El mejor fin de semana del año

El síndrome de Stendhal es una enfermedad psicosomática que causa un elevado ritmo cardíaco, vértigo, confusión, temblor, palpitaciones, depresiones e incluso alucinaciones cuando el individuo es expuesto a obras de arte. Se denomina así por el famoso autor francés del siglo XIX Stendhal, quien dio una primera descripción detallada del fenómeno. A menudo, la jornada de playoffs divisionales se llama “el mejor fin de semana de football”, por tener la oportunidad de disfrutar de 4 partidos de la máxima calidad entre sábado y domingo. Te aconsejamos estar preparado para no sufrir el “mal de Stendhal” y sucumbir ante la exposición de tanta belleza footballistica concentrada.

22 de Enero de 1817. Florencia, Italia.

  • ¿Se encuentra bien, señor?

El mismo monje franciscano que poco antes le había abierto la capilla de las Sibilas de Volterrano para contemplar sus frescos, en la Iglesia de la Santa Croce que acababa de abandonar, ayudó a Henri-Marie Beyle, más conocido por su seudónimo “Stendhal”, a incorporarse del suelo.

  • No sé qué me ha ocurrido, padre –se disculpó el escritor levantándose aún tambaleante, palpándose el pecho del que parecía querer escapar un corazón que latía desbocado-. Tanta belleza junta… los frescos de Giotto, las esculturas de Donatello, el techo de la capilla Pazzi de Brunelleschi… ha sido demasiado para mí y acabé mareado.
  • Culpe más bien al pesado viaje desde Milán, al ayuno, o a los rigores del invierno toscano –indicó el religioso mientras le ayudaba a sentarse en un banco de la plaza de la Santa Cruz-. En cuanto se encuentre mejor, le acompañaré a comer algo.

Philadelphia Eagles – Atlanta Falcons

Sentados al calor de la trattoria, Stendhal comenzó a narrar su experiencia, como si un pensamiento perverso le atormentase y sintiese la necesidad de hacerse perdonar por el fraile en confesión.

  • Durante el tiempo que pasé inconsciente, me sentí trasportado a otro lugar, a otra época. Diría que al futuro. Me encontré en un ruidoso estadio contemplando un tremendo espectáculo. Dos equipos, pertrechados con cascos y corazas, pugnaban por un balón ovalado, sin escatimar golpes ni cabezazos. Parecido al violento soule que se disputa en algunas localidades del norte de mi país.
  • Ah, sin duda se refiere usted al calcio fiorentino, que se disputa en esta misma plaza. ¡Santa Madonna, un gioco diabolico! –exclamó el franciscano santiguándose-.
  • No, no padre, como le digo, era un sitio distinto. Sus habitantes le llamaban “la ciudad del amor fraterno”, aunque precisamente mucho cariño allí no se repartía. Ni siquiera a los suyos. Los anfitriones, uniformados de verde con el emblema de un águila, se vanagloriaban de tener una defensa rápida e impenetrable. Sin embargo, estaban algo alicaídos porque según parece su mariscal está herido y no podía participar en la contienda. Aun así, se mostraban confiados en la victoria en base a su talentoso bloque y sólida trayectoria.
  • Por su parte –continuó el escritor-, los visitantes, que vestían de rojo y negro, por cierto, una combinación de colores que me inspira como título de un libro, también se encontraban eufóricos por su previsible triunfo. Argumentaban una mayor experiencia de su líder en estas lides eliminatorias. Además, presumían ser un conjunto de más calidad a ambos lados del balón. No obstante, se mostraban muy ofendidos cuando sus rivales le señalaban dos cifras: 28 y 3. Sin duda, deben tener para ellos un maléfico significado cabalístico que desconozco.

New England Patriots – Tennessee Titans

  • No debe angustiarse por esas visiones –trató de confortarle el monje-. Un familiar mío que ejerce en el Colegio Médico Florentino, il dottore Magherini, ha documentado varios casos similares al suyo.
  • No se ofenda páter, pero dudo que lo que acabo de experimentar tenga comparación. De improviso, me vi traslado a otra ciudad, mucho más fría, donde se enorgullecían de ser los más patriotas. El entrenador del equipo local recibía una veneración tal, como si del recordado emperador Napoleón se tratase. Corrían rumores sobre desavenencias con su afamado mariscal Brady, un victorioso comandante inmune a las maldiciones. Sin embargo, en mi opinión no eran sino maniobras de distracción para confundir al enemigo. Este conjunto basa su fortaleza en una confianza a prueba de cañonazos. Su ataque es imparable cuando debe anotar. Su defensa, más vulnerable, siempre es capaz de realizar la hazaña heroica cuando se la necesita.

Mientras la cameriera dejaba los platos en la mesa, y el fraile se abalanzaba sobre el suyo, Stendhal prosiguió su onírico relato sin prestarles atención.

  • Al contrario que los anfitriones, máximos candidatos al trofeo, los visitantes llegaban con la humildad propia del invitado inesperado. Nadie contaba con ellos y ahí podían tener su oportunidad. Como aquellos mitológicos titanes de la antigua Grecia, no se rinden jamás, y son capaces de resurgir incluso en las situaciones más adversas. Además, parece que la mismísima Tique, la diosa de la fortuna, velase por ellos. El descaro juvenil de quien no tiene nada que perder es peligrosa arma en el campo de combate.

Pittsburgh Steelers – Jacksonville Jaguars

Stendhal remojó sus labios en un vaso de Chianti, el famoso vino rojo toscano, y prosiguió su narración.

  • De nuevo, me sentí arrebatado hacia otra localidad. Me encontré rodeado de bufandas amarillas entre adoradores del acero. Se decían los más duros, los más peligrosos, los más ofensivos. Nadie dispone de más variado y mortífero arsenal atacante. Pero cuidado –advirtió levantando un dedo-: si el acero no está bien templado puede tornarse quebradizo. Una espada debe estar bien afilada para acabar con el enemigo cuando se dispone de ventaja, pero también debe poder defenderte de las estocadas rivales sin romperse. Mi experiencia en el ejército me permitió ver campos de batalla cubiertos por cadáveres de imprudentes que se creían superiores.

Perdido todo interés ante los desvaríos del francés, el monje devoraba con fruición su Ribollita, un contundente plato que se tomaba en invierno, compuesto de pan, verdura y alubias típicas de la toscana.

  • Les enfrentaban un equipo bicolor cuyo estandarte era un furioso jaguar. Decían de ellos que conformaban una fiera defensa, de salvajes zarpazos. Marcadas cicatrices de pasadas cacerías en el cuerpo de los acereros demostraban que no debían fiarse de sus garras. Tomábanse a chanza su líder Bortles, lo cual no es de extrañar, siendo ésta su máxima debilidad. Su mejor estrategia sería delegar en su edecán, quien por su apellido, Fournette, debe ser originario de la Bretaña francesa. La reedición de su combate singular con Mitchell levantaba expectación. Además de un poderoso rival, estos nativos de la villa de Jackson debían sobreponerse a una climatología adversa para su procedencia meridional.
(secuencia extraída de www.deadspin.com)

Minnesota Vikings– New Orleans Saints

Absorto en sus alucinaciones, Stendhal ni siquiera había probado bocado y hablaba sin parar. Por su parte, el fraile daba buena cuenta de una deliciosa bandeja de biscotti.

  • El último de mis misteriosos viajes me llevó aún más al norte, a una ciudad poblada por feroces vikingos. Unos habitantes duros, acostumbrados a sobreponerse a las adversidades. A medida que perdían líderes en el camino, otros ocupaban su puesto para continuar sembrando el terror. Es éste un bloque sólido, sobrio en un juego tradicional y sin fisuras aparentes. Amparados en su temible defensa, son muy difíciles de derrotar si no se ven obligados a tácticas arriesgadas. Tan sólo la duda que puede planear sobre los hombros de su poco experto cacique se cierne como amenaza.

Dormitaba el franciscano con sonoros ronquidos mientras Stendhal, impasible, proseguía su perorata.

  • Recibían estos normandos a un conjunto que no me costó reconocer como procedente de la casa de Orleans. Enarbolaban como emblema la flor de lis, símbolo de la realeza francesa que con tanto esfuerzo mis paisanos se encargaron de erradicar. Sin embargo, ellos se autodenominaban “santos”, y en verdad que jugaban como tales. Una imparable infantería bicéfala comandada por Ingram y Kamara era magistralmente dirigida por el veterano mariscal Brees, quien aún conservaba intacta toda su magia. Su defensa, aunque mejorada, es quizá aún vulnerable; pero su mayor reto es conservar la sangre fría en situaciones delicadas.

De vuelta a la realidad

Terminado el relato de sus alucinaciones, el escritor zarandeó al religioso para despertarle en busca de respuestas a su inquietud.

  • Jamás en mi vida había experimentado tales sensaciones –confesó Stendhal-. Pasión, miedo, entusiasmo, nerviosismo, excitación… una vorágine de emociones sin igual. Aunque en apariencia violento y brutal, este deporte al que llamaban football en realidad escondía un grado de complejidad y estrategia más parecido al ajedrez, pero con fervoroso seguimiento del pueblo llano. Páter, todas esas visiones que he padecido… ¿es posible que fueran realmente del futuro? ¿estaré poseído por el maligno?
  • Parece usted un hombre sano y temeroso de Dios. No debe preocuparse que haya hecho mella en usted la enfermedad de la locura ni ninguna influencia satánica –le tranquilizó el religioso-. Como persona instruida que es, en cuanto reflexione comprenderá que sus fantasías bien pueden explicarse por el cansancio y el hambre. Por ejemplo, esa flor de lis que aparece en sus sueños… ¡es el símbolo de Florencia! En esta ciudad se encuentra por todas partes, de ahí que la haya incorporado a sus ensoñaciones. Hombres con casco y coraza persiguiendo un balón apepinado… ¡menudo disparate!

Epílogo

Un duelo de altos vuelos entre águilas y halcones. Unos jóvenes e inmortales Titans buscando derrocar a unos Patriots, eternos favoritos, y en constante lucha contra el mundo. Unos renacidos Jaguars dispuestos a dar la sorpresa tras desembarazarse de los nervios de su regreso a playoffs frente a los implacables Señores del Acero. Un choque parejo entre Saints y Vikings, con dos mentes prodigiosas y contrapuestas en la banda, y todo el talento del mejor football actual sobre el emparrillado.

Las autoridades sanitarias de Spanish Bowl advierten que el consumo sin precaución de la inminente ronda divisional de los playoffs de la NFL puede perjudicar seriamente la salud emocional de los espectadores. Por lo tanto, recomiendan el consumo con moderación en previsión de sufrir el citado “mal de Stendhal”. Mantengan relajantes nerviosos a mano, e incluso desfibriladores donde sea posible. Compren palomitas de las buenas y cervezas de marca, porque la ocasión lo merece. Y ya saben, si empiezan a sentir los síntomas referidos al comienzo del artículo: palpitaciones, vértigo, confusión, depresiones, alucinaciones… no lo duden: suban el volumen de su televisor o plataforma, porque será señal que están disfrutando del “mejor fin de semana de football del año”.