Paciencia y tradición en la nerviosa Philadelphia

El jugador es prometedor. El problema es que ha caído en Philadelphia y todos sabemos que allí están muy locos”.

Seguro que más de uno tuvo una conversación como ésta o parecida la primavera del 2016. Después de que los Eagles draftearan al QB de North Dakota State Carson Wentz. ¿Que pasó para que en una franquicia y un entorno tan nerviosos como el de los Eagles confiaran tan deprisa y de manera tan paciente en dos novatos en los puestos de Qb y head coach?

Aquí algunas claves.


¿Quién diablos es Wentz?

En el draft de 2016, y después de una arriesgadísima apuesta, apareció Carson Wentz para sorpresa de todos. Una de las cosas que parecían jugar en contra del novato era el hecho de venir de la FCS, división menor del college football. Eso podía provocar de entrada que la gente no tuviera unas expectativas muy altas con respecto al muchacho. Pero lo que a priori podría parecer un hándicap fue el primer factor que jugó a su favor.

Si Wentz hubiese sido un Heisman venido de una powerhouse, los aficionados de Philly no hubiesen dudado en exigir desde el primer día que fuera su nuevo Randall Cunningam. Pero, ¿qué se podía esperar de un muchacho que venía de la segunda división universitaria y que jugaba para los Bisons de North Dakota State? Este factor ya le otorgó un cierto margen.

Como tuvo la suerte de encadenar tres victorias consecutivas, la parroquia local rápidamente se encariñó con el jugador. ¡Parecía como si de pronto todo el mundo en la ciudad se conjurara para conceder tiempo de aprendizaje al muchacho! La irrupción fulgurante de Dak Prescott en los archirrivales Dallas Cowboys fue otro factor a tener en cuenta, ya que le quitó foco al novato de los Eagles.

AP Photo/Mike Stone

 

El 7-9 menos criticado de la historia

Con un cuerpo de receptores dudoso y una línea que se le fue cayendo, la temporada fue de más a menos para los Eagles.

A pesar de ello no fue un año perdido para Wentz. Pudo completar los 16 partidos y durante toda la temporada su entrenador Doug Pederson le hizo lanzar más de 600 intentos de pase. ¡La friolera de 609 pases, en concreto! Números exagerados para un rookie, pero que resultaron ser todo un aprendizaje acelerado para él. Para que nos hagamos una idea, en su primer año en la liga Jameis Winston lanzó 535 intentos de pase. Dak Prescott, 459, y Marcus Mariota, 370 (aunque con mucho juego de carrera). ¡Y Jared Goff sólo 205!

Los aficionados observaron tranquilos cómo el muchacho cometía los errores propios de su falta de experiencia (14 intercepciones). Pero, a pesar de ello, no se notó en Philadelphia una mayoría popular que entrara en pánico ni empezarara a cuestionarlo todo. Una rara sensación de paciencia y tranquilidad se apoderó de la franquicia.

Obviamente algún factor más que un esperanzador QB novato hizo que la temporada 2016 fuera aceptada de manera tan plácida por el entorno y la afición. Y ese factor fue un cierto retorno a los orígenes gracias a las decisiones impulsadas por el defenestrado general manager Howie Roseman, de regreso al mando de las operaciones.

 

Volver a las raíces

Muchos se preguntan si la tradición en el mundo del deporte juega algún papel. Y más en la actualidad. ¿Existe algún intangible que haga que una ciudad conecte con su equipo?

No seré yo quien discuta la capacidad de Chip Kelly como entrenador, por ejemplo. Sus Oregon Ducks me parecieron uno de los proyectos más interesantes de los últimos años. Pero creo que esa manera de jugar resultó muy poco reconocible para un equipo con la solera y la tradición de los Eagles. Cuando el 29 de diciembre de 2015 Chip Kelly fue despedido, una enorme sensación de vacío se apodero de Philadelphia. Todo el mundo se preguntaba qué camino podía seguir la organización. Fue entonces cuando se tomó la decisión de volver a lo que a la gente le resultaba más familiar.

¿Pero qué resulta familiar en Philadelphia?

De entrada era fundamental recuperar la idea de una defensa que produjera asfixia al rival. No que jugase asfixiada por culpa de un ataque fulgurante que no la dejaba descansar.Una defensa fuerte que recordara la tradición de tipos duros de la ciudad. Que recordara a los Reggie White. Los hachazos de Jeremieh Trotter. O las historias que contaban los abuelos de Concrete Charlie.

De la mano del extraordinario coordinador defensivo Jim Schwartz esa defensa llego con todo su esplendor.

 

Controlando el reloj

La otra cosa que resultaba familiar en Philadelphia era el juego de Andy Reid.

Las relaciones terminaron desgastadas después de 13 años en la franquicia, sí. Pero el tipo de juego de Reid resultaba muy reconocible para la gente de los Eagles. Y traer a Doug Pederson, uno de sus ayudantes, sin duda no era la opción mas rimbombante del mercado. Pero podía devolver a los aficionados un cierto retorno a los orígenes después de superar la época del frenético Chip Kelly.

Ya sea por el propio Pederson, o por la influencia del su coordinador ofensivo Frank Reich, el juego de los actuales Eagles no es ni mucho menos clónico del juego de Reid, de tendencia bastante mas conservadora. Pero indudablemente se sustenta sobre el mismo pilar fundamental. Un pilar que se llama control del reloj.


En tiempos de desorientación fue un gran acierto buscar una zona de confort para la franquicia y su entorno. Algo que conecta al equipo actual con la ciudad los aficionados y sus gustos. Pero no nos llevemos a engaño. Los Philadelphia Eagles y sus fanáticos seguiremos siendo esa pandilla de locos maravillosos que discutimos eternamente sobre qué es mejor para el equipo y que mostramos nuestra desaprobación a las primeras de cambio.

Por suerte esta vez las circunstancias y los aciertos en la gestión nos llevaron a dar el suficiente margen de confianza a la organización para dejar florecer la cosecha antes de quemar la plantación entera. Y ahora estamos recogiendo los frutos.

Ricard (@rickfootball14)