Hace poco más de un año el propietario de los Colts, Jim Irsay dijo: “Ponemos todas las fichas” (“all chips in”) y la institución se deshizo de Carson Wentz para conseguir via trade al MVP y All-Pro de 2016, Matt Ryan. La apuesta sedujo a muchos (me incluyo entre todos los que creyeron que Ryan los Colts podían avanzar en Play Off), pero resultó ser un fracaso.
Ryan sufrió múltiples lesiones, la OL sufrió una drástica merma de rendimiento y tanto el veterano ex-Falcons como el joven Ehlinger y finalmente Nick Foles (que también resultó lesionado) tuvieron que correr por su vida sin tener tiempo suficiente para lanzar el balón, ni receptores que pudieran conseguir separación para atrapar el ovoide.
Las derrotas se fueron acumulando, en especial una dolorosa remontada de los Vikings que actualmente es el record de la NFL en ese apartado. Los sueños de play off se convirtieron en pesadilla, el HC Frank Reich fue cesanteado en plena campaña y fungió como interino una leyenda como Jeff Saturday, que casi sin experiencia no pudo torcer el rumbo de una temporada que dejó como saldo apenas 4 victorias, 12 derrotas y un empate, que le valió el pick global nº 4 para el venidero Draft.
Poco después de que el confeti rojo y amarillo de la victoria de los Chiefs en el Super Bowl se disipara, Shane Steichen, el OC de los Eagles que batallaron palmo a palmo con las huestes de Mahomes por el Lombardi, fue el elegido por los Colts para ser el nuevo Head Coach.
Indianapolis tenía una posición de privilegio y Chris Ballard la obligación de conseguir un QB franquicia, tras el carrusel de nombres y rendimientos dispares que siguió a la intempestiva renuncia de Andrew Luck a continuar con su carrera en la NFL.
Llegó el día del Draft y cuando Roger Godell anunció “Con el pick nº 4 los Indianapolis Colts eligen a Anthony Richardson, QB, Universidad de Florida”, estalló un estruendo de alegría indisimulable entre la parcialidad azul presente, muchos comparan al ex-Gator con Cam Newton (pero más veloz).
Entre sus grandes virtudes, el jugador se ganó el apodo de ser el “Rey del Combine” por sus registros en el encuentro celebrado en Indianapolis en el que destacan su marcas de 4.43`en las 40 yardas, 1,03m de salto vertical y 3.28m de salto hacia adelante
Su tamaño (1,93 mts. Y 111 kg) sumado a su velocidad, lo convierten en QB de doble amenaza, con gran capacidad para el scramble, ganar yardas por tierra o encontrar a los receptores en jugadas rotas. Posee un brazo muy privilegiado y lanza a lo profundo con muchísima facilidad y soltura, moviéndose con comodidad en el pocket.
Pero más allá del marco físico ideal, y sus virtudes como pasador y corredor, está claro que es un prospecto lejos de lo que suele llamarse “pro ready” (listo para la NFL) con solo 13 juegos colegiales en su carrera con los Gators y apenas 393 pases lanzados, el desafío de este joven de 20 años de edad y del staff de coacheo de Steichen será pulir los elementos más ásperos de su juego: mecánicas inconsistentes, falta de colocación del balón, falta de toque o exceso de fuerza en pases cortos y es una incógnita su capacidad para discernir esquemas defensivos a nivel profesional.
La apuesta está hecha. Los Colts tienen un nuevo QB y la esperanza es que pueda convertirse en la cara de la franquicia. Solo queda esperar para ver si deja buenos dividendos. Esta vez via Draft, los Colts de Ballard vuelven a jugarse todas sus fichas. Esperemos que esta vez tengan el boleto ganador.