“Esta es una historia sencilla, pero no es fácil contarla. Como en una fábula, hay dolor, y como una fábula, está llena de maravillas y felicidad”. Con estas bellas palabras comienza una de las mayores joyas que nos ha legado el cine europeo. La adulta voz de Josué, entre el ulular del viento, nos anticipa el torbellino de emociones que va a sacudirnos al conocer la historia de su infancia narrada en la maravillosa película “La vida es Bella”.
La historia comenzó a fraguarse en la mente del director italiano mientras leía una biografía de León Trotski. Descubrió, entre las páginas del texto, un párrafo que consiguió captar toda su atención.“La vida es hermosa. Que las futuras generaciones la libren de todo mal, opresión y violencia y la disfruten plenamente.” Poco después de plasmar en su testamento estas palabras el revolucionario ruso moría asesinado a manos de Ramón Mercader siguiendo las órdenes de Stalin. Este grito de optimismo ante la adversidad ejerció como influjo inspirador que condujo a Benigni a iniciar su proyecto más ambicioso hasta la fecha.
Desgarradora y enternecedora a partes iguales, el filme es una oda consagrada al amor paternofilial. Es imposible permanecer impávido ante lo que Roberto Benigni nos relata. La estremecedora historia de Guido, Dora y su hijo Josué. El encomiable esfuerzo de un padre por disfrazar la maldad ante la dulce mirada de su hijo conmueve el corazón del espectador. Un adorable intento por mantener impoluta la inocencia del muchacho al transformar el infierno vivido en un campo de concentración en un juego para ganar un “carro blindado”. Benigni, siguiendo el ejemplo de Trotski, ha dejado en su testamento filmográfico un canto de positivismo y esperanza en mitad de la barbarie bélica.
La historia de nuestro protagonista también es difícil de narrar. Contiene los mismos elementos que la fábula de Josué. Hay lágrimas, derrota y sufrimiento intercalados con momentos de triunfo y felicidad. En este relato volvemos a encontrar una figura infantil y un progenitor que intenta endulzar la vida que desfila ante los ojos de su hijo. Nuestro protagonista no se llama Josué. No tuvo que soportar los horrores del nazismo. Es un chico sencillo nativo de Alabama. Su nombre es Jordan Howard.
LA INFANCIA DE HOWARD
Reginald Bernard Howard disfrutaba de una apacible vida junto a su esposa, Flora Hollis-Williams, en la pequeña localidad de Gardendale, Alabama. Había luchado sin descanso para conseguir todo lo que poseía. Abandonó su sueño de jugar al fútbol americano para centrarse en sus estudios universitarios. Decidió alejarse de los terrenos de juego de la universidad de Tuskegee para convertirse en un reputado dentista. Era conocido entre sus vecinos con el cariñoso apelativo de “Doc”.
El 2 de noviembre de 1994 la familia Howard daba la bienvenida a un nuevo miembro. Nacía el hijo pequeño de la casa, Jordan Howard.
Desde sus primeros y titubeantes pasos el pequeño Jordan demostró que había heredado de su padre la pasión por el fútbol americano. A la temprana edad de siete años empezó a preguntar en casa si podía jugar en el equipo del colegio. La primera respuesta que obtuvo fue un no rotundo.Tuvo que pasar un año entero preguntando con insistencia hasta que consiguió arrancar la autorización de sus padres para empezar su andadura deportiva.
La felicidad familiar parecía inalterable en el hogar de los Howard, pero la vida a menudo nos depara desagradables sorpresas en los momentos más inoportunos. Guido y Josué fueron detenidos por el ejército alemán en la librería que regentaba la familia el día del cumpleaños del patriarca. El infortunio golpeó a la familia de Jordan cuando el pequeño tenía siete años de edad. Su padre Reginald, tras múltiples pruebas y exámenes médicos era diagnosticado de fibrosis pulmonar. Una grave enfermedad respiratoria que carece de tratamiento eficaz y que va mermando progresivamente la función respiratoria. La noticia supuso un mazazo emocional para toda la familia.
Entre un padre y un hijo se generan vínculos muy poderosos. Invisibles lazos de unión que modelan, como si de una vasija de barro se tratara, el carácter del miembro más joven de la familia. El padre suele desear que su hijo alcance los sueños que le fueron negados en su juventud. Por su parte, el hijo toma al progenitor como modelo a imitar e intenta descubrir en sus facciones y sus actos a su yo adulto del mañana. Jordan Howard fantaseaba con convertirse en jugador profesional de fútbol americano. Reginald Howard no iba a consentir que una enfermedad pulmonar le impidiera luchar hasta la extenuación para que se cumplieran los deseos de su hijo.
El sábado era el día de la semana reservado a padre e hijo. Jordan disputaba sus partidos de la liga infantil. Si desde el césped alzaba la mirada y recorría las gradas con sus ojos, siempre iba a encontrar la figura de su padre entre los asistentes al encuentro. Reginald Howard no se perdió ningún partido de su hijo. Se desplazaban juntos a cada campo en el coche familiar cantando al unísono las canciones de rap que sonaban en el habitáculo del vehículo.
Muchos días, al igual que Guido, Reginald tuvo que disimular los síntomas de su fibrosis pulmonar para no preocupar a Howard. El sábado el protagonista era Jordan, la fibrosis pulmonar quedaba en un segundo plano para Reginald. Siempre estuvo al lado de su hijo. Incluso los días en los que la sintomatología era más intensa y las condiciones climatológicas más desfavorables. Esos días no ocupaba un asiento en la grada. Permanecía en el interior del coche observando con atención la actuación de su pequeño vástago.
Jordan Howard destacó desde sus primeros encuentros. Físicamente era muy superior a sus compañeros. Por dicho motivo, era conocido con el sobrenombre de “The Bulldozer”. Esta superioridad atlética fue la causante de que sus entrenadores le hicieran jugar en la línea ofensiva. Jordan no estaba cómodo. Quería jugar de running back. Para demostrar a todos que podía ocupar esa demarcación en la ofensiva del equipo retó a sus compañeros en pruebas de velocidad. Howard superó sin grandes dificultades a muchos miembros de su equipo. El cambio de posición de Jordan era inevitable. No tardó mucho tiempo en obtener un puesto como corredor del equipo.
Reginald alimentó las esperanzas de grandeza de su hijo pequeño. En el entorno familiar auguraba un brillante porvenir a su pequeño Jordan. Flora Hollis-Williams, su esposa, pensaba que su marido era el típico padre que, cegado por el amor y el afecto paternal, piensa que su hijo es una estrella en ciernes. El paso del tiempo, implacable juez que no viste toga ni birrete, ha demostrado que Reginald tenía razón.
El 31 de enero de 2007 el mundo de Howard se paralizó. A los doce años de edad Jordan perdía a su “mejor amigo y confidente”. Ese día fallecía su padre después de duros años de lucha contra la fibrosis pulmonar. Su obituario declaraba al mundo que Reginald había sido un hombre “apasionado en el amor hacia sus hijos”. Años después de su muerte Flora descubrió en casa una carta que su marido había escrito para Jordan. Con trazo firme y seguro Reginald afirmaba dirigiéndose a su hijo :“En mi libro eres el mejor de todos los tiempos”.
LA CAMISETA DE HOWARD
El primer partido que Jordan disputó tras la muerte de su padre significó el nacimiento de una costumbre que el corredor ha mantenido hasta la actualidad. Una emotiva forma de honrar la memoria de su padre. Particular homenaje para trasladar a Reginald al terreno de juego y continuar sintiendo su caluroso apoyo y afecto.
Debajo de la coraza, Jordan se pone en cada partido la misma camiseta desde los doce años. Una imagen de su padre decora la vetusta prenda de vestir. Una frase acompaña la instantánea de Reginald: “En memoria de mi padre. Doc Reginald Howard”.
La camiseta ha acompañado a Howard en cada encuentro disputado desde entonces. Desde infantiles hasta la NFL ha recorrido todos los campos de fútbol americano en los que Jordan ha jugado. El paso del tiempo ha dejado su impronta en la prenda. Ha perdido su blancura inicial, los restos de hierba, sudor e incontables lavados han dado paso a un tono amarillento caduco. No tiene mangas. Howard tuvo que cortarlas conforme su cuerpo daba el salto de la pubertad a la edad adulta.
Llegaron después otras muestras de admiración y recuerdo. A los 15 años, Jordan se cambió legalmente el nombre. Pasó a llamarse Jordan Reginald Howard. Pero la simbólica camiseta siempre tendrá el honor de ser recordada como el primer homenaje y seguirá estando presente hasta que las piernas de Howard aguanten.
CARRERA DE HOWARD
Motivado por el recuerdo y el vaticinio de su padre, Jordan continuó jugando al fútbol americano sin descanso, peleando por cada yarda en busca de un futuro brillante en los campos deportivos. El lugar en la grada que dejó vacante su padre fue ocupado por Flora. La madre de Howard solo ha faltado desde entonces a un partido de su hijo a causa de la muerte de un familiar cercano. Su tío Selwynn, hermano pequeño de su padre, emergió como figura masculina en la que apoyarse en momentos de flaqueza.
La carrera de Howard ha estado plagada de zancadillas desde sus comienzos. Pero Jordan nunca tiró la toalla. Ha superado muchos contratiempos hasta llegar al momento actual. Durante sus dos últimos años en el instituto de Gardendale sumó 2876 yardas terrestres a pesar de sufrir lesiones en la pelvis y en un menisco de la rodilla. Aspiraba a jugar en la marea carmesí. La universidad de Alabama era su máxima ilusión. Los ojeadores catalogaron a Jordan como un jugador de dos estrellas. Llegaron noticias de “otra Alabama”. La única carta que recibió era de la UAB. La universidad de Alabama en Birmingham.
La familia no daba crédito al escaso interés que había generado el corredor entre los diferentes programas deportivos universitarios del país.
Howard pasó sus dos primeros años universitarios en UAB. Corriendo sin descanso, con la camiseta en memoria de su padre pegada a su cuerpo. En veintitrés partidos jugados logró obtener 2468 yardas y 15 anotaciones terrestres.
Al final de su segunda temporada el destino puso una nueva piedra en la carrera de Jordan. Problemas económicos obligaban a la universidad de Birmingham a suspender sus actividades deportivas.
Howard no se rindió, tenía motivos para seguir pensando que la vida era hermosa. Encontró acomodo en Bloomington, Indiana. Su último año universitario jugó con los Hoosiers disputando nueve encuentros en los que volvió a dejar constancia de su calidad como corredor.
DRAFT y NFL
Jordan se sentía preparado para dar el salto a profesionales. Estaba dispuesto a demostrar a todo el mundo que su padre tenía razón. Las sensaciones eran positivas. Muchos analistas consideraban a Howard el tercer mejor corredor de aquella clase de 2016. Únicamente Ezekiel Elliot y Derrick Henry parecían estar por encima del jugador nativo de Alabama.
Otra vez recibió un jarro de agua fría. Tuvo que esperar hasta la quinta ronda para escuchar su nombre. Chicago invertía el pick ciento cincuenta de aquel draft de 2016 en el hijo de Reginald.
Conociendo la infancia e historia de Jordan podíamos sospechar que no iba a perecer en el intento. Acariciaba su sueño de juventud con la punta de los dedos. Había llegado el momento de dar un golpe de autoridad encima de la mesa.
La irrupción de Jordan en la NFL fue impactante. Diversas lesiones de sus compañeros otorgaron a Howard la titularidad en los Chicago Bears durante su primera temporada. Desde las primeras carreras demostró que había llegado a la mejor liga del mundo para quedarse. Terminó aquella magistral temporada con 1313 yardas y seis anotaciones de carrera. Obtuvo finalmente la recompensa a tantos años de tropiezos y dificultades. Se habían hecho realidad las conjeturas que muchos años atrás había verbalizado su padre a sus más íntimos allegados.
Jordan nunca ha olvidado sus orígenes. Tiene muy presente en todo lo que hace a su padre y a toda su familia. Siempre corre con un objetivo en mente. Durante sus años en Chicago apoyó asiduamente a la fundación de la fibrosis pulmonar. Donaba dinero con regularidad para ayudar a entender y estudiar la enfermedad que le arrebató a su padre.
NUEVA ETAPA
El resto de su carrera deportiva es conocida ampliamente por la mayoría de aficionados al fútbol americano. A pesar de ser el tercer corredor que más yardas ha obtenido en la NFL desde 2016 perdió la confianza del cuerpo técnico de los Bears. Tuvo que viajar a Filadelfia para jugar con los Eagles durante la temporada 2019. No olvidó incluir entre las múltiples pertenencias que llenaban su maleta una vieja camiseta sin mangas que conserva desde su infancia.
Esta próxima campaña Howard tiene un nuevo hogar. La ciudad de Miami es su próximo destino. Reginald recorrerá junto a Jordan cada domingo el Hard Rock Stadium. Estampado en su roída camiseta, cerca del corazón y los pulmones de su hijo. Insuflándole en cada yarda recorrida el oxígeno que le faltaba en vida.
Reginald Howard dejó un legado impagable en la mente de su hijo. Una lección vital de optimismo y sacrificio. Le demostró a su hijo, como escribió Trotski, que la vida es hermosa y le enseñó a disfrutarla plenamente. Jordan Howard ha comprendido con el paso del tiempo el esfuerzo que realizó su padre. Convertido ya en un hombre adulto y maduro podría susurrarnos la misma frase de despedida que nos regala Josué al final de la emotiva película: “Esta es mi historia. Ese es el sacrificio que hizo mi padre. Aquel fue el regalo que tenía para mi”.
Mortal la historia de J.Howard, como uno de sus Fans que disfruto de como hizo huecos y movía defensas cuando corrió con mis Eagles solo tengo una increíble admiración y lo voy a extrañar muchísimo con los colores de los Eagles…
Gracias Hugo por esta hermosa historia de nuestro querido Jordan
Muchas gracias Mauro ! Me alegro de que te haya gustado el artículo y la historia de Jordan
Gracias a ti por leerla y disfrutarla Nonis ! Espero mucho de él en Miami
Felicidades Hugo, siempre entregando artículos de calidad pero sobre todo llenos de verdad y conciencia, muchas gracias por dejarnos conocer un poco más de la vida de nuestros heroes de cada domingo!
Saludos desde Monterrey, México. #FinsUP
Muchas gracias Por tus palabras Omar! Me alegro de que te haya gustado el artículo . Esta escrito con toda la emoción que me despertó la historia de Howard . Estas historias personales de los jugadores me fascinan , me alegra ver que tienen buena acogida entre los seguidores de la NfL en general y de los Dolphins en particular
Muchas gracias , Fins Up !
Qué gran historia y qué bien escrita y contada Hugo.
Aunque el artículo sea largo, es de esos que no puedes ni quieres terminar de leer.
Te engancha.
Enhorabuena.
Muchas gracias por tus palabras Pablo , me alegro que te haya gustado , es una historia que me enganchó desde que la conocí y tenía muchas ganas de contarla y narrarla bien .