¡No me miréis así! Sabéis que en el fondo tengo razón. A penas llevo cuatro años como profesional en la NFL y toda mi carrera ha sido un continuo vaivén, tanto de entrenadores como de lesiones.
A veces me siento frustrado. Pero, para ser sinceros, poco puedo hacer yo. No puedo predecir mis lesiones. Tampoco puedo mantener a mis entrenadores en el puesto. Todo eso escapa a mi control. Y sé que vosotros, los fans, también estáis cansados de todo esto.
Creedme cuando os digo que yo también deseo con todas mis ganas estar sano, jugar todos los partidos al 100%, darlo todo por vosotros, los fans, y por mis compañeros de equipo. Por eso, ahora que, lamentablemente, estamos fuera de los Play-Offs, me he sentado a reflexionar sobre mis cuatro años como profesional.
Año 1 – 2015
Mi carrera no empezó bien. Aquel 30 de abril de 2015, en mi Hawaii natal y rodeado de mi familia, sabía que mi nombre saldría pronto en el Draft. Y salió el segundo concretamente. O bueno, casi. El comisionado de la NFL lo pronunció mal, Marcus Marioto o algo así dijo. Y la llamada de los Titans, el equipo que me seleccionó, tampoco fue muy bien. No sé si fueron los nervios, pero la llamada se cortó al poco de empezar. Creo que me colgaron sin querer. Por suerte, me llamaron de vuelta.
Pero anécdotas aparte, llegaba a un equipo que necesitaba urgentemente un QB después de que Vince Young implosionara y Jake Locker no cuajara. Habían ganado 2 partidos la temporada anterior y yo tenía la responsabilidad de cambiar eso. Sabía que sería titular desde el primer día, pero iba a ser complicado.
Mi primer HC y play-caller iba a ser Ken Whisenhunt. Tenía la etiqueta de ser un gurú de QB. Además, había llegado a 2 Super Bowls, ganando una de ellas. Sus ataques siempre habían estado a la cabeza de la NFL. Pero su sistema de ataque también era muy complicado. Muchos analistas decían que yo no iba a ser capaz de jugar en él. Desde luego, no saben la cantidad de esfuerzo que yo pongo en esto.
Mi primer partido en la NFL fue un sueño. Sin embargo, el gran inicio de temporada no tuvo continuidad. El sistema de Whisenhunt era muy complejo. Aunque yo podía hacer bien las lecturas, requería mucho tiempo para desarrollar sus rutas. Y tiempo es lo que yo no tenía. Sufría una media de más de 3 sacks por partido. Así que imaginaros la cantidad de presión que tenía en cada snap. Además, el juego de carrera no me ayudaba nada. Imaginaos como sería la situación, que Delanie Walker, que desde el primer día fue mi mejor objetivo, no sabía que Whisenhunt era el que cantaba las jugadas…
Y entre tanto golpe, me acabé lesionando en la Week 6. Desgarro del MCL en mi rodilla. Estuve dos semanas fuera. Era la primera vez que me perdía un partido. En Oregón los había jugado todos, incluso alguno lesionado. Para cuando volví, Ken Whisenhunt había sido despedido, Mike Mularkey era ahora el HC interino y mi nuevo play-caller era Jason Michael.
Jason era un buen tipo, siempre me había caído bien. Se le veía inteligente y sabía de lo que hablaba, pero no había sido nunca play-caller. Era un hombre de confianza de Whisenhunt, pero Mularkey tenía una idea bien distinta sobre cómo llevar el ataque y el resto de la temporada fue un poco rara. Mi temporada rookie no terminó de despegar y encima me volví a lesionar en la Week 15. De nuevo el maldito MCL. En ese partido completé 3 pases para 32 yardas antes de lesionarme. También me hicieron 3 sacks para pérdida de 32 yardas.
Mike sabía que así no iba a poder progresar.
Año 2 – 2016
Cuando volví a los entrenamientos, Jason Michael ya no era mi play-caller. Mike le había “degradado” a entrenador de QB y como coordinador ofensivo y play-caller contrató a un amigo suyo, Terry Robiskie.
Tengo que decir que fue una suerte tener a Jason como entrenador de QB. Con tanto cambio en mi primer año, un poco de continuidad me ayudó a sentirme más cómodo.
Aun así, el cambio ofensivo fue tremendo. La compleja ofensiva de pase de Whisenhunt quedaba atrás y ahora debía aprender la run-first-offense que Mike quería implantar. Para mí, era aprender algo totalmente nuevo que nunca había jugado.
Os voy a poner un ejemplo. Yo se inglés, que es el “idioma” que yo hablaba en College. La spread offense es una ofensiva sencilla, rápida, ágil… como el inglés. Con Whisenhunt tuve que aprender alemán. Sí, tiene conceptos similares, pero es una lengua mucho más compleja. Y lo tuve que aprender en meses. Para cuando empezaba a encontrarme cómodo, me lesioné, despidieron a Whisenhunt, llegó Robiskie y tuve que aprender chino. Jugar con formaciones pesadas o depender del juego de carrera era algo que yo nunca había manejado. Pero por supuesto, me puse manos a la obra.
No digo que no lo hiciera encantado, pues la ofensiva de Mike me protegió muchísimo mejor que la de Whisenhunt. Los sacks cayeron a la mitad y, de hecho, 2016 fue, y es, mi mejor año. Lancé para 3426 yardas y 26 TD. Me nombraron como sustituto para la ProBowl, además de ser nombrado como el jugador ofensivo de la AFC del mes de noviembre.
Sin embargo, tenéis que comprender el esfuerzo que supone volver a aprender un “idioma” nuevo en tan poco tiempo y con tanta presión encima de ti. Mucha gente piensa que es sencillo, pero no lo es. Nuevas formaciones, nuevas rutas, nuevas jugadas, nueva terminología,… Todo nuevo. Y además, todo recae sobre tus hombros. La culpa, siempre, va para ti.
Pero bueno, ese fue, como digo, mi mejor año. A pesar de que tuvo el peor final posible. En la Week 16, el día de Nochebuena, teníamos que ganar a los Jaguars en su casa. Habían perdido 9 partidos seguidos y una victoria nos permitía seguir vivos por la lucha de los Play-Offs y la AFC Sur. Habíamos ganado 5 partidos en 2 años y ahora competíamos por entrar en Play-Offs. Era increíble. Entonces me rompí la pierna derecha. Y perdimos.
Así es el football, supongo. En un partido que parecía sencillo todo se fue el traste.
Año 3 – 2017
Lo peor de todo es que la lesión me mantuvo fuera de los entrenamientos mucho tiempo. Durante meses solamente pude trabajar en mi recuperación y hacer ejercicios de rehabilitación. Es verdaderamente frustrante.
Al menos esa temporada no tuve cambios. Robiskie seguía siendo mi OC y play-caller y Jason continuaba como QB Coach. Por eso me pude centrar plenamente en mi recuperación. No necesitaba aprender una ofensiva nueva.
Sin embargo, la falta de entrenamiento se nota. No puedes ganar química con tus receptores, no puedes pulir tus fallos,… En resumen: no puedes mejorar. Y viniendo de un año donde había hecho tantas cosas bien y el equipo había rendido tan bien, necesitaba mejorar. Necesitaba dar ese pasito. Pero la lesión me lo impidió.
Logré recuperarme para empezar la temporada, aunque no terminaba de encontrarme del todo cómodo. El play-calling de Robiskie se volvió aún más conservador. Yo, que había jugado siempre con numerosos receptores, me encontraba con formaciones con un solo WR y nadie a quien pasar. No es, por tanto, raro, que lanzara más Intercepciones que TD en ese año.
Pero yo también tengo mi parte de culpa, lo reconozco. Sí, el play-calling era pobre, repetitivo y predecible. Pero yo di un paso atrás. Las lesiones en la rodilla en mi primer año y la rotura de pierna el año anterior me habían pasado factura. Intentas que no se note, pero te afecta.
En mi caso, por ejemplo, se notó en mis mecánicas. Mi cuerpo estaba completamente dividido en dos. De cintura para arriba, seguía siendo el mismo. Pero de cintura para abajo… Mis pies se volvieron vagos. Mis piernas no acompañaban los movimientos de mis hombros y brazos. Estaba nervioso en el pocket. Y eso provocó que mis pases empezaran a ser peores. Demasiado flotados. Demasiado altos. Demasiado bajos. En definitiva, me había atascado.
Necesitaba un cambio. Tenía que volver a centrarme, porque sabía que lo podía hacer bien, sabía en lo que fallaba… pero cometía los mismos errores una y otra vez.
Al menos el equipo llegó a Play-Offs y yo sólo me perdí un partido por una lesión muscular. Es verdaderamente frustrante haber tenido tantas lesiones en tan pocos años. Me siento culpable de haber dejado colgado al equipo tantas veces. Sin embargo, la mentalidad que trajo Mike y que los jugadores acogimos gustosos nos llevó a luchar como jabatos. Y así logramos incluso remontar un partido de Play-Off fuera de casa. Fue increíble.
Año 4 – 2018
Sin embargo, con la idea de Mike no íbamos a ir mucho más lejos. Y con Robiskie de play-caller,… en fin, será mejor que no diga nada. Es cierto que gracias a él me sentí mucho más protegido y mejor rodeado. Pero por otra parte, ese estilo no terminaba de encajar. Estaba encorsetado. No tenía libertad de hacer nada. Y mis errores se magnificaban.
Me dolió que Mike se marchara. Es un tipo genial. Le deseo lo mejor. Pero fue demasiado cabezota al querer mantener a Robiskie. Y a veces tienes que tragarte el orgullo. Su sustituto fue otro Mike, Vrabel.
Cuando primero hablé con Vrabs, me compró de inmediato para su causa. Echó a casi todo el staff anterior. Tenía una ambición tremenda, sabía lo que se hacía. Por una parte, yo lo agradecí, pero por otra, suponía otra vez un cambio de ofensiva. Yo no sabía quién sería el nuevo OC y siendo Vrabs un entrenador defensivo, ese puesto iba a ser muy importante.
Y entonces vino Matt.
Fue una gran sorpresa, porque su idea ofensiva, por lo que había visto de ella, nos venía muy bien. Sin embargo, algo me decía que su cabeza nunca estuvo al 100% en Nashville. Él sabía, como lo sabíamos todos, que era un HC en potencia. Y de los buenos. Quizás por eso, una parte de mí tenía la sensación que el trabajo que Matt hiciera con nosotros no fuera a durar demasiado. Lo que nunca me imaginé es que durara tan poco. Pero eso os lo cuento luego.
La llegada de Matt supuso volver a aprender una ofensiva nueva. No era tan compleja como la de Whisenhunt pero he de reconocer que tenía algunas similitudes. En cualquier caso, era una ofensiva nueva. Otra más.
Pero también vino Pat como QB Coach. Vrabs trajo a varios conocidos suyos de su etapa en Houston y Pat es uno de ellos. Yo sólo le conocía por sus apariciones en varias películas de football, pero ahora iba a ser mi QB Coach y tenía una misión: volver a poner mi cuerpo en sintonía.
Él sabía mis problemas y yo los sabía también, así que nos pusimos a trabajar en ello enseguida. Nada de pies vagos. Nada de base estrecha de lanzamiento. Pat y yo trabajamos esa pretemporada en mis mecánicas como nunca antes había hecho. Tenía un montón de ganas de que llegara la nueva temporada y poder, al fin, mostrar todo lo que había progresado. Bueno, yo y la ofensiva.
Y entonces llegó ese primer partido en Miami. Ese maldito primer partido. Y ese maldito Andre Branch. Su golpe, tardío y sin sentido, me dejó tocado uno de los nervios del codo. Pero también fue mi culpa. Insistí en volver a jugar cuando sabía que no estaba bien. Aquella intercepción que lancé nos pudo haber costado el partido. Vrabs se echó las culpas, por no haberme protegido de mí mismo. Pero yo también soy responsable. Muchas veces intento hacer más de lo que puedo o tengo que hacer. Y cometo errores. Y este es uno de ellos.
Pie de foto: Gabbert toma el relevo de Mariota en Miami
Fuente: TitanSized
Viéndolo con perspectiva, fue una locura. Al día siguiente, todo fue a peor. Tenía la mano derecha tan dormida y con un cosquilleo tal, que me era imposible atarme las zapatillas por mí mismo. Tampoco tenía fuerza para girar la llave del coche al arrancar. No os podéis ni imaginar lo que es eso.
Todo mi esfuerzo se había ido al garete. Tenía más ganas que nadie de volver y ayudar, pero me era imposible agarrar un balón. Pero lo peor de todo es que no puedes hacer nada. No hay ejercicios de recuperación. Solamente tienes que esperar. Y se hace eterno.
Volví, eso sí, de manera precipitada. Blaine sufrió una conmoción y tuve que saltar al campo aún renqueante. Lo peor es que, a medida que me iba encontrando mejor, mi OL iba a peor. Son un grupo genial, pero por momentos me recordaban a mi primer año. No recuerdo las veces que iba al suelo por partido. Fue duro. Y tanto golpe, como pasó en mi primera temporada, me acabó lesionando. Otra vez el nervio del codo. Yo quería jugar, los Play-Offs estaban en juego, pero me lo desaconsejaron. Mi futuro estaba en el aire. Así que no jugué el último y decisivo partido. Nos quedamos sin Play-Offs. Otro duro golpe.
Fue el año que menos yardas lancé. Y el que menos TD. Pero también el que menos Intercepciones. Y el que más porcentaje de pases completé. Si hubiera estado toda la temporada sano, las cosas hubieran sido bien distintas, os lo aseguro.
Pero no lo estuve. Ahora tengo que volver a pasar una off-season recuperándome de una lesión que a punto estuvo de costarme mi carrera y mi salud. Y cuando vuelva tendré que aprender una ofensiva nueva, otra más. La cuarta en cinco años. Matt se marchó a Green Bay como HC. Sabíamos cuando vino que en el corto plazo se iría, pero nunca imaginamos que tras sólo un año.
Aún no sé quién va a ser mi nuevo OC y play-caller. Lo único que sé es que volveré a darlo todo, como siempre hago. Es la única manera que sé de hacer las cosas.