de ir a la prórroga con el extra-point. Un posible holding al tight-end Gesicki y un face-mask contra Burrow (mal protegido nuevamente por su línea ofensiva) se van al limbo y Cincinnati pierde el encuentro.

Chargers 34 – Bengals 27 (jornada 11)

En el último cuarto, con el partido igualado a 27, McPherson falla dos field-goals consecutivos.

 

Sabemos que el nuestro es un deporte de pulgadas. El más mínimo detalle, a favor o en contra, puede desequilibrar la balanza. Por tanto, se debe exigir a los profesionales la máxima intensidad y concentración. No podemos eliminar de la ecuación el mal rendimiento individual de jugadores, quizá en este caso de un segundo escalón, que debían haber sostenido al equipo. La planificación para 2025 tiene que incluir la salida de algunos componentes de la plantilla actual.

Como casi todo en la vida, nunca hay una única razón que explique todo. Al hundimiento de la temporada bengalí han contribuido desde directivos, pasando por entrenadores y llegando a los jugadores. El cambio de mentalidad para remontar la situación y volver a ser un equipo contendiente debe contemplar todas las instancias del club. Lo único que permanecerá inalterable es el aliento de sus aficionados, sufridos Sísifo, que una y otra vez nos toca subir la pesada piedra del aliento a nuestros Bengals a lo alto de la montaña, sólo para volver a verla rodar pendiente abajo y vuelta a empezar.

Y os dejo ya, que acaban de traer el plato de gambas, y a mi cuñado se le van los ojos detrás.