El quarterback de los Ravens echa un pulso a los propietarios de la NFL, que cierran filas para que el contrato de Deshaun Watson sea una aberración y no la norma.
La noticia de que los Ravens ponían el franchise tag a Lamar Jackson no pilló por sorpresa a nadie. Era lo previsible, a pesar de esas supuestas intenciones de renovar el contrato de Jackson antes de la fecha límite de franchise tag, que el front office de Baltimore hacía llegar a los medios. Incluso el hecho de que fuera el non-exclusive franchise tag parecía la opción más probable ya desde hace semanas.
En resumidas cuentas, los Ravens aceptaban el órdago de su QB franquicia y le permitían buscar en el mercado ese contrato 100% garantizado que exige.
O viéndolo desde otro ángulo: Los de Baltimore van a usar al mercado — es decir, a las otras 31 franquicias — como mediador en sus negociaciones con el jugador: “Consigue el mejor contrato posible, y nosotros lo igualaremos”.
Quizás los Ravens creen que Lamar no conseguirá el contrato que busca. O quizás ya lo saben de antemano, porque el mercado está trucado.
En el artículo sobre la offseason ya elucubré sobre una posible colusión entre los propietarios para asegurar que el contrato que Watson consiguió de Cleveland no se convertía en un precedente, sino en una aberración. Una excepción estadística que se debe dejar atrás.
Y ahora, seguramente fruto de la casualidad, nos encontramos con que todos los equipos con situaciones precarias en relación a sus quarterbacks se apresuran a hacer saber que no intentarán contratar a Lamar Jackson. Lamar Jackson: 26, MVP 2019, record 45–16 en la NFL. Y Atlanta se encuentra más cómodo con Desmond Ridder. Ya.
El hecho de que un QB top-5 de la liga, ganador del MVP y aún en la fase ascendente de su progresión, se encuentre dentro de lo que podemos llamar “disponible” es algo que en la NFL simplemente no sucede.
Que cuando los astros se alinean y aparece un unicornio de este calibre, la reacción unánime de los equipos sea “meh», debería parecernos extraño. Y la velocidad con la que la retahíla de potenciales destinos ha manifestado públicamente su desinterés, no debería ser menos que indignante. Es el descaro de unos propietarios que no van a aceptar que un jugador se erija como el Espartaco de la liga (Espartaco el gladiador, no el torero, espero que no haga falta el matiz), y consolide los contratos 100% garantizados para los quarterbacks.
Lo más curioso del caso es la cantidad de medios y analistas haciendo contorsionismo argumentativo para justificar que equipos como Atlanta o Carolina decidan despreciar a Jackson de esta forma. Equipos ambos, que hace un año estaban dispuestos a remover cielo y tierra para hacerse con los servicios de Deshaun Watson, ni más ni menos. Se habla de lesiones, del peso, del estilo de juego, de ser su propio agente…no compro. Un mundo donde los Jones, Wentz, Carr y compañía se valoran como se valoran es, desde lo puramente deportivo, incompatible con este desprecio a Lamar Jackson.
Aún hay tiempo, y Lamar solo necesita un propietario disidente para llevarse todas las fichas. Pero todo apunta a que Jackson se ha lanzado en una cruzada contra el sistema, y cuando ha mirado por encima del hombro se ha dado cuenta de que está completamente solo.
Los posibles desenlaces son muchos. El menos probable (en mi humildísima y frecuentemente equivocada opinión) es que Lamar deje los Ravens a cambio de dos primeras rondas de draft. Creo que los de Baltimore realmente tienen intención de igualar cualquier oferta, y si perdieran el jugador sería en un “match & trade”: igualarían la oferta y acordarían un trade ad-hoc con la franquicia en cuestión. Pura especulación en cualquier caso.
Personalmente, espero que Lamar aterrice lo más lejos posible de la AFC North. Una pequeña victoria para Cleveland, que falta nos hace.
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