Empieza la época clave de la temporada, esa en la que un error te puede costar caro, en la que de nada sirve lo bien que lo hayas hecho en temporada regular, los playoffs son crueles y no perdonan. Siete equipos de cada conferencia son los afortunados que se han plantado en este escenario, todos ellos con alguna posibilidad real de levantar el preciado Lombardi en febrero, hasta el mayor sapo puede convertirse en príncipe en la Super Bowl. Llegamos Llegamos Llegamos Llegamos Llegamos Llegamos Llegamos Llegamos Llegamos Llegamos Llegamos
Hay miles de ejemplos en los que se puede ver el caos de los playoffs: Peyton Manning, una de las indiscutibles estrellas de este deporte, tiene un récord de 14 victorias y 13 derrotas o lo que es lo mismo, un 51%, porcentaje que contrasta con el 70% que tiene en temporada regular. Llegamos Llegamos Llegamos Llegamos Llegamos Llegamos Llegamos
Se podrían achacar muchas de esas derrotas ante los New England Patriots de su rival Tom Brady pero lo cierto es que solo tres de ellas han llegado a manos del actual mariscal de Tampa Bay.
La carrera de Peyton Manning por la postemporada no fue sencilla. Su primer paso fue en su año sophomore. Los Indianapolis Colts consiguieron el bye tras cosechar un récord de 13-3 en temporada regular. El debut de Peyton en playoffs sería ante los Tennessee Titans, equipo que había conseguido el mismo récord. Ese día el mariscal tuvo un 19 de 42 para 227 yardas, sin pases de TD ni intercepciones. El partido finalizó con un resultado de 19-16 para Tennessee en una gran actuación de Eddie George (162 yardas de carrera y 1 TD). Peyton corrió la misma suerte en sus dos siguientes viajes a postemporada, y se llevó un severo correctivo en el año 2002 cuando los Jets les pasaron por encima con un contundente 41-0.
Manning no conoció la primera victoria en playoffs hasta 2003. En el año de su primer MVP, el QB por fin hizo un gran papel en playoffs, y llegó a la final de conferencia donde cayó eliminado contra los Patriots en el que fue su primer duelo con Brady en postseason. Se demostraba que la crueldad de los playoffs no entiende de estrellas ni grandes nombres.
No nos movemos del estado de las 500 millas para ver cómo, cuando parece que el mar está en calma y parece que el equipo va a llegar al puerto de la siguiente ronda, los playoffs desatan su tempestad y el barco se hunde agotando el sueño del Lombardi.
Nos remontamos al año 2013. Los Kansas City Chiefs, que llevaban hasta ese momento una racha de siete partidos de playoffs perdidos de manera consecutiva, visitaron en la wildcard a los Indianapolis Colts campeones de la AFC Sur. La ofensiva de los Chiefs, estuvo comandada por Alex Smith, un QB aseado que nunca ha sido una gran superestrella pero que no comete errores y Jamaal Charles que por aquella época era uno de los mejores running backs de la liga. A pesar de la temprana lesión de este último por un golpe a la altura de la rodilla, los de Arrowhead lograron una primer parte demoledora, donde anotaban a placer en ataque, ganando yardas con una facilidad pasmosa gracias al juego de pase de su QB que parecía estar tocado por una varita.
Provocaron un fumble y varias intercepciones de Luck les hicieron colocarse 38 – 10 a falta de trece minutos para el final del tercer cuarto. Parecía que el pescado estaba vendido pero una vez más, los playoffs no dictan sentencia hasta que el reloj llega a cero. Tras una nefasta primera parte, Andrew Luck se echó el equipo a las espaldas y comandó su ofensiva en un tercer cuarto mágico donde su equipo anotó tres pases de TD dejando la distancia a 10 puntos que recortó en el último cuarto -con TD a lo Superman incluido- tras recuperar un fumble en la yarda 1 rival. El partido concluyó con la victoria de Indianapolis por 45-44 en un espectáculo ofensivo donde Andrew Luck y Alex Smith pasaron para 443 y 378 yardas respectivamente y cuatro pases de TD cada uno.
La crueldad de los playoffs llega a tal punto que incluso tras una temporada completamente perfecta y sin errores, tras cinco meses en los que la franquicia ha hecho el trabajo a la perfección, se desata la tormenta y hace que todo el trabajo niquelado que habías hecho haya quedado en una anécdota y en un atisbo de hacer historia.
Un claro ejemplo lo vemos en el año 2007, cuando los New England Patriots se presentaban en la Super Bowl XLII tras hacer una temporada perfecta. Llegaron al último partido de la temporada tras haber ganado todos sus partidos menos tres por más de una anotación de TD. Eran los claros favoritos para llevarse el Lombardi y reeditar la temporada perfecta de los Miami Dolphins del año 1972 (aunque en esa época eran 14 partidos de temporada regular).
Su rival, unos New York Giants a los que ya habían derrotado en la última semana de temporada regular con el equipo ya clasificado. El equipo de la Gran Manzana había terminado la temporada regular con un récord de 10-6 lo que le valió para ser el quinto mejor equipo de la NFC y conseguir un puesto en wildcard. Mientras los de Boston tuvieron un camino placentero hasta la tierra prometida, los Giants llegaron sufriendo, eliminando a los dos mejores equipos de su conferencia con marcadores ajustados y con un Eli Manning que por veces parecía su hermano Peyton.
El partido decisivo fue un dominio de las defensas en las que a los ataques les costaba sudor y lágrimas avanzar cada yarda. Ningún equipo parecía distanciarse en el marcador y quedaba todo abierto para el último cuarto. Los Giants se ponían por delante en el electrónico por primera vez tras el 3-0 inicial gracias a un pase de Eli Manning para David Tyree, un receptor que había pasado sin pena ni gloria por la liga pero que puede decir que ha anotado un TD en la Super Bowl. A falta de once minutos para el final del partido, los Giants ponían el 10-7, todo estaba aún por decidir.
Después de dos drives terminados en un punt por cada equipo, Tom Brady activó el modo MVP y movió a su ataque en un drive largo de 80 yardas que culminó con un pase de TD para Randy Moss. Dejaban así a su equipo con pie y medio de ser campeones del preciado Lombardi, pues quedaban 2:42 minutos y los Giants necesitaban un TD en un partido en el que conseguir puntos estaba siendo arduo complicado.
Y una vez más la jungla mostró su cara más terrorífica a los Patriots de la temporada perfecta. Eli Manning prácticamente sin tiempo arrancaba el drive en su yarda 18. Tras gastar más de un minuto y salvar un cuarto down, el “hermanísimo” todavía estaba en su yarda 43 y con un difícil 3&5. Arrancó el snap, Eli, tras agarrar el balón en shotgun dio los clásicos pasos hacia atrás se preparaba para buscar receptor pero justo en ese momento sintió el agarrón por parte de Jarvis Green, cuando parecía que iba a recibir el sack y terminar el partido, el QB logró escaparse, salir del pocket y lanzar una bomba para Tyree que logró atrapar el balón a pesar de tener al defensa rival pegado a su sombra en la que es una de las jugadas más icónicas de la historia más reciente de las finales. Aún quedaba trabajo por hacer y, a falta de 35 segundos, Eli Manning culminaba una de las grandes sorpresas de la historia al conectar un pase de 13 yardas para Plaxico Burress. La remontada se había culminado y los Patriots habían dicho adiós a su temporada perfecta.
Eso son los playoffs, una montaña rusa de emociones. La época en la que el pasado no importa, la justicia no existe y donde los errores se pagan más caros que nunca. En playoffs a un partido todo puede pasar y la diversión y el sufrimiento se dan a partes iguales. El que mejor capee el temporal será el que se lleve el Lombardi a casa. Llegamos a la jungla, sálvese quien pueda.