Soy un tío de Madrid. Tuve una infancia sana y feliz en una familia estructurada. Tengo estudios, buen trabajo. Y una bonita familia con una maravillosa mujer y dos hijos sanos y adorables. En definitiva y como se suele decir: estoy en plenitud de facultades físicas y psíquicas.
¿Qué lleva a un hombre como yo a hacerse de los Cleveland Browns?
Es una pregunta que muchos os haréis, o que habréis hecho a algún conocido Brown. O qué os habrán hecho muchas veces, si estáis dentro de esta bendita locura… Cada uno tendréis vuestra experiencia personal y particular que, aunque con matices, no creo que difiera en mucho a la mía y a la del resto de compañeros de fatiga.
Cómo me convertí en un pupas
Llevo pocos años siguiendo la NFL a fondo. Como muchos de vosotros, el deporte de mi infancia y de gran parte de mi vida ha sido el fútbol. En mi caso, no era del equipo de mi ciudad. Todo lo contrario. Empecé viendo fútbol con mi padre, y también como os habrá sucedido a muchos acabé siendo del equipo de los amores de él… Este equipo era el Barça. Y, por edad, crecí en una época en la que el equipo dominante era el Madrid. Imaginaos, rodeado de niños del Madrid. Y reconozco que, pese a los disgustos y berrinches de la edad, había algo en ese ir contra-corriente. No ir con el mejor que me enganchaba…
Se dio la vuelta a la tortilla, y llegaron los éxitos culés en forma de títulos y buen juego. Y como es obvio los disfruté. Y ese sentimiento de los años anteriores desapareció, o quizás quedó latente. Pero por cosas del destino entró en juego la política. El equipo de mi infancia y adolescencia iba en contra de mi esencia y de mis raíces, y empecé a sentir rechazo hacia el mismo… Tuve un cambio de simpatías y más tarde de amores que mi padre aún no entiende. Me hice del Atlético de Madrid. Un equipo con un pasado de títulos y buen juego, pero un presente maldito con aura de pupas y derrotas. ¿Os suena?
Aficionado busca equipo
Sirva esto de prólogo al asunto en cuestión, que no es otro que el fútbol americano. Y qué me hizo seguir a un equipo que no juega bonito, que no tiene ni grandes estrellas ni los mejores jugadores. Que nunca es favorito y que no gana títulos.
A este deporte me aproximé ya en edad adulta. Sin ningún tipo de vinculación emocional; ni influencia paterna ni de identidad, ni de procedencia. Y sabe Dios que intenté aplicar criterios de razón para empezar a seguir equipos. Como ciudades de origen español (San Diego o San Francisco. O equipos con estrellas consagradas y un juego de ataque vistoso y espectacular (como Steelers, Packers, Patriots, etc). Incluso recurrí a intentar aplicar una “lógica” de logos atractivos o de colores y uniformes bonitos (como Raiders, Dolphins). Pero no escogí nada de eso. Y mira que el marrón es feo…
Equipo elige aficionado
Y entonces, sucedió algo. Algo que leí en un foro a uno de vosotros y que está fuera de toda lógica. Y es una sensación que supongo habréis sentido muchos por la franquicia de vuestros amores: el equipo me eligió a mí…
En mi caso fue ni más ni menos que la temporada pasada, con un 1-15 de récord y un equipo ya no atractivo, sino totalmente destruido y a todas luces sin nada a lo que agarrarse o de lo que enamorarse… En realidad, no sabría deciros por qué. Obviamente, no hay un partido especial, un sistema de juego en concreto, o un jugador espectacular. Sólo sentí un click. Y ese click fue después de ver varios partidos con el morbo de ver si ganaban. Y por fin ocurrió, en Navidades. La única victoria del equipo frente a los Chargers.
Y no fue por la victoria en sí, ni porque se hiciese un gran partido. Fue porque vi llorar a un hombre como si hubiese ganado el Lombardi. Vi llorar a un hombre que resulta ser el mejor left tackle de la historia, y que lloraba por una simple victoria en un simple partido en una temporada horrorosa. En un equipo muy inferior al resto de franquicias. Y lloraba por una victoria inesperada. Por compromiso, por orgullo de pertenencia. Por qué sé yo…
Cómo ir a contracorriente
Retomando el prólogo del fútbol. Pese al juego espectacular y los títulos del Barça, no he disfrutado ni vibrado ni de lejos como con la última Liga del Atleti. Con todo el sufrimiento, los sinsabores y las derrotas. Pese a no ser favoritos, a no tener a los mejores, a no hacer un juego bonito, y no ganar títulos. ¿Os suena?
Algo que en edad adulta descubrí en el fútbol, y que de entrada y de forma natural me aconteció también con el football americano. Claro que me gusta ganar, claro que disfruto del juego bonito. Pero siento un encanto especial por el equipo humilde, por el equipo que parece luchar contra el destino. Y eso es algo que descubrí en edad adulta con el fútbol, y que se repitió de forma natural con el fútbol americano.
Y no encuentro el por qué. Ni siquiera si lo intento analizar aplicando algo de lógica. Supongo que será porque desde chaval, en el cole, siempre he sentido simpatía por los que jugaban peor al fútbol y le ponían más corazón que talento. Que cuando se elegían equipos no quería ir con el mejor de la clase, porque empatizaba más con el niño que lloraba por el gol marcado aunque fuese perdiendo el partido. Porque siempre he sentido una atracción por las causas perdidas e imposibles. O porque nunca me ha gustado lo fácil. Porque soñaba despierto. Porque qué se yo…
Cómo se vive ser Brown
Esto obviamente es sólo una reflexión, y no me hace ni mejor ni peor que vosotros que tenéis vuestras “razones” de amor y simpatía por vuestras franquicias. Esto, simplemente, me hace de los Browns. Y disfruto con la ilusión y locura de los compañeros Browns del grupo de Telegram. De cómo enfocamos el partido cada domingo con ese loco optimismo, con esa fe (porque ahí sí que no nos gana nadie). De cómo nos cabreamos, analizamos y criticamos. Cómo nos desilusionamos y vivimos el lunes/martes en penumbra. De cómo nos reímos de nosotros mismos, y de cómo el miércoles vuelve la fe y la ilusión. Creciendo poco a poco hasta otro loco domingo en el que nos comemos el mundo. Y como comenta un compañero del grupo, así en constante e inexplicable bucle.
Y como en toda religión (porque ser un Brown es un acto de fe), tuvimos dos profetas que fueron Otto Graham y Jim Brown. Ambos cambiaron este deporte y nos dieron supremacía y gloria eterna. Y tenemos fe en que aparecerá ese Mesías, en forma de quarterback, que nos llevará de nuevo a la gloria en forma de Lombardi.
Somos los Browns
Hasta entonces, disfrutaremos con cada apuesta de QB en el draft, con cada reconstrucción. Con cada pequeño detalle de crecimiento de jugadores sin tanto renombre. Y con cada pequeño progreso y mejora en el juego. Porque no hay mal que cien años dure, ni cuerpo que lo resista,. Y tengo la convicción de que llegarán ese QB y ese Lombardi, y vibraremos mucho más que con todos los títulos que hubiéramos podido disfrutar si la lógica y la razón nos hubiera hecho de los Patriots, Broncos, Steelers…
Por mucho que os riáis con los tópicos de “son los Browns”, “otro QB que destrozan los Browns en el draft”, etc… Nos da igual. Nos mueve la fé y el corazón. Lo ha hecho desde pequeños, va en nuestra naturaleza. somos inaccesibles al desaliento.
Porque no somos los mejores, pero somos los Browns.
Go Browns!!!
Eduardo Bueno
Simplemente, grande Eduardo.
GO BROWNS
Muchas gracias David!, y GO BROWNS!!! 😉
Eduardo, me parece cojonuda tu reflexión pero me queda una duda. Qué pasará cuando los Browns empiecen a ganar,porque como bien dices no mal que cien años dure … y conste que en la nfl no suelen aparecer dinastías pero soñando que así fuese, buscarías un nuevo equipo? Saludos
Hola Pepesito!, gracias por leerlo ;).
Cuando empecemos a ganar y a jugar bonito, simplemente lo disfrutaré una barbaridad. Estoy seguro que me pasará como en el fútbol: las decepciones, las derrotas, los sinsabores no sólo forjan espíritu sino que hacen que cuando llegue la victoria, ésta todavía sea mucho más intensa, más memorable, más épica…
Un saludo.