Cuando empezó a rodar el rumor, que más tarde se confirmó en noticia, del retiro de Luck, mi reacción inicial fue de incredulidad: “esto no puede estar pasando, tiene que ser broma”. A medida que se extendían los comentarios en los grupos de NFL que comparto y también en twitter, también se extendía mi preocupación… Personalmente me enteré poco después de que Chad Kelly lanzó un pasé y Deon Cain lo transformó en catch y le agregó yardas hasta llegar a la endzone, en el partido de preseason que enfrentó a los Colts y a los Bears en el Lucas Oil.
Se hablaba ya de una conferencia de prensa al día siguiente en la que el propio Andrew Luck anunciaría su decisión. Me aferraba como un niño a su mantita de transición para que ese momento nunca ocurriese, para que sea solo un vaticinio inconcluso, que se disperse como el humo de una vela poco después de apagarse.
Nos sentimos traicionados
Celebro la superioridad moral de todos aquellos que levantaron el dedo acusador para señalar a los concurrentes al estadio que abuchearon a Luck tras enterarse en ese momento de la noticia de que el #12 no se pondría nunca más las hombreras. Tampoco el casco, ni sacaría un solo snap más bajo centro para ilusionarnos con la espiral prolija de un balón que abandonaba su mano surcando el cielo en busca de las suaves manos TY Hilton, su mancuerna favorita.
Esa gente se enteró allí, en vivo y en directo, de que sus sueños se iban por el sumidero, que su jugador favorito los dejaba, los abandonaba, para siempre. Ese abucheo fue la reacción primal que brotó de sus corazones y sus almas. De haber estado sentado en una de esas butacas esa misma noche junto a ellos, no puedo asegurarles que no hubiera unido a ellos.
Al día siguiente Luck brindó la inevitable conferencia de prensa y nos anunció la decisión que ya todos sabíamos: Su retiro de la NFL. El sentimiento de incredulidad desapareció y abrió paso a uno de rabia, furia: ¿Cómo puede ser que nos deje ahora? A dos semanas del inicio de la temporada. ¿Cómo puede ser que nos abandone, este año, con una OL Top-5 de la liga, con la mejor defensa que se haya visto en Indy desde los días de Mathis, Freeney y Sanders? Además, en su segundo año con Frank Reich, luego de haber llegado al juego Divisional la pasada campaña, me preguntaba.
Pero entendemos las emociones
Indudablemente todas mis preguntas quedaron huérfanas de respuestas. Es difícil describir con palabras la sensación de vacío que experimenté, cómo ese hueco en mi corazón se expandía hasta abarcarlo casi todo, cómo esa desazón me acompañó todo el fin de semana y aún no me he podido librar completamente de ella.
Luck habló de desgaste físico y mental, entre los motivos principales que adujo para tomar semejante decisión, a los 29 años de edad y en el “prime” de su prometedora carrera. Esta historia será vista en retrospectiva, como uno de los mayores “What if?” (“Que hubiera pasado si…”) de la NFL moderna: “¿Qué hubiera pasado si hubiese seguido jugando? ¿Cuál era el techo de su potencial? ¿Hubiera podido cumplir su designo de heredero de Manning?” otra tanda de preguntas sin respuestas. Para derramar ríos de tinta y océanos de caracteres en especulaciones incomprobables.
Asesinar a la “gallina de los huevos de oro”
Andrew Austen Luck era mucho más que un QB Franquicia, era un talento generacional, llamado a hacer grandes cosas de las que dejó sólo un breve muestrario. Como esa remontada épica a los KC Chiefs en playoffs, en la que recuperó un fumble, voló por encima de rivales y compañeros para anotar un TD. Pero algo falló en el proceso. En Indianápolis se cometieron una serie de errores carísimos que derivaron en este triste desenlace y hay responsabilidades para repartir en todos los estamentos de la institución.
Desde la oficina del dueño
Jim Irsay tomó dos malas decisiones que resultaron muy costosas. A la hora de diagramar el nuevo staff, el GM elegido fue Ryan Grigson y el HC Chuck Pagano. Ryan Grigson ganó el premio a manager del año, gracias a un draft que dejó a Luck, Allen, Fleener y Hilton en la plantilla y que torció el destino de un equipo que sin Manning registró 2 victorias y 14 derrotas. En un conjunto que accedió a playoffs y perdió el duelo de Comodines ante unos Ravens que terminarían alzando el Lombardi.
Pagano traía sus papeletas de gurú defensivo, formado en la Universidad de Miami y en los Baltimore Ravens, de marcada cultura e identificación con defensas dominantes. El Coordinador de la Ofensiva fue Bruce Arians, que ya había estado en Indy en tiempos de Manning y también había sido instrumental en el desarrollo profesional de Ben Roethilsberger. Pagano tuvo problemas de salud (una variedad de cáncer que felizmente pudo superar) y Bruce Arians fue el artífice de llevar la planilla diseñada por Grigson a un récord de 11-5, que motivó su premio como “Coach of the year” galardón que por primera vez se llevaba un coach Interino.
El temprano éxito de esta reconstrucción, se convirtió también en la pesada losa que se transformó en su lápida. Arians no pudo ser retenido y emigró a Arizona para asumir como Head Coach. Pagano jamás pudo conformar una defensa mínimamente competente, que se apoyó en los últimos años de Rob Mathis, tanto Grigson como Pagano fracasaron a la hora de buscar un sustituto para Arians, ni Pep Hamilton ni Rob Chudzinsky pudieron con la empresa.
Hasta la protección de Luck
Otro error de Grigson que costó caro a la hora de analizar la decisión de Luck fue su manifiesta incapacidad de montar una Linea Ofensiva decente. A pesar de contar con un LT franquicia heredado de Bill Polian, como es Anthony Castonzo. La humanidad de Luck recibió un castigo tremendo, hay que remontarse a los años de David Carr en los Texans de expansión para encontrar un precedente similar.
Ese castigo físico le produjo al menos 2 lesiones intercostales, 1 conmoción debidamente registrada, la laceración de un riñón (y su consecuencia de orinar sangre) y el desgarro del hombro de su brazo lanzar. Para empeorar la ecuación, Luck fue forzado a jugar disminuido físicamente, con dolor en su brazo de lanzar, solo para que Grigson y Pagano mantengan sus puestos de trabajos, escondiendo sus incapacidades a base de exprimir al prospecto surgido en Stanford. El último error recae nuevamente en Jim Irsay, por dejar a esta dupla de incompetentes demasiado tiempo en sus cargos.
Demasiado Tarde
Chris Ballard y Frank Reich, fungieron como GM y HC tras la finalmente tardía salida de Grigson y Pagano, pero a pesar de armar en dos años una defensa joven y competente, una ofensiva variada e imaginativa formada por buenos elementos y una OL Top-5, el daño ya estaba hecho. El juguete ya estaba roto, la salud física y mental de Andrew Luck le pasó factura y finalmente se decantó por el retiro. Lo cual a falta de dos semanas para el inicio oficial de la liga, parece sumamente inoportuno, pero no hay vuelta atrás y no hay nada que podamos hacer al respecto.
Finalmente en restropectiva, Luck no podrá ser el heredero del legado de Manning que muchos imaginamos y será recordado más como un moderno Bert Jones. Un QB con mucho talento que vio su carrera truncada por las lesiones. Hubo vida luego de Manning y la habrá tras la salida de Luck. Aunque suponga un golpe duro para las aspiraciones de lo que se estaba gestando en Indy ahora mismo, pero no queda otra que dar vuelta la página, ya lo dijo Ballard: “Nobody died, so we´ll move forward”.
GO COLTS
Martin H. Becerra