La pesadilla de la offensive line

 

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Imaginaos, por un momento, que no tenéis ni idea de football. Nunca habéis visto un partido, no os suena nada de nada este deporte y yo os lo  intento explicar un poco por encima. Cuatro pinceladas. Un equipo ataca y otro defiende. El que ataca ha de ir ganando yardas con el objetivo final de llevar el balón hasta el final del campo (zona de anotación). Lo hace básicamente de dos formas: pasando o corriendo. Pasando, a través de un jugador (quarterback) que intenta pasarle el balón a otro (receptor o wide receiver). Corriendo, a través de un jugador (running back) que recoge el balón del quarterback e intenta  correr lo máximo posible. La defensa va a intentar para todo esto. ¿Cómo? Pues empezando por intentar detener al quarterback y al corredor desde el inicio a través de una serie de jugadores (defensive line) que no se van a andar con tonterías y que va a ir a por todas. Si esto funciona la jugada está muerta. Para que esta línea defensiva no logre su objetivo, el ataque tiene una serie de jugadores (ofensive line) de esos grandotes y fuertotes que intentan parar esa envestida rival y proteger a toda costa a su quarterback y abrirle hueco a su corredor con el fin de que el ataque progrese.

Se entiende, ¿no? ¿Qué opináis de cómo han de ser estos jugadores de la offensive line? ¿Han de ser buenos, ¿no? Su papel es importante, ¿no?.  Si ellos fallan el ataque no funciona, ¿no?. Pues ahora me hacéis el favor de cogeros un billete para el primer avión con destino a Seattle y una vez allí os montáis en un taxi que os lleve al Century Link Field, entráis en las oficinas, preguntáis por un tal Tom Cable y se lo explicáis. Si os hace caso os pago el billete y los gastos. Juego con ventaja, porque me da a mí que no vais a conseguir nada. Por cierto, ¿quién es Tom Cable?. Pues es el offensive line coach, es decir, el entrenador de la línea ofensiva. Es el que los entrena, dirige y mueve por el campo. Es uno de los máximos responsables, aunque no el único, de que la línea ofensiva de Seattle Seahawks sea una de las peores de toda la liga. Ya hace un tiempo que lo viene siendo y el problema es que, todo apunta a que, al menos a corto plazo, el panorama no va a cambiar mucho.

El deterioro que ha sufrido esta unidad desde 2014 (año en el que se consiguió la SuperBowl) es más que evidente.  De aquella formación ya no queda ningún jugador. Poco a poco se han ido perdiendo piezas en la agencia libre. A pesar de que tampoco estamos hablando de una línea de las más destacadas en esos años, sí que mostraba cierta solvencia y sobre todo experiencia y adecuación al juego. Primero fue Breno Giacomini , al año siguiente James Carpenter  y Max Unger  y finalmente Rusell Okung y J.R. Sweezy. Excepto en el caso de Unger, estamos hablando de unos jugadores que no han conseguido estar en el top 10 de su posición.  Por lo tanto no estamos ante una desmantelación que haya propiciado una pérdida de calidad tal que se haya pasado de ser una unidad top a una de las últimas. Simplemente se ha pasado de ser una unidad apañadita a ser una de las peores.  Si tiramos de estadísticas, según ProFootballFocus, Justin Britt ha sido el único jugador con un grade aceptable (83,9) en su posición de center mientras que el resto está por debajo del 54: Mark Glowinski (LG, 53’6), George Fant (LT 27’6), Germain Ifedi (RG, 35’9) y Garry Gilliam (RT, 38’0). Números desastrosos.

Pero más allá de los números,  las sensaciones que da esta unidad son malas. Muy malas. Ya la temporada pasada se vieron los tremendos problemas en pass protection, los cuales se han visto altamente incrementados este año. Rusell Wilson ha sufrido un total de 42 sacks (la sexta peor marca) y 111 golpes directos (la cuarta peor marca). Me lo van a matar. Es evidente la inconsistencia y permeabilidad de la línea. Y lo es de una forma homogénea. Es decir, nos entran por todos los lados. Individualmente se ven muchos fallos en cuanto a técnica de bloqueo, manejo de manos y pies, reconocimiento de jugada, penalizaciones, etc.  Colectivamente son numerosos los errores de comunicación en las asignaciones de bloqueo y de cierre de gaps que, en muchas ocasiones, generan verdaderas autopistas para los defensores rivales. A Wilson, en definitiva, se le llega muy rápido y muy fácil. Que sí, que Wilson se mueve fuera del pocket como pocos, pero una cosa es correr para generar ataque aunque sea de una forma algo anárquica, y otra es hacerlo para que no te rompan todos los huesos de tu cuerpo una vez tras otra. Es cierto que en algunos partidos se ha visto una línea algo más consistente en ese sentido. Sin embargo lo ha sido frente a defensas no muy presionantes y de forma muy poca continuada. El gameplan en ataque tampoco ha ayudado mucho y no se ha sabido adaptar en numerosas ocasiones a las circunstancias. Han sido muy pocos los partidos en los que se ha visto a Wilson soltar rápido el balón y conectar con sus receptores en rutas más bien “cómodas” para ir moviendo las cadenas e ir cogiendo ritmo en ataque.

La marcha de Marshawn Lynch ha evidenciado otro gran problema que hasta el momento estaba tapado por la calidad y la magia de Beast Mode. La carrera no funciona como antes. Lynch era capaz de tapar las carencias en este aspecto, pero ya no está y el backfield actual necesita de una línea que le eche una mano. Aquí también se ven deficiencias en bloqueos y asignaciones en el juego de carrera en zona que practican los Seahawks, aperturas de gaps y  dificultades para acceder al segundo nivel.

Tom Cable tiene mucha parte de culpa en todo esto ya que no es capaz de hacer funcionar a sus jugadores. Pero no es el único al que deberíamos mirar. Yo culpo, y mucho, tanto al entrenador Pete Carroll como al general manager, John Schneider. Y para que yo culpe a estos dos es que lo cosa es seria, ya que los tengo en un pedestal. Pero la gestión que están haciendo con la OL no la acabo de entender.  A la hora de seleccionar jugadores (especialmente los que vienen del draft) se basan de forma casi exclusiva en el SPARQ, un ratio matemático que se utiliza para calcular cuál es el mejor físico para cada posición del campo. Es decir, se priorizan las condiciones físicas relativas a la posición por encima de cualquier otro aspecto. ¿Y las condiciones técnicas? ¿Y la capacidad de asimilar y aprender esquemas y situaciones del juego? ¿Y la capacidad de comunicación y de jugar en equipo? Esos “intangibles” se deja en un segundo plano y se confía en que se pueden ir aprendiendo. Y es por ahí por donde vienen, a mi entender, muchos de los problemas. Una buena línea ofensiva requiere de una combinación de físico-técnica-comprensión del juego que, desgraciadamente, nuestros jugadores no tienen y no desarrollan como es debido (aquí culpo mucha a Cable).  Por poner un ejemplo, George Fant  (left tackle titular), es un jugador rookie undrafted que en su etapa en la universidad de Western Kentucky se pasó cuatro años jugando al baloncesto y uno al football pero como tight end. Es decir, estas dándole la responsabilidad de cubrir el lado ciego de tu quarterback (el que se supone que es más importante) a un jugador novato que en su vida ha jugado un solo snap en la línea ofensiva. ¿Por qué? Pues porque se supone que tiene unas condiciones físicas ideales para la posición pero, de momento, nada más. Y el chaval ha hecho lo que ha podido, pero ha sufrido lo indecible por la sencilla razón que no conoce la posición.  Eso y experimentos como intentar mover a un jugador defensivo para jugar en la línea ofensiva o mover a otro de posición dentro de la misma hasta encontrar la “menos mala” son cosas que no me cuadran. Los experimentos con gaseosa, oiga, que esto es la NFL.

George Fant (antes y después) www.profootballweekly.com

Y entonces , ¿qué hacemos?. ¿Cómo arreglamos el tema?.  Ojalá tuviera la respuesta porque me hacía de oro. La confianza en el proyecto por parte del staff técnico sigue ahí. Pete Carroll ya está mandando mensajes de continuidad, de estar contentos con el desarrollo y la evolución de la unidad, de alta competitividad, de que el año que viene veremos otra historia, etc. A pesar de que este año hay bastante espacio salarial (alrededor de 30 millones de dólares según  Over The Cap) y que no se prevé mucho gasto en renovaciones, Carroll ya ha anunciado que no se va a estirar mucho. No es que la agencia libre este año sea para tirar cohetes pero hay algún que otro jugador como Kevin Zitler (OG, Chiefs) o Rocky Wagner (OT, Ravens), por ejemplo,  que podrían encajar y dar consistencia y veteranía a la línea. Hay que recordar que la línea ofensiva actual es una de las más jóvenes y la que ocupa menos espacio salarial de toda la NFL. Con este panorama surge la duda de qué jugador de la agencia libre va a querer venir a una franquicia que no está acostumbrada a soltar la pasta a los jugadores de línea ofensiva y donde se va a encontrar una unidad muy deficiente. Complicado.

El draft, por su parte, siempre ha sido la base de la construcción de esta plantilla. Aunque este año la clase, en cuanto a línea ofensiva se refiere, es de muy baja calidad. Apenas hay un par de jugadores merecedores de primera ronda y es muy probable que ya no estén disponibles para Seahawks . Y no hay que olvidar que los drafts de Schneider y Caroll son complicados de entender, al menos, de entrada.

Tom Cable intentando poner orden.
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Esta plantilla sigue siendo competitiva. Seguimos teniendo aspiraciones a pelear por grandes cosas. Tenemos una defensa que necesita retoques pero sigue siendo la referencia del equipo y un ataque que, sabiéndolo manejar, puede dar sus frutos. Eso sí, para que todo esto funcione, Tom Cable y compañía se tienen que enterar de una vez por todas que una offensive line es algo más que unos gorditos en movimiento. No vale cualquiera ni de cualquier forma.

GO HAWKS!!!

Pablo Miralles (@seattlefspain)

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