Playoffs.
Permanezco inmóvil en la estación mientras veo alejarse su tren y se extingue en la lejanía el ruido de la máquina. Mi mano, aún en alto en una despedida congelada. “¿Por qué sonríes, imbécil?” –me digo-. Ella se ha ido. Y no va a volver hasta Septiembre. Sabías que esto podía pasar, por más que te empeñases en no querer imaginarlo cuando comenzaste con ella. Hace de eso ya 17 semanas. ¿Cómo han podido pasar tan rápido? 17 semanas de frenesí, de éxtasis, de discusiones, de enfados, y de hacer las paces. 17 fugaces semanas para los amantes incomprendidos. Aquellos para quienes los playoffs suponen el final a la relación con nuestra querida franquicia de la NFL, y no volver a verla hasta la próxima temporada. Playoffs.
Regreso lentamente paseando mi tristeza. Nos prometimos amor eterno, ¿cuánto tiempo significa? La distancia es el olvido, y aunque 8 meses no es nada que diría el tango, para los sentimientos es demasiado tiempo. ¿Y si entonces ya no le gusto? ¿Si cuando nos volvamos a ver dice que me quiere sólo como amigo? ¿Y si para recomponer su figura viene envuelta en una dieta de tanking y ya no me resulta tan excitante como antes?
Observo con envidia otras parejas. Igor camina orgulloso del brazo de Steelers, bien alta ella, pisando con el garbo de sentirse admirada. Pedro roba a su amada Rams un romántico beso tras un árbol. Paclo se gira indignado porque le silban a su despampanante Panthers de vaqueros ajustados. Contemplo con melancolía a Álvaro y Vikings, cogidos de la mano ante el escaparate de una tienda de muebles, comentando lo bien que quedaría el trofeo Lombardi en aquella repisa. Incluso siento celos de las discusiones de pareja entre Luismi y Patriots, para quienes el final de la temporada regular nunca significa absolutamente nada en su relación.
La dura soledad mientras otros disfrutan de los playoffs
Quedo a tomar unas cervezas con Jorge, el único que me comprende. Trata de convencerme de que este tiempo de separación es el mejor, que fortalece la relación. Me dice que imagina a su querida Browns aprovechando estos meses para ponerse más bella para él. Sonrío y le doy una palmadita en el hombro, ¡claro que sí, compañero! Brindamos los dos por el mutuo autoengaño. Conocemos tan bien a nuestras respectivas parejas que sabemos que volverán a partirnos el corazón.
En la mesa de la esquina, veo solitario a Diego. Lágrimas adolescentes ruedan por la pantalla del Smartphone donde se refleja el último selfie de su querida Chargers. En el otro extremo de la barra, Iñigo ignora las miradas insinuantes de Pilarica, una joven del barrio. Cuando llegan los playoffs, todos los abandonados añoramos el calor de otra franquicia a quien abrazarnos. Pero sabe que buscar consuelo en otros brazos nunca será comparable al amor por su Redskins.
Mi historia, sus historias, se reproducen en todos los rincones donde viven seguidores de la NFL. Pero no por repetida es menos dolorosa la separación. El mal de muchos nunca consuela a nadie. La eliminación de nuestros equipos de la competición nos aboca al duelo. La psiquiatra Kübler-Ross definió 5 etapas en el proceso para sobrellevar la pérdida. No siempre se cumplen todas, ni necesariamente por este orden, pero los aficionados a quienes el destino nos ha arrebatado nuestra media naranja, las reconocemos bien. Hemos pasado por ellas en más de una ocasión.
Negación: Esto no puede estar ocurriendo de verdad.
Nacho está en fase de negación. No puede creer que por segundo año consecutivo su preciosa Ravens se haya marchado en los últimos segundos. Aún puede sentir el tacto de sus manos, aferrándose con fuerza contra la fatalidad. No fue una relación fácil, tuvieron todo en contra desde el principio. Soportaron juntos la enfermedad y la convalecencia. Pocos apostaban porque llegaran hasta el final. Decían de ella que no era bonita, esos insensibles que sólo saben apreciar la belleza exterior. No puede ser, se repite atormentado, no es justo, teníamos los playoffs tan cerca…
Sólo quienes ya hemos experimentado antes este dolor podemos comprenderlo. Le abrazo sin decirle lo que pienso. Que en la vida, como en la NFL, no hay que dar nada por hecho. Debemos pelear siempre hasta el último aliento por esa chica, por esa decisiva victoria. De no hacerlo, lamentaremos no haber aprovechado esos instantes. Esas oportunidades perdidas que en su momento pensamos que no importan, pero después echamos en falta.
Ira: ¿Por qué todas las desgracias me pasan a mí? No hay derecho
El estruendo de la vajilla rompiéndose contra el suelo me hizo comprender que Carles estaba en la fase de ira. Subo a su piso y le encuentro con el rostro encendido de furia por la ausencia de Packers. Compruebo que el ruido que había escuchado son recuerdos queseros hechos añicos. No es justo, me grita mientras le intento serenar. Nada que le diga podrá calmarle, así que me siento a su lado y le escucho. Esta vez el ridículo es tal que ni siquiera hemos llegado a playoffs, clama mientras aprieta los puños. ¡Malditas lesiones! Y estos impresentables que dirigen al equipo, tan acostumbrados a que con Rodgers era suficiente, despreciaron mejorar el fondo de banquillo y reforzar las otras posiciones. Siempre la misma historia, estoy harto. Estamos echando a perder lo que debería ser la carrera triunfal de un quarterback de leyenda.
Palabras llenas de rabia salen por su boca. Que se vayan Capers y Bennett, y se lleven a todos sus entrenadores de posición. Que se vaya Thompson y toda su junta directiva. Y al principal culpable, McCarthy, que es el primero que debería irse, ¡le renuevan! ¿Lo puedes entender? Como novio de Bengals que soy, asiento con la cabeza. No sabes hasta qué punto te comprendo, le confieso. Una vez se ha desahogado, y ya más tranquilo, le dejo porque tengo otro compromiso. Mientras acudo a la cita, reflexiono sobre su estado. Tenemos lo que nos merecemos. Creemos que nuestra pareja cambiará, pero nunca lo hace. Algunas veces, la responsabilidad de nuestras desgracias no debemos buscarlas en factores ajenos.
Negociación: Algo se podrá hacer para evitarlo, ¿no?
Voy a visitar a Pablo. Me dicen que está en la fase de negociación. Me abre la puerta en pijama y despeinado, con la barba desaliñada. Sus ojos enrojecidos me convencen que aún no ha superado el trauma de la marcha de Seahawks. No es justo, me comenta. Todos nos decían que hacíamos una gran pareja, y nos veían llegar juntos hasta el altar de la Super Bowl. Compruebo que no tenga alcohol en casa. Beber puede apaciguar momentáneamente los demonios internos, pero nunca es la solución.
En su angustia, trata de explicarme lo absurdo del sistema de clasificación a playoffs. Cómo puede ser que estén eliminados mientras siguen en la contienda equipos de la otra conferencia de evidente menor nivel. Me callo para no recordarle cuando ellos mismos entraron en postemporada con balance de 7-9 en la campaña 2010. Continúa argumentando que una temporada regular más larga contribuiría a equilibrar estos desajustes, y si además se añade otra jornada de bye, se podrían recuperar lesionados. En esto último le doy la razón.
Intento animarle poniendo música. “Seattle tiene un color especial”, me dice que era su canción favorita. Vemos fotos antiguas. De ellos disfrazados de verde fosforito, viendo juntos partidos de los Huskies, otra con Shaun Alexander… Finalmente se queda dormido y me voy sin hacer ruido para no despertarle. Las reglas son las que son, e injustas o no, iguales para todos. Como los arbitrajes, que unas veces te dan y otras te quitan. No tiene sentido usarlo como excusa para quedar excluido de playoffs.
Depresión: La pena me invade, ¿para qué seguir?
De regreso me cruzo con Martin. Su andar cabizbajo denota que no está bien desde que Cowboys se fue. Le saludo y me contesta desganado que viene del psicólogo. Está en fase de depresión. La terapia ayuda, pero el dolor es profundo. Resulta difícil encajar cómo es posible que esa plantilla vuelva a quedarse un año más fuera de la carrera por el anillo. Le acompaño hasta su casa mientras me repite que es inconcebible, que no es justo. Una línea ofensiva de escándalo, el mejor runningback de la liga, playmakers en las posiciones de receptor e incluso este año habían recuperado el pass-rush.
En su desánimo, ya no culpa por no estar en playoffs a Goodell, ni a Garrett, ni a Prescott… Tampoco a las lesiones de Smith, o de Lee. Sólo tiene lamentos para la mala gestión del caso Elliott, que más valdría que hubiese cumplido la sanción al principio para después darlo todo al final. Hacia la distracción que supuso el enfrentamiento de Jerry Jones con la liga. Hacia los pésimos planteamientos de los partidos. Le dejo en el portal mientras le recuerdo que su equipo es aún muy joven, y el año que viene volverá a estar entre los favoritos. El año que viene, siempre el año que viene, repite con pesar.
Me despido pensando si estos propietarios presuntuosos, enfermos de protagonismo, son conscientes del daño que hacen a estas criaturas. Jones, como muchos otros, consideran a su equipo de su propiedad exclusiva, y aunque ciertamente lo sean, desprecian el impacto que sus despóticas decisiones causan a los seguidores. En su vanidad, prefieren peleles pusilánimes en los puestos principales para seguir ejerciendo su voluntad. Cuando actores externos se entrometen en las relaciones de pareja, nunca suele acabar bien.
Aceptación: No hay remedio, debo enfrentar la realidad
Me entra un mensaje de voz en el móvil. Es Jagoba. Su tono de voz revela que ha empezado a superar la separación de Raiders y se encuentra en fase de aceptación.
Empieza diciendo que, aunque no es justo haber quedado eliminados tan pronto para playoffs, ellos que se postulaban como la alternativa a la dictadura de Patriots en la conferencia, en el fondo, ha sido para bien. Ha permitido ver en qué fallaba la relación, y deshacerse del lastre que les impedía avanzar. Me confiesa emocionado por la inminente llegada de Gruden y la revolución en el staff técnico. Incluso me apunta que ya ha empezado a ver chicos para el draft, y espera que la monedita les otorgue la 9ª elección. Mentalmente, le doy la bienvenida al club para quienes el draft comienza casi 4 meses antes. También me comenta que ve con mejores ojos la mudanza a Las Vegas, como una oportunidad para empezar de cero.
Cuelgo con una sonrisa, lo que no me viene mal para un día tan complicado. Me alegro que esté mejor. “No es justo”, es el repetido lema de todos mis amigos que están en idéntica situación a la mía. Por supuesto que es justo, pero no queremos admitirlo. Si nuestra amada se ha ido, es porque algo no iba bien. La gestión de la plantilla en pretemporada, la elección del plan de juego por los entrenadores, la adaptación a las inevitables lesiones… y esa pizca de suerte que toda relación sentimental necesita.
Cada día falta un día menos para la temporada 2018
Nos queda lo peor. Sobrellevar esa dolorosa travesía de soledad esperando su regreso. Pero no debemos abandonarnos. El recuerdo de su aroma, de su mirada, debe empujarnos a mantener viva la llama del amor hacia nuestra franquicia. Vendrán las renovaciones, la agencia libre, el draft, los OTAs, los training-camps… Se nos olvidarán las noches de insomnio, las decepciones, las discusiones que nos sacaban de quicio, y sólo recordaremos la emoción de su presencia, las noches de locura, las mariposas en el estómago cada domingo. Y por más que en el fondo sepamos lo improbable de que este noviazgo llegue a buen término, allí estaremos todos de nuevo, esperando su vuelta junto al andén de la estación el próximo 6 de Septiembre. Con un ramo de rosas en una mano, y el corazón en la otra.