Cuando uno sigue durante años a un club anclado en las tradiciones como los Bengals, se acostumbra a ciertos automatismos. Uno de ellos es el inmovilismo, no hacer nada aunque el equipo se desmorone. Decir que chispea negando el chaparrón. El tancredismo en su máxima expresión “NFLera”. Por eso, a ningún seguidor bengalí nos sorprende su inacción ante el mercado de traspasos. Ni la necesidad de refuerzos, ni el convencimiento de estar a las puertas de una natural reconstrucción, fueron argumentos suficientes. Por eso, todos los seguidores bengalíes quedamos casi en estado de shock cuando se anunció el cambio en la titularidad como quarterback de Dalton por Finley.
Fin de la era Dalton
No es que el pelirrojo mariscal no hubiese dado motivos para su relevo. Ser el 4º QB de la NFL en yardas de pase no le ha evitado su relegación de la titularidad. Su juego no estaba siendo bueno. Apenas un 60% de precisión en el pase le coloca entre los últimos de su posición. El ratio de 9 touchdowns por 8 intercepciones es bastante deficiente. El QB-rating de 79.2, absolutamente mediocre. Pero quizá, por encima de las estadísticas, la sensación de incapacidad para variar el calamitoso rumbo del equipo.
La NFL no hace prisioneros, esta es la cruda realidad. No recibirá un homenaje por los servicios prestados sino una carta de despido al finalizar el año. Nadie le agradecerá su coraje cuando, en su año rookie de 2011, fue capaz de llevar a playoffs a un equipo candidato a acabar 0-16 tras la espantada de Carson Palmer. El viento del olvido se llevará las 5 presencias consecutivas del equipo en postemporada con él a los mandos. Apenas quedará el recuerdo de su educación sureña, su melena pelirroja y el rastro de cientos de camisetas con el #14 a la espalda, arrinconadas en el fondo de los armarios.
Su continuidad en el equipo está sentenciada. Quizá, de no ser por su ficha de 16 millones, incluso hubiese salido en el recién cerrado mercado de traspasos. Ningún equipo aceptará encajarle en su plantilla a ese precio. De haber algún interesado, esperará que Bengals le corte en 2020, cuando ya no cargue “dinero muerto” contra el tope salarial. Su sueldo actual es prohibitivo para un quarterback suplente, que con suerte será su próxima etapa en la NFL.
Sin embargo, salir de Cincinnati no tiene por qué ser necesariamente negativo. Su juego siempre lo he comparado con Tannehill, quien parece estar reviviendo en Tennessee. Como tejano, podría interesar a Cowboys o Texans. Algunos equipos podrían valorar su experiencia para dejarle detrás de quarterbacks dubitativos, y otros sumarle a la plantilla como mentor de mariscales jóvenes. Quizá no hayamos visto todavía salir las últimas balas del “red-rifle”.
Comienzo de la era Finley
Para la inmensa mayoría de los aficionados, Ryan Finley es un completo desconocido. Su etapa en college, aunque prolongada (3 años en Boise State y otros 3 en North Carolina State) pasó desapercibida. Nuestros compañeros de Route-Running apenas le valoraban como el 10º de su promoción, previendo que no saldría antes de la 5ª ronda. Contra pronóstico, los Bengals hicieron un trade-up para tomarle al principio de la 4ª, un movimiento que sorprendió a todos.
No lo hizo mal en pretemporada. Siempre y cuando tengamos en cuenta valorar en su justa medida lo que significan esas pachangas. No es igual jugar contra las segundas o terceras unidades de un equipo en formación, que hacerlo frente a los colmillos ya afilados de los lobos del front-seven de Baltimore, por ejemplo, que será el primero que enfrentará.
Las características de su juego son muy parecidas a las de Dalton. Posee similares virtudes (precisión, buen release, anticipación, lectura de defensas), pero también idénticos defectos (escasa potencia, limitada movilidad, falta de progresión, errático ante la presión). Por tanto, su inclusión en la titularidad no producirá variaciones importantes en el estilo de juego ofensivo. Tan solo que, derivado de su condición de rookie, es probable que reduzcan la ingente cantidad de lanzamientos que la hacían pasar a Dalton (más de 42 de media por encuentro), y le den mayor protagonismo a la carrera (tanto si está funcionando como si no).
El techo que la mayoría de los analistas vaticinaban para Finley es el de digno suplente, valoración que comparto. Espero que al menos cumpla esta misión con un juego “honesto”. No lo tendrá fácil. La situación anímica con un 0-8 de balance no es buena, y la deportiva mucho peor. La línea ofensiva es un completo despropósito, el juego de carrera no aparece, las lesiones merman el cuerpo de receptores. Se le lanza desnudo a los leones, sin apenas capacidad de defensa. Sin embargo, no sería la primera vez que la NFL nos sorprende con un quarterback desconocido que triunfa contra toda expectativa. Esperemos que éste sea el caso de Finley.
La conveniencia, o no, de sacar ahora a Finley
Si algún momento es más favorable para realizar un cambio de esta envergadura, es sin duda durante la semana de bye, como la que afronta Bengals. No obstante, habría que analizar si realmente este cambio era necesario, y hasta qué punto es oportuno hacerlo ahora.
Identificar al quarterback como el máximo responsable de la nefasta marcha del equipo me parece injusto. Dalton no estaba jugando bien, pero existen otros factores de mucho más peso. La deficiente línea ofensiva permite que le lleguen en el 31% de las jugadas de pase. El juego de carrera, último en la liga, no aporta ningún respiro. El juego de pase descansa en Boyd (2ª ronda), Tate (7ª ronda), y el resto son undrafted. La defensa, siendo la que más yardas por partido encaja de toda la competición, tampoco supone ninguna ayuda.
Obviamente, siempre es más fácil sustituir una pieza que el bloque completo. Por tanto, este cambio habría que verlo más como un revulsivo, que como un giro radical en la ofensiva bengalí. Otra posibilidad es que esta acción vaya encaminada a ejercer de aviso hacia otros jugadores que se estén durmiendo en la titularidad. Sinceramente, lo dudamos. No porque los entrenadores no estén hasta las narices de ellos, que puede ser, sino porque tampoco desde la suplencia existen muchas soluciones.
En todo caso, me parece precipitada la decisión. Finley tiene escasas, sino nulas, posibilidades de salir con éxito del envite. No pretendo justificar una permanencia para Dalton que no se ha ganado en el campo, pero quizá la inclusión de Finley podría haber sido más progresiva. Sin la urgencia por la lesión del titular, podría haber entrado en juego poco a poco, primero disputando algunos minutos en el último cuarto, y paulatinamente alcanzar la titularidad ya en el tramo final de la liga, con algo más de experiencia en su haber. Ya nos hemos cargado al quarterback titular, no hagamos lo mismo con el suplente.
Finley tampoco es el futuro
Dice el refrán castellano que “el casado, casa quiere”. Traducido a la NFL significa que el nuevo entrenador también quiere un nuevo quarterback. Desde la llegada de Taylor al banquillo bengalí, los días de Dalton estaban contados. Solamente la necesidad de reforzar otras áreas del juego impidió que desde el primer momento se drafteara un nuevo quarterback. Finley simplemente fue un refuerzo para la posición de suplente, cada vez más importante en el football actual, como tristemente estamos comprobando.
Ojala la realidad haga comerme mis palabras, pero no creo que el futuro de Bengals pase por Finley. La necesidad de escoger un nuevo mariscal con el primer pick en el próximo draft se antoja inevitable. Por esta razón, me cuesta entender este sacrificio gratuito de Finley, salvo cortina de humo ante la opinión pública. Desviar la atención sobre la pésima planificación de los propietarios y la deficiente dirección técnica. La conocida y cobarde táctica de echar la culpa a otro. Ofrecer un trampantojo al aficionado para que no abandone el estadio.
No obstante, debo reconocer que algo ha cambiado en el club. Esta decisión, valiente o cobarde según se mire, al menos es novedosa. Sentar, sin lesión de por medio, a quien ha sido el quarterback titular los últimos 9 años, supone un revolucionario cambio de tónica en la forma de dirigir la franquicia. Quizá Finley no nos traiga los triunfos que tanto ansiamos, pero es posible que su promoción represente el primer síntoma de una nueva, y esperemos que mejor, forma de hacer las cosas en Cincinnati.