¿Cómo están realmente los Atlanta Falcons de cara a la próxima temporada, si es que la hay? Esa es la pregunta que me ha mantenido en vilo las últimas semanas de este curioso, entretenido y exasperarte 2020. No sólo como aficionado al equipo sinó también como alguien que quiere entender al cien por cien la realidad del los de Georgia. Para poder hacer esta valoración, me he tomado la libertad y el lujo de utilizar una frase que dice así: «Don’t Believe the Hype«, es decir «No nos hagamos muchas expectativas». Una expresión que los Falcons parecen haber interiorizado después del batacazo de la primera vuelta de la temporada anterior. Para entender , ¿De dónde viene este hype por los Atlanta Falcons?.
El hype y la temporada de ensueño
Si me habéis leído alguna vez por Spanish Bowl, habréis visto que guardo un grato recuerdo de los Atlanta Falcons de la temporada 2016. No sólo por ser la primera vez en la que veía a mi equipo favorito de ganar un Lombardi, sinó también por el bonito juego que orquestaba el equipo. En ataque, Julio Jones, Devonta Freeman y Matt Ryan desmantelaron a los Packers del tan merecidamente idolatrado Aaron Rodgers en la final de Conferencia. Mientras que, al otro lado del balón una combinació de juventud y veteranía hacían de la defensa de los Falcons, una de las que tenía mayor proyección y mejoría de la liga.
Lo que más anhelo que los Falcons puedan recuperar de aquella temporada, no son los magníficos sistemas ofensivos de Shanahan, ni la imperceptibilidad de sus jugadas. Lo único que deseo es que el roster de este año tenga la misma actitud que en aquel entonces. Porque al fin y al cabo, los Atlanta Falcons eran unos claros Underdogs al inicio de la season. Partido a partido, los de Quinn fueron haciéndose un nombre en la liga gracias una enorme confianza que los jugadores tenían en ellos mismos y en el proyecto. Todo eso, junto a temporadas individuales estelares, el volar por debajo del radar de los analistas y una confianza sin igual, creo que hicieron de aquellos Atlanta Falcons, uno de los mejores equipos que haya visto jamás. Fue un equipo tan potente, que creó un halo de expectativas altísimo a su alrededor.
Desde entonces, los Atlanta Falcons han vivido encima de una ola que nunca ha terminado de romper en la costa de los éxitos deportivos. La humillante derrota ante New England, fue el inicio de un proceso de duelo necesario para volver a construir un proyecto nuevo. Tanto analistas como reporteros coincidían en que los Atlanta Falcons volvían a tener un equipo con talento suficiente para alzarse con su primera Super Bowl.
La temporada 2017-2018 no decepcionó, pero el equipo se quedó a las puertas de volver a pelear por su primer anillo. La siguiente contó con lesiones suficientes como para convencer a la afición de que su equipo estaba gafado, pero ya se exigieron una serie de cambios en el organigrama del staff técnico. Aun así, los Falcons seguían siendo vistos como un equipo que podía volver a la Super Bowl si todos sus componentes se mantenían sanos.
La cruda realidad: costalada y tímida recuperación
Con un nuevo entrenador ofensivo y un equipo más o menos renovado, los Falcons se disponían a retomar su identidad. Pero el destino no lo quiso así y la temporada 2019-2020 fue cuando «el tren del hype» descarriló por completo. Al inicio de esta, los Atlanta Falcons firmaron un inicio de temporada desastroso, sin un juego claro ni un líder al que acudir. El incendio mediático era descomunal, la afición buscaba una cabeza de turco y todos los dedos apuntaban a un Quinn que no tenía respuestas. A la llegada del Bye ya se leían algunos #FireQuinn por Twitter, mientras que Arthur Blank reafirmaba su fe en el head-coach. Pero pocos se esperaban que el bálsamo del Bye Week actuase con tanta efectividad como lo hizo.
Los Atlanta Falcons se plantaron en el feudo de su eterno rival y ensartaron «al caballero que luce dorada armadura». Los Saints cayeron por 9-26 y el fuego de la esperanza se volvió a avivar. Con esta primera victoria, los Falcons encadenaron un seguido de resultados que les permitiría dejar su balance de victorias y derrotas casi en tablas. De esa forma se terminó el susto con final más o menos «feliz» que fue la temporada 2019-2020, dejando a unos Falcons peleones pero haciendo evidentes una serie de carencias: el pass-rush fue inexistente, su juego de carrera pobre e ínfimo y la obligación de ser mejores, mucho mejores.
¿Qué son los Atlanta Falcons en 2020?
Para mí esta última temporada ha sido un punto de inflexión. Un momento para razonar y comprender la verdadera situación que viven los Atlanta Falcons de la era Quinn. Es evidente que el talento en Atlanta no es escaso. Julio Jones, Calvin Ridley, Matt Ryan, Deon Jones, Grady Jarrett, son algunos de los jugadores mejor valorados en esta liga. El problema viene en cómo se hace servir este talento y la durada del mismo. Tanto Ryan cómo Julio Jones entran en las rectas finales de sus respectivas carreras. No hace falta mencionar que tanto el uno como el otro han sido jugadores de un altísimo nivel, sobretodo en el caso de Julio. Para muchos, el original de Alabama es uno de los mejores receptores que haya pisado nunca un terreno de juego.
Pero ahora los Dirty Birds deben sacar los últimos zarpazos de talento tanto a «Ice» como a «Jet»y consolidar sus carreras ganando un campeonato. Siendo sinceros y haciendo de abogado del diablo, la NFC Sur está muy bien preparada. Para ganar ese ansiado primer anillo, los Atlanta Falcons precisan de una buena química entre el coordinador ofensivo y el mariscal Matty Ice. No deben cometerse los mismos errores que en la temporada anterior ni reflejarnos en Shanahan. La identidad de este equipo reside en su nuevo cuerpo técnico y un nuevo roster. Un equipo, en definitiva que aun mantener componentes de la temporada 2016, está reinventado.
El equipo mantiene los valores del «Brotherhood«. Una camaradería que se puso a prueba al final de la primera vuelta de la temporada 2019. Una season en la que Quinn vió cómo esa cultura del esfuerzo y de hermandad había calado fondo en sus jugadores, tanto que le habían salvado su puesto de trabajo a él y a Dimitroff. Pero esta reinvención parte también de un cambio de imagen y de colores, que toma forma con la nueva equipación.
Los nuevos uniformes, de agrados dispares entre la afición, son una muestra palpable de esta nueva forma de ser. Con las siglas de ATL cruzando el pecho de los jugadores, la identidad del equipo ha cambiado, pero la ética del trabajo duro está más viva que nunca (sinó pregúntenle a Hayden Hurst que ha recorrido Georgia y Florida de arriba a abajo para poder entrenar con Matt Ryan). En definitiva, encontramos un nuevo equipo, una actitud valerosa y con nuevas caras tanto en el staff como en el roster.
¿Qué esperar de ellos?
Los Atlanta Falcons tienen hambre de títulos y unas ganas locas de demostrar de lo que son capaces. Es cierto que el apoyo que recibió Quinn podría hacer que algunos jugadores se vieran con el derecho de poner en duda la autoridad del head coach y sus decisiones. Pero esa no es la sensación que me transmite el conjunto de Quinn, que ante parece rezumar profesionalidad y camaradería. Por otro lado, el equipo vuela por debajo de los radares de los analistas, a pesar de haber recibido bastantes halagos debido a que cuenta con una gran cantidad de talento de primera ronda en ataque. Una situación que en parte se «asemeja» a la que encontramos la temporada 2016, debido a la situación en la que parte el equipo.
Para los aficionados de Atlanta una cosa es clara, el equipo tiene talento suficiente como para llegar a playoffs. Pero el camino es duro y alberga desafíos, muchos de ellos en la división local. Los equipos de la NFC Sur se han visto reforzados y la competición es más cruda que nunca. Pero algo que hemos visto hacer a Atlanta es pelear y estoy seguro que esta temporada, sea el final de una era o no, será una para recordarla. La actitud a cambiado, el enfoque de la temporada también y el equipo parece otro, pero la identidad base es la misma. Ante todo conocemos a los Falcons y aquello que saben hacer mejor que nadie, de hecho es su lema: Rise Up, en otras palabras: Levantarse.