Quien tiene un buen quarterback suplente tiene un tesoro

Caminaba yo por una playa del litoral cartagenero. Lugar de correrías infantiles y escarceos adolescentes, ahora convertida en estercolero. Plagada de basuras, peces muertos y sospechosa espuma verdosa. Asqueado, pateé lo que imaginaba era una lata de refresco y resultó ser una lámpara maravillosa. De la cual, cómo no salió envuelto en bruma un genio oriental.

—¡Gracias por liberarme, oh amo! —exclamó el genio—. En agradecimiento, te concederé tres deseos.

«¡Dios mío!». pensé. Tres deseos. ¿Fortuna? ¿Mujeres? ¿Fama? ¿Inmortalidad? ¿Hacer lo que más me guste? ¿Ser el mejor en eso? Demasiadas aspiraciones para tan pocas oportunidades, así que opté por una que las englobaba a todas.

 

Primer deseo

 

—¡Quiero ser quarterback de éxito!

 

De pronto, me encontré viviendo en una impresionante mansión. El garaje está repleto de coches deportivos de todos los colores. Y, abrazado a mí, una despampanante modelo que sonríe mientras contemplo una pared saturada de portadas de revistas internacionales con mi imagen. Sobre la repisa de la chimenea, fotos con diferentes presidentes e incontables trofeos Lombardi. ¡Qué maravilla!

¡Quién no desearía esta vida! Riqueza incalculable, siempre rodeado de chicas atractivas y periodistas suplicando una palabra mía, ganar a mi deporte favorito, dejar mi leyenda para la posteridad, aparecer en anuncios televisivos, trabajar apenas 5 meses al año… tener que memorizar complejos libros de jugadas, vivir eternamente dolorido por los golpes recibidos, hacer vida sana con mucho gimnasio y siempre a dieta, no poder salir a la calle sin que te dejen en paz los incansables fans o los pesados reporteros, estar continuamente expuesto a falsos amigos que viven a tus expensas y a buscafortunas aprovechadas de tu situación (“Señoría, se lo juro, yo no sabía que sólo tenía 17 años, únicamente la invité a una copa”),…

 

Segundo deseo

 

—Mira genio, que he pensado que no. En realidad, lo que me gustaría es ser quarterback suplente.

 

Ah, quarterback suplente, ¡esto sí que es vida! ¿Quién necesita un lujoso casoplón cuando un chalecito en una buena urbanización tampoco está tan mal? ¿Para qué tantos coches si sólo puedes conducir uno a la vez? ¿Quién ha dicho que te tengas que conformar con la amiga fea? El QB suplente McCarron está casado con la espectacular Miss Alabama. ¿El trabajo? Sostener un portapapeles y decirle al titular “Eres el mejor, campeón”. Disfrutar desde una privilegiada posición tu deporte favorito sin sufrirlo en las costillas. Poder salir a cenar a Little Italy en Manhattan sin que te atosigue nadie. Quizás sólo el niño de la mesa de al lado, pidiéndote un autógrafo y diciéndote que tú deberías ser el titular. Y no ese petardo de Eli Manning.

El quarterback suplente es siempre el jugador más querido en la ciudad… hasta que le toca saltar a jugar. Y en la NFL actual esto sucede antes de lo que esperas. Ya sea por lesiones (los defensas son cada vez más duros y los linieros ofensivos cada vez menos formados) o por mal rendimiento de los titulares (a los jóvenes se les lanza imprudentemente a los leones sin estar preparados). Esta campaña, en sólo 7 semanas, ya son 11 los quarterbacks los que han debido iniciar los partidos de su equipo sin tenerlo previsto. Para la jornada que viene se anuncian dos más: Moore (Miami) y Stanton (Arizona).

Y de todo hay en este grupo. Por un lado, los auténticos profesionales de la suplencia, veteranos curtidos en docenas de circunstancias de diverso pelaje. Por el otro, jóvenes ingenuos, ilusionados en una oportunidad de titularidad. Pobres infelices, ¡dónde mejor que en el banquillo!

 

Jay Cutler

La lesión de Tannehill hizo saltar las alarmas en los Dolphins. Nadie confiaba en el juego de Matt Moore porque… llevaban 6 años viendo el juego de Matt Moore. Tentaron a Cutler, quien había anunciado su retirada y su entrada en una cadena televisiva. El jugador nacido en Santa Claus lo recibió como un regalo de ídem y rápidamente aceptó. ¡Cómo renunciar a una estancia pagada en Miami! Además, era sólo por un año; podría jugar por primera vez en su carrera sin ansiedad ni presión (oh, espera, ¿antes le afectaba la presión?). Su rendimiento estaba entre lamentable y catastrófico pero oye, Dolphins (4-2) tienen todas las opciones del mundo. Y es que, estimados lectores, el quarterback no lo es todo. Sin embargo, un golpe en las costillas le va a tener varias semanas en reposo. Lo que confirma mi teoría de que como en el banco, en ninguna parte.

 

DeShaun Watson

Lo peor si eres QB suplente es ser rookie elegido en un pick alto, porque tus vacaciones están condenadas a terminar rápidamente. En Houston, el “experimento Savage” apenas duró un par de cuartos (demasiado, según algunos) y el de Clemson se ha convertido en el mejor quarterback de los Texans desde… siempre. Ya sea con su brazo o sus piernas (antes de irse al BYE encabezaba la NFL en TDs de pase y en yardas de carrera), este “nuevo Michael Jordan”, como le calificó su entrenador en college, parece la respuesta a las plegarias de los seguidores tejanos en cuanto a su perpetua búsqueda de quarterback. Me temo que hemos perdido para la causa “suplentil” a este hermano, a menos que (esperemos que no) se marque un RGIII.

 

Kevin Hogan

Otra característica que te condena a acabar sobre el emparrillado, más pronto que tarde, es ocupar el banquillo de los Cleveland Browns. En este caso, Hogan ha servido de ejemplo. De muy mal ejemplo, para que Kizer compruebe en él los fallos que él mismo está cometiendo. Una vez cumplido su cometido con desgraciada precisión, ha caído no al segundo puesto del depth chart, sino al tercero. Pero tranquilo Kevin, la ruleta quarterbackeril de los Bronws nunca deja de girar y en breve volverás a estar arriba. Fíjate en Kessler.

 

Ryan Fitzpatrick

¿Pero en qué estaba pensando el insensato de Jameis Winston para permitir que le colocasen de backup a Fitzpatrick? Si yo fuera QB titular exigiría por contrato evitar que Fitzpatrick fuese mi suplente. Su maldición se cumple con funesta rigurosidad: 2005 (Bulger-STL), 2008 (Palmer-CIN), 2009 (Edwards-BUF), 2013 (Locker-TEN), 2014 (Mallet-HOU), 2015 (Smith-NYJ), 2016 (Petty-NYJ). Es el QB reserva menos reserva de todos, ya que todos los años termina jugando, confirmando lo que se está llamando el “Ciclo Fitzpatrickiano”.

El ciclo de la vida de Ryan Fitzpatrick

 

Matt Cassel

He aquí el prototipo del QB suplente por excelencia. Reserva de Palmer en USC, entró a la NFL sin disputar un partido como titular en college. Un emblema, un referente, el Santo Patrón de los QBs suplentes. Tras una breve etapa de titular en Kansas volvió a su estado natural, el que nunca debió abandonar: la suplencia. Los Titans le sacaron de él para sustituir a Mariota, y él recompensó tamaña injusticia recordándoles su espeluznante promedio de TD/INTs.

 

Mike Glennon

Quizá en esta lista sería más correcto colocar en realidad a Trubisky, pero el bueno de Mike lleva impreso en su cara el estigma del suplente. Acéptalo, no luches contra él. Al contrario, disfruta tu privilegiado estatus. Y si alguna vez sientes la tentación de llorar por la titularidad perdida, mira la cuenta corriente y repite conmigo: “18 millones y medio garantizados. 18 millones y medio garantizados…”

 

Case Keenum

¿A quién se le ocurre ir de suplente de Bradford, alma de cántaro? Con su historial de lesiones era un pasaporte directo a la titularidad. Quizá te engañaron diciéndote que serías el tercero, detrás de Bridgewater. ¡Ay, la alocada e inocente juventud! En todo caso, si lo hace bien, tiene una enorme posibilidad de consolidarse como… suplente de futuro. Tanto Bradford como Bridgewater acaban contrato y con su historial de lesiones dudo que sigan ambos. Así que, paradójicamente, “Just in Case” es quien tiene más posibilidades de ser renovado.

 

E.J. Manuel

Manolito es quien mejor lo ha entendido. Un par de partidos, unas actuaciones desafortunadas, y vuelta a la comodidad y seguridad del banquillo. ¿Qué necesidad hay? Ya tuvo su momento de gloria al salir elegido por los Bills en primera ronda y ganarse sus buenos dinerillos. Respetemos la dignidad del suplente, que en su mediocridad, ejercita la poco reconocida tarea de dar más lustre, de hacer más valioso, al titular a quien sustituye.

 

C.J. Beathard

El de Iowa tiene la enorme oportunidad de aprender de uno de los más grandes. No, no me refiero de su entrenador Kyle Shanahan, sino del efímero titular, Brian Hoyer. Su paso por los banquillos de Patriots, Cardinals, Browns, Texans y Bears le capacitan más que de sobra para transmitir sus enseñanzas como suplente a este chico, que declinó seguir la tradición familiar de la música country. Tengo la certeza de que las necesitará, ya que por bien que lo haga, las intenciones de los 49ers (si pierden la batalla por el #1 del draft) serán ir a por todas para llevar a la bahía de San Francisco a Kirk Cousins.

Casey Beathard, padre de C.J., es el co-autor de este nº1, «The Boys of Fall»

 

Brett Hundley

El futuro de los Packers se ha vuelto más negro con Hundley a los mandos (por favor, no saquen esta frase de contexto, que parecerá racista). Un equipo diseñado para vivir de la grandeza de Rodgers deberá ahora acostumbrarse a sobrevivir como lo hacen el 90% de los equipos: con un QB humano y no un extraterrestre. Aunque tiene el nombre de pila apropiado para triunfar en Green Bay, es imposible que lo haga. El listón está demasiado alto. Ahora bien, que no desespere. Prescott también fue titular gracias a una clavícula rota de un QB de Wisconsin, y el resto es historia.

 

Jacoby Brissett

Llegó poco antes de arrancar la liga, y su rendimiento tiene mucho que ver en que los Colts no están ya totalmente descartados. Me da a mí que puede tener madera de titular. No en Indianápolis, por supuesto, a menos que lo de Luck sea más grave de lo que nos cuentan. Pero no me extrañaría que recibiera alguna oportunidad y abandone nuestra hermandad suplentil.

 

Buen QB2, divino tesoro

Aún no hemos llegado al ecuador de la competición y casi una docena de quarterbacks accidentales han debido iniciar los ataques de sus respectivos equipos. Es una tendencia que va a más en la NFL. Por diversos motivos, el quarterback proyectado como titular se va fuera del campo. Así, tener un suplente que sea capaz de llevar las riendas de la ofensiva, sin que ello suponga tirar por la borda la temporada, se ha convertido en una necesidad. Ya hemos visto en la lista anterior que apenas 3 ó 4 estarían capacitados para hacerlo. No hay tantos QBs buenos en la liga, y estos jugadores de relevo serán cada vez más importantes. Sus fichas crecerán, y paulatinamente nos resultará menos extraño que equipos aún con un QB titular establecido seleccionen alto en el draft a su suplente.

La NFL es una máquina de picar quarterbacks que nunca deja de reclamar ofrendas para su sacrificio. Siempre hace falta más madera, más carne de cañón. Al precio que se ha puesto el kilo de QB titular, cada vez será más complicado retener a suplentes eficaces. Garoppolo y McCarron, próximos a entrar en la agencia libre, se frotan las manos. Los QB universitarios anhelan el momento de declararse elegibles para el draft. Los presupuestos de las franquicias deberán cuadrarse para encajar este incremento salarial.

Como colofón a esta reseña, no puedo dejar de mencionar a uno de los más grandes en activo. Chase Daniel. En 9 años de carrera ha amasado un total de más de 24 millones y lanzado sólo 51 pases completos. A casi medio millón cada uno. Grande, grande, grande entre los grandes.

Así que, tal como está evolucionando la función del quarterback suplente, supuse que en breve sufriría idénticos inconvenientes que el titular, sin abandonar las vejaciones propias de un suplente, pero cobrando varias veces menos. No mola nada.

Drew Stanton, QB suplente de los Arizona Cardinals, calentando disfrazado de Supergirl tras perder una apuesta

 

Tercer deseo

 

—Oye genio, que lo he pensado mejor y prefiero volver cómo estaba antes.

 

Al instante, me encontré abriendo los ojos. En mi cama de siempre, con mi vida de siempre. Todo parecía normal, incluso el dolor de cabeza. ¿Fue real la aparición del genio, o sólo un delirio fruto de la resaca? ¿Empleé bien mis tres deseos? En aquel momento decidí, una vez más, no volver a beber los sábados noche.