Los vaivenes de la existencia nos proporcionan fugaces momentos de alegría y duros golpes de los que debemos reponernos. A lo largo de nuestra vida, veremos marchar a suegros, cuñados… y por supuesto también a nuestros seres queridos. Mascotas adorables nos esperarán allá arriba a que llegue nuestro turno. En nuestro devenir sufriremos dolorosas enfermedades, desengaños amorosos, despidos improcedentes… De nuestra capacidad de aguante, de recuperarnos rápidamente ante la adversidad, depende nuestra supervivencia. Ryan Fitzpatrick sabe un poco de esto.
La NFL es en muchas ocasiones reflejo de la propia vida. ¿Cuántas veces puede levantarse una persona? ¿Cuántas veces puede remontar un jugador la trayectoria de su carrera deportiva? Se dice que la fuerza no reside en cuánto aguantamos en pie, sino cuántas veces somos capaces de levantarnos.
High School (Highland, Arizona) y College (Harvard)
El joven Fitzpatrick tenía una pasión por el deporte tan desproporcionada como su propio cuerpo. Manos y pies enormes, alto y desgarbado, brazos como palillos… pero una inusitada tolerancia al dolor. No le importaba recibir un golpe tremendo si así conseguía completar el pase. Su encomiable ética de trabajo le hacía competir en los entrenamientos como el que más, y un programa de musculación completó el trabajo que la naturaleza dejó inacabado.
Al salir del instituto no logró beca para las universidades que quería así que optó por ir a Harvard. Una decisión arriesgada. A nivel personal, la exigencia docente era extrema, pero saldría con un título de prestigio para cualquier trabajo. Sin embargo, a nivel deportivo, la exposición mediática, si pretendía seguir por esta vía, era mínima. Pero a Fitzpatrick no le intimidaban los retos. Se convenció de que si lo hacía bien, habría equipos interesados en sus servicios.
Al acabar su periplo universitario salió no sólo con el título de MVP de la conferencia “Ivy League”, sino con quien sería su esposa, Liza Barber, a quien conoció entre clases de Matemáticas y Economía. Su extraordinario coeficiente intelectual le llevó a alcanzar la 2ª máxima nota en la historia del “Wonderlic Test”, la prueba de conocimientos que se realiza a los novatos previa al draft, completando el examen en apenas ¡9 minutos!
Comienzos en la NFL
La confianza de Fitzpatrick en su talento dio sus frutos. Como había pronosticado, los Rams se fijaron en él, y aunque fue seleccionado en 7ª ronda de 2005, se convirtió en el primer QB de Harvard en ser seleccionado en el draft en más de 20 años. Su debut no pudo ser mejor. Saliendo a sustituir a Jamie Martin lesionado (como veremos, esto sería una constante en su carrera) remontó un adverso 24-3 en el descanso.
Sin embargo, su buen juego no tuvo continuidad (otra constante en su carrera). Tras varios malos encuentros volvió al banquillo ese mismo año, situación que le acompañó en 2006. En 2007 fue traspasado a Cincinnati por una 7ª ronda de draft, pero aquella temporada también quedó inédito.
No obstante, algo debió ver en él Marvin Lewis para ofrecerle renovar por un año. Su fe en sí mismo le hizo ganarse el puesto de QB2 en pugna con el hermano de Carson Palmer. Su esfuerzo fue recompensado cuando a partir de la 4ª jornada tuvo que reemplazar al QB atigrado hasta el final de la campaña.
Tanto tiempo de inactividad le pasó factura. Sin hacer una temporada horrorosa, se le veía falto de confianza, como si le temblasen las piernas. No continuó el año siguiente Bengals. El destino le estaba esperando en Buffalo a partir de 2009.
Fitzmagic, el nacimiento de una leyenda
Firmó por los Bills como suplente de Trent Edwards por un modesto contrato de 7,4 millones para 3 años. Empieza a forjarse su maldición para los QBs titulares cuando tras apenas un mes de competición, Edwards también se lesiona. Pese a su juego bastante sólido ese año, los cambios en el puesto de entrenador le llevan de nuevo a la suplencia en 2010. Tras un arranque 0-2, retoma los mandos del equipo. Aunque los Bills terminan con un discreto 4-12, su juego sorprende y nadie discute su titularidad para 2011.
Ese año se produce su explosión. Nombrado jugador ofensivo de la AFC durante el mes de Septiembre, en Octubre firma un lucrativo contrato con la entidad del norte de New York. Más de 10 millones anuales por 6 años. Buffalo ya tiene su QB franquicia. Fitzpatrick ya tiene su lugar donde quería, entre los mejores de la NFL. Su juego espectacular y atrevido, sus pases imposibles para Terrell Owens, le hacen ganar el apodo de “Fitzmagic”.
Aquel año que empezó tan bien, no terminó igual, por culpa de unas molestias en las costillas. La temporada siguiente, obviamente, volvió a ser titular, pero gran parte de la magia se había esfumado. Fitzpatrick siempre fue un QB valiente, sin miedo para lanzar a cualquier cobertura, pero las numerosas intercepciones empezaban a pesar. Ahora su sobrenombre ha cambiado a«Pickpatrick». Los Bills sospechan que han cometido un tremendo error poniendo el equipo en sus manos. En Marzo de 2013, es cortado por primera vez en su carrera.
Recorrido errante por la NFL
No tarda ni una semana en volver a encontrar alojamiento, esta vez en Tennessee. Una nueva leyenda, esta vez negativa, empieza a tomar forma. El mayor miedo de un QB ya no es enfrentarse a feroces pass-rushers, sino que su equipo contrate de backup a Fitzpatrick. En la jornada 4, Locker cae lesionado, y nuevamente tenemos a Fitzpatrick al frente de un equipo NFL.
Su estancia con Titans es corta. Le cortan en Marzo de 2014, pero no pasan ni 4 días hasta que encuentra destino en un rival divisional: los Texans. Comienza como titular, pero Mallet le relega a la suplencia. Mal hecho. La maldición es implacable. Una lesión muscular devuelve a nuestro héroe a la titularidad.
Altibajos continuos. Entrada y salidas de la alineación. Sea como sea, Fitzpatrick nunca deja de luchar. Ahora debe hacerlo contra otro rival. Esta vez, es él mismo quien se lesiona de gravedad (fractura de tibia). Caerse, levantarse otra vez. Nada nuevo para él.
En 2015 es traspasado a los Jets. Como siempre, las perspectivas son que sea suplente, pero otra vez el destino le pone como titular. Una rocambolesca pelea entre el QB titular Geno Smith y el defensa Enemkpali, deja al primero fuera de combate.
Vuelve la magia. Fitzmagic en estado puro. Mejor rating de su carrera. Varios records de Testaverde batidos en la franquicia blanquiverde. Sin embargo, su decepcionante actuación en el último partido de temporada donde se podrían asegurar la presencia en playoffs llena de dudas a la directiva, que no le ofrece la renovación de forma inmediata.
Nunca más un jornalero
A estas alturas, Fitzpatrick ya no es ningún chaval. Ha crecido su experiencia, su familia (6 hijos), su leyenda y sobre todo, su larga barba, signo descriptivo inconfundible. Nunca se ha considerado a sí mismo un jornalero, un trashumante de la NFL. Siempre se ha visto como un titular. Tiene 33 años. Ya no está para tonterías. Toda la NFL le conoce. Quien quiera contar con él, que suelte la pasta y le permita llevar las riendas del equipo.
El aficionado de los Jets le quería de vuelta. Los entrenadores le consideraban quien más opciones les daba para ganar. Sus compañeros, que le adoran, piden en las redes, encabezados por Brandon Marshall, su regreso. Al final, en Julio se llega a un acuerdo. 12 millones, todo garantizado, pero sólo un año de contrato. El ciclo “Fitzpatrickiano” cumpliéndose con estricta precisión.
Ese 2016 no es tan productivo como el año anterior. Su juego declina considerablemente, plagado de intercepciones. Sin embargo, cada vez que Geno Smith o Petty entran a sustituirle, una lesión le permite recuperar la titularidad. Los dioses del football le quieren en el emparrillado. Pero los directivos newyorkinos no piensan igual, y a la expiración de su contrato le dejan marchar.
Una nueva vida en Tampa.
En 2017 recala en los Buccaneers, su 7º equipo en 13 temporadas, como mentor de Jameis Winston. Aún no me explico cómo no imaginaron el peligro. No una, sino dos veces se lesiona el ex-QB de Florida State. Fitzpatrick no desentona en su sustitución. De hecho, al año siguiente, le ofrecen renovar por otra temporada. Con ello, estaban sentenciando a su titular.
El pasado Junio se confirma la sanción a Winston por un incidente con una conductora de Uber. Nuevamente, Fitzpatrick tendrá 3 partidos como mínimo guiando a los Buccaneers. Es consciente que puede ser su última oportunidad, su canto de cisne. A lo largo de su carrera ha ganado más de 51 millones de dólares, no tiene que preocuparse ya por su estabilidad económica. Sólo le queda salir al emparrillado y divertirse.
¡Y vaya si lo hace! El primer partido, en casa de probablemente el rival divisional más complicado, endosa 417 yardas de pase a los Saints, con 4 touchdowns, e incluso uno más de carrera. Al siguiente domingo, contra los vigentes campeones de la NFL, los Eagles, otras 402 yardas y 4 touchdowns. Está totalmente desatado. Sus hijos ya tienen edad para jugar a fantasy y el pequeño de 9 años convence a su hermano mayor de que alinee a papá. Su salida a la rueda de prensa es épica, vistiendo un outfit de su compañero DeSean Jackson, como puede verse en la foto que encabeza esta biografía.
El último concierto de Fitzpatrick
Aún le queda un último acto. Un Monday Night Football retransmitido a toda la nación, nada menos que ante los poderosos Steelers. Nadie es capaz de asegurar qué Fitzpatrick veremos: si “Fitzmagic”, o “Pickpatrick”. Y yo me pregunto, ¿tanto importa? Se ha ganado el derecho a hacer lo que le dé la gana. La historia de Fitzpatrick era improbable que sucediera. ¿Un 7ª ronda? ¡Por favor! En esta NFL donde tanto nos deslumbran los vencedores, hay un tipo que estaba condenado a perder, pero no se rindió. Que se cayó y se levantó. Se volvió a caer y se volvió a levantar. Así una y otra y otra vez. Estas son las personas que, para mí, merecen todo el respeto para servir como ejemplo.
No me extrañaría que en su nueva rueda de prensa salga vestido de torero, se descubra la montera, y nos haga un solemne brindis, ¡va por ustedes!