No vayáis a pensar que por un exceso de pereza, he reutilizado como portada una imagen del año pasado. Tampoco os preocupéis que la vejez me haya hecho olvidar el año en que vivimos. Se trata simplemente de exponer el objetivo de este artículo. Ahora que la campaña 2018 se acerca a su fin, y a partir de la semana que viene todos estaremos más pendientes de los cruces de wildcard, creo que es buen momento de hacer una reflexión sobre lo que nos ha dejado 2018. En mi opinión, un feliz 2018.
Juventud, divino tesoro.
Todos los años, los rookies son uno de los principales focos de interés. Este año podemos estar bien satisfechos de la cosecha 2018. Saquon Barkley va a marcar una época. En su primer año, se ha instalado en el podio de los mejores de su posición, codeándose con figuras consagradas. Se dice que no se debe gastar un pick alto en un corredor, pero Barkley es más que un running–back. Es una leyenda en ciernes para el futuro de la gran manzana. Los Giants no podían pasar de él. Quizá tuviesen otras necesidades, pero nadie pasa de la oportunidad de hacer historia.
Igual ocurre con Baker Mayfield. Su impacto va más allá de yardas, touchdowns o celebraciones revanchistas. Es un resucitador de muertos. Un mesías, la luz que se abre paso entre las tinieblas. No es un quarterback, es el pastor que guía con paso firme a sus fieles. La estrella de rock que desata pasiones. El abanderado de la legión perdida Brown que por fin ha encontrado el camino de regreso a casa. Pero no sólo eso. Es un jugador inteligente, que descifra defensas a una velocidad impensable para su bisoñez como profesional. Que tiene el valor, y la puntería, para pasar el oval por ventanas imposibles. Pero que pone por delante al equipo antes que su lucimiento personal.
Los premios son importantes, pero cuando hay tantos candidatos, es lo de menos.
¡Qué importa quién sea el Ofensive Rookie Of the Year! Es sólo una etiqueta que el tiempo borrará. Felicitémonos todos los aficionados. Estamos de enhorabuena, pero no sólo por ellos. El offensive guard Quenton Nelson ha sido un factor determinante en el regreso de Luck al planeta football. Nadie vio venir al undrafted Phillip Lindsay, RB de Broncos, primer jugador ofensivo no drafteado en ser elegido para la Pro Bowl. Los QBs Darnold y Allen pueden ser la respuesta que durante tantos años ansían Jets y Bills respectivamente. Nadie sabe qué hubiera pasado si a Nick Chubb, el fantástico RB de Browns, le hubiesen dado más protagonismo desde el inicio. Lamar Jackson ha recuperado el juego de carrera en Baltimore, para mayor gloria de los nostálgicos que añoran lo que era la AFC Norte. ¡Aleluya, hermanos!
Y si así está el apartado ofensivo, ¡qué decir del defensivo! No hicieron falta muchas jornadas para darnos cuenta de que estábamos frente a una camada excepcional. El galardón de Defensive Rookie Of the Year sólo lo puede ganar uno, pero como se diría del sorteo de Navidad, el premio está muy repartido.
Derwin James está cuajando una campaña maravillosa, y no es casualidad que el safety sea uno de los artífices de que su equipo esté empatado con el mejor record de conferencia. Los linebackers Leonard en Colts, Smith en Bears y Vander Esch en Cowboys también se han convertido en piedras angulares para las aspiraciones de playoffs de sus respectivas franquicias. El CB Ward ha contribuido enormemente a cambiar la defensa de Browns, mientras que su compañero de posición Alexander se ha visto perjudicado por la mala racha de Packers. El defensive-end Bradley Chubb ha confirmado en Broncos todo lo que se esperaba de él, que era mucho, y esto no siempre ocurre.
Los rookies son claves para el presente, no sólo para el futuro
En definitiva, un grupo de aspirantes de los que cualquiera podría ser el ganador y no se podría objetar en su contra. Hay muchos más nombres, que no cito por no aburrir, pero cuyo juego ha generado grandes expectativas para próximas temporadas. Las franquicias se han dado cuenta de las enormes ventajas de disponer de un jugador diferencial en contrato rookie, y cada vez son menos timoratas a la hora de ponerles a jugar. Creo que de esta política nos beneficiamos como aficionados. La ilusión, ganas o atrevimiento que ponen sobre el emparrillado estos jóvenes, son más raros de ver en veteranos cuyos intereses profesionales quizá vayan por otro camino.
La extinción de los dinosarios
Otro factor que contribuye a la rápida adaptación de los jóvenes es la importación, cada vez mayor, de esquemas del football universitario. Sin duda, estamos frente a una nueva era en este deporte. La juventud que con tanta fuerza irrumpe en el terreno de juego también lo está haciendo en las bandas. Hay otra forma de interpretar el football, y así lo están entendiendo quienes apuestan por la revolución.
El vuelco que Sean McVay ha dado a los Rams lo estudiarán las generaciones venideras. Realmente impresionante el giro de esta franquicia como quien da la vuelta a un calcetín. Menos suerte ha tenido Shanahan en San Francisco, pero hacer que un equipo en construcción, con su tercer QB al frente, no haga el ridículo, tiene un mérito incuestionable.
La labor de Nagy en Chicago también es digna de catalogarse de “expediente X”. Muy pocos le daban alguna opción en una división con los favoritos Packers y Vikings, y unos Lions reforzados. Ahora mismo, su equipo opta incluso a librar la jornada de wildcard. Quizá el juego desplegado por Bears no despierte pasiones, pero Chicago no es ciudad dada a la voluptuosidad en football.
No se habla mucho del papel de Lynn en Chargers. Su labor está siendo fundamental para que este equipo por fin desate todo el potencial que atesora en sus filas. En cambio, sí se habla, y con justicia, del trabajo de Reich en Colts. Héroe por accidente de la resurrección de Luck, su capacidad de adaptación a lo que su equipo ha sido capaz de ofrecer en cada momento es la clave de un éxito que quizá otro entrenador más pagado de sí mismo hubiese sido incapaz de proporcionar.
Hay que abrir las ventanas para que entre aire fresco
Esta nueva ola se ha llevado por delante arcaicas reminiscencias de otra época. McCarthy ya no dirige los destinos de Green Bay, para alivio de su legión de seguidores. Hue Jackson fue despedido tras la jornada 8. Muy tarde, viendo el comportamiento de Cleveland tras su marcha. Sentados en el “sillón caliente” esperan la sentencia del lunes negro entrenadores obsoletos como Rivera en Panthers o Lewis en Bengals. Sólo su pacto con el diablo les podrá salvar de la hoguera de la regeneración. Y según acabe la última jornada, la incapacidad de Tomlin para domar el vestuario Steeler también puede ser su perdición.
No es una cuestión de edad, o de longevidad en el puesto. Es detectar el nuevo rumbo y saber reinventarse. Lo ha hecho Reid en Chiefs, y también Carroll en Seahawks. Es lo que Belichick lleva haciendo toda la vida. Si te duermes en la NFL, la corriente te arrastra para no volver.
Bienvenido de vuelta
Probablemente, uno de los mayores motivos de felicidad que nos deja 2018 sea el regreso de Andrew Luck. Tras más de un año inactivo por las lesiones, había serias dudas sobre su continuidad en este deporte. Afortunadamente, las condiciones que han rodeado su retorno no han podido ser mejores.
En primer lugar, un equipo sin presión. Para muchos, candidato a encabezar el draft del próximo año. No ha tenido que convertirse en salvador desde el inicio, sino que ha podido progresar a su ritmo. Primeramente con una estrategia ofensiva basada en el pase corto, para posteriormente ir alargando la distancia de sus lanzamientos. Recuperar sensaciones y confianza paso a paso, mientras los Colts fortalecían defensa y línea ofensiva.
Tal como está acabando Luck esta temporada, podemos augurar que el equipo de Indiana se convertirá en protagonista en 2019. Cuantos más invitados a las fiesta, mejor lo pasaremos todos.
Patrick Mahomes es de verdad
Una de las felices sorpresas de 2018 ha sido el juego del QB de Chiefs. La desconfianza sobre la posibilidad de trasladar su juego de college a profesionales ha sido barrida por completo. Deberíamos recordar ahora todo lo que se dijo cuando Kansas decidió traspasar a Alex Smith para confiar en un joven que apenas había disputado un partido intrascendente, y que ni siquiera había sido capaz de desbancar de la titularidad al “Capitán Checkdown”.
Sin embargo, el tejano ha sido uno de los mayores “levantadores de aficionados de sus butacas” este 2018. Pases imposibles, escorzos antinaturales, maravillas impensables cuando todos daban por concluida la jugada. El extraordinario plan ofensivo ideado por Reid, ejecutado con magistral destreza por su director de juego. Hemos visto destellos de Montana, de Favre o de su ídolo particular, Tony Romo. Quizá el exceso de champán de estas fechas esté haciendo que se nos vaya un poco la cabeza. En el fondo, estamos ante un QB prácticamente rookie (o quizá precisamente de ahí su éxito, de la capacidad de sorprender que genera en sus contrarios). No obstante, mucho tendría que torcerse para no convertirse en uno de los grandes animadores del football de la próxima década.
El retorno de las defensas
Cuando parecían destinadas a la desaparición, en este tramo final de temporada han resurgido con fuerza. Ni las normas favorecedoras del juego de pase han conseguido acabar con ellas. Especialmente en Baltimore, foco irreductible de una manera muy particular de entender este juego. Pero también en Chicago y Dallas, con ataques interesantes, han sido sus defensas las principales artífices de la clasificación a playoffs.
Aunque estos tres ejemplos parecen los más señalados, tampoco debemos olvidar a Minnesota, quien por su desdibujado ataque ha debido apoyarse más en el apartado defensivo. Ni a Seattle, reinventada a semejanza de Ravens, a base de carrera y una inesperada defensa huérfana de su legendaria “legion of boom”. Tampoco a Tennessee, imprevista aspirante a playoffs; ni a Saints, por cuyo productivo ataque a veces se nos olvida su excelente labor cuando es el rival quien tiene la posesión.
Las defensas no han muerto en la NFL, y esto nos ha hecho felices a muchos.
Inevitables decepciones
Como cada año, por cada acto que nos colma de felicidad obtenemos su correspondiente reverso en forma de decepción. Cuando parecía que por fin Jacksonville despegaría para convertirse en alternativa a la tiranía patriótica en la conferencia americana, ha vuelto a diluirse, envuelta en su habitual dispersión. Jugadores haciendo la guerra por su cuenta, sin un QB que actúe como unificador ni guía. La aventura de Bortles ha llegado a su final.
Tras su exhibición la pasada superbowl, parecía que los Eagles se convertirían en la nueva dinastía de la NFL. Sin hacer una mala campaña, da la impresión de haberles afectado demasiado la resaca del festejo por el Lombardi. Wentz no ha sido el mismo, probablemente convaleciente de una lesión no del todo bien recuperada. El juego de carrera no ha terminado de establecerse, y la defensa sólo ha dejado leves chispazos de su potencial. En todo caso, nadie espera un hundimiento. Todos tenemos derecho a una siesta, y en 2019 estoy convencido que regresarán a su máximo nivel.
La historia de los Steelers es diferente. Excesiva controversia fuera del terreno de juego. Excesiva irregularidad dentro de él. Un equipo con calidad como para no verse la última jornada dependiendo de otros resultados para entrar en playoffs. Aquí sí se vislumbra un fin de ciclo en cuanto sus estrellas sean incapaces de cubrir con su fulgor los males que esconde la franquicia acerera.
Otro equipo por debajo de sus expectativas han sido los Packers, para quienes esta vez ni siquiera la magia de Rodgers ha sido sustento suficiente. Depender exclusivamente de los milagros de tu estrella no parece el mejor plan. Carolina también ha sucumbido víctima de un esquema que exigía exprimir demasiado a Newton. Dos claras demostraciones de que el football es un deporte de equipo.
El ¿problema? arbitral
No obstante, quizá la mayor contrariedad haya provenido de un equipo inesperado: el que viste a franjas blancas y negras. El arbitraje puede ser uno de los puntos más negros de 2018, aunque sería injusto achacar toda la culpa a los cebras. Es cierto que algunos veteranos deberían haber acompañado en su retirada a los Steratore, Hochuli y Triplette, como los inefables Anderson y Coleman. Sin embargo, no creo que las controversias que hayan surgido fuesen consecuencia de la inexperiencia de la nueva hornada colegial.
La NFL no ayuda implantando nuevas normas de dudosa comprensión, y más compleja aplicación en el campo. Tanto a jugadores, como a los propios colegiados, les llevarán un tiempo adaptarse a la nueva reglamentación sobre placajes al QB, entradas con la cabeza por delante, etc. Tampoco los entrenadores les ayudan en demasía. Conceptos como “haz holding siempre, que no pitarán todos” o “lanza el balón profundo, que entre el teatro de nuestro receptor, y las protestas de nuestro público, seguro que alguien acaba lanzando un pañuelo” parecen imponerse cada vez más.
La liga cada vez se mueve a mayor velocidad, y es complicado para todos seguir su ritmo. Los árbitros no siempre están afortunados en su tarea. Quizá deban trabajar más el aspecto físico, o el mental, que el técnico. Está claro que deben sentarse a reflexionar sobre lo acontecido en 2018. Pero que nadie se equivoque, la competición no está adulterada. Ni mucho menos. Son un factor más, como la climatología o el estado del terreno; pero sus errores son siempre más graves en la cabeza de los aficionados que en el resultado final del partido.
Desgracias personales fortuitas, y otras no tanto
Quizá no decepción, pero si infortunio, el que nos ha dejado sin grandes animadores como consecuencia de tempranas lesiones. Esperábamos con ansia los nuevos 49ers de Garoppolo. La desoladora pérdida del novato Guice en Washington al menos permitió ver las probablemente últimas galopadas de un fenómeno como Adrian Peterson. La secundaria de Seattle pudo recomponerse tras perder a Thomas y Chancellor, así como la línea ofensiva de Dallas tras la baja del center Frederick (y el despido del entrenador de la unidad).
Sin embargo, Atlanta no pudo superar las pérdidas de Freeman (RB), Neal (SF) y Jones (LB), ni Cincinnati las de Eifert (TE), Green (WR) y Dalton (QB). Igualmente, fue una lástima no disfrutar más partidos del DE Bosa en Chargers o el RB Fournette en Jaguars. También desgraciada la confirmación de la seriedad de los problemas del WR Gordon, que ni en New England pudo encontrarles solución, y absolutamente despreciable la circunstancia que obligó a apartar de la liga a quien era probablemente el mejor RB de la competición, Kareem Hunt de los Chiefs.
¡Feliz 2018!
En definitiva, creo que 2018 deja al aficionado del football un excelente sabor de boca. Partidos vibrantes, jugadas espectaculares, estrategia, polémica, pasión… todo el cóctel que anhelábamos cuando allá por Septiembre terminaba nuestra particular travesía del desierto. Han sido 4 meses intensos, inolvidables para regocijo de toda la afición de la NFL. También, para nuestra familia de Spanish Bowl. Cada vez más numerosa y extensa. 2018 nos ha traído la experiencia en primera persona de los partidos de Londres, la emoción de las retransmisiones de Spanish Bowl Radio, la incorporación de tantas y tantas novedades en la web (college, Madden, etc.)…
Sí, debemos sentirnos satisfechos. Ha sido un Feliz 2018.