Hubo dos llamadas a la policía aquella noche en un breve lapso de tiempo. Una desde el Motel Hacienda y la otra desde una cabina telefónica en los alrededores. Ambas realizadas por mujeres en un profundo estado de nerviosismo. Una quería denunciar un intento de violación, la otra confesar un crimen. El acusado y el muerto eran la misma persona: el cantante Sam Cooke.
Era el 11 de diciembre de 1964. Era el sur de Los Ángeles. Estaba a punto de cumplir 34 años y dejaba atrás un buen puñado de grandes éxitos en su corta pero intensa carrera. Bertha Franklin, la encargada del Motel, adujo defensa propia. Cooke había entrado en su oficina sin llamar y agarrándola de la chaqueta le preguntó que dónde estaba la chica. No sé de quién me hablas, intentó razonar Franklin. Pero Cooke no se atenía a razones. Discutieron, forcejearon, cayeron al suelo. Temiendo por su vida, Bertha se levantó, corrió a su escritorio, sacó un revólver y disparó a Cooke apenas un tiro, mortal, en el pecho.
Lady, you shot me
El cantante solo vestía el zapato izquierdo y una cazadora y pronunció su ya célebre frase: Lady you shot me, más perplejo que enfadado. Para el gran jurado, la declaración de Franklin casaba perfectamente con la de Elisa Boyer. La muchacha había salido a cenar en compañía de Cooke aquella noche. Pese a pedirle en repetidas ocasiones que la dejara luego en casa, Sam la llevó al Hacienda Motel y en una de sus habitaciones intentó forzarla. Aprovechando una visita al baño, Elisa agarró el montón de ropa que encontró y se largó pitando. En una cabina cercana se vistió como pudo tras darse cuenta de que se había llevado la mayor parte de la ropa de Cooke confundida. Luego llamó a la policía.
Probada la defensa propia, el jurado dictaminó Homicidio Justificado y Franklin fue absuelta. La familia de Cooke nunca se creyó las versiones de Bertha y Elisa, pero nadie les hizo mucho caso. Uno de los mejores amigos del finado, Muhammad Ali, dijo que si se hubiera tratado de Sinatra, Los Beatles o Ricky Nelson, el FBI habría seguido investigando. Después de siete años de fulgurante trayectoria se apagaba una de las voces más penetrantes del Soul. Inmortalizado quedó aquello de:
I was born by the river
In a little tent,
Oh, and just like the river
I`ve just been running
Ever since
Famosa letra de su canción A change is gonna come. Una de las canciones más reconocibles en la lucha por los derechos humanos y contra el racismo.
Sam Hubbard se retira
También al lado del río, pero en Ohio, nació nuestro segundo protagonista de hoy. Otro Sam, otra corta carrera de siete años. Sam Hubbard, Defensive End de los Bengals, que ha anunciado esta semana por sorpresa su retirada. The Cincinnati Kid, en una emocionante nota difundida en redes sociales, se despedía proclamando su amor por la franquicia y dando las gracias a fans, compañeros y entrenadores. 29 años es una edad inusual para retirarse en el deporte, aunque sea en uno tan exigente como el football.
Sangré Naranja y Negro aun antes de enfundarme la camiseta de los Bengals, dice Sam. Es lo que se suele llamar One Club man, pero a lo bestia: One State man. No se ha movido de Ohio en toda su carrera: High School, College en Ohio State y NFL. El tercera ronda de 2018 deja a su paso 398 tackles, 55 para pérdida de yardas, 38 sacks y medio, 6 fumbles forzados y se lleva el corazón de la Who Dey Nation. Dos años primero en la AFC Norte, Campeón de la AFC en 2022, subcampeón en 2023, solo los Rams en aquella preciosa final le privaron de redondear su trabajo con un anillo.

The fumble in the jungle
Entre todas sus jugadas nos quedamos sin duda con una que por tener tiene hasta nombre. Último cuarto, poco más de once minutos por jugarse de la Wild Card de 2023 contra los Ravens, un rival divisional. Con empate a 17 en el marcador, ataca Baltimore. Están en la yarda 2. El Qb suplente Tyler Huntley intenta saltar sobre una melé de jugadores para llevar el balón más allá de la línea de anotación. Logan Wilson palmea el balón que vuela libre y cae dócil en las manos de Hubbard que lo retorna 98 yardas para touchdown. 17-24 y el marcador ya no se movería. Se convertía en el Fumble retornado para TD más largo de la postemporada. Un récord para el chico de Cincinnati.

La última jugada de su carrera tampoco es cualquier cosa. Otra vez en la yarda 2, pero en ataque. Su gran amigo Joe Burrow le lanza el balón y Sam atrapa su primer, y último, pase de anotación en la NFL. En el proceso, además, se tuerce el ligamento posterior de la pierna derecha. Un digno final para todo un luchador. ¿Sabían ya que se iba a retirar y pergeñaron esa jugada para que Sam anotara? No es improbable. Ahora, en su camino, se abren nuevos horizontes, una época de cambios. A través de la fundación que lleva su nombre, se dedicará a ayudar a los demás, a devolver parte del cuidado, la atención y el cariño que le han brindado durante años los fanáticos de una ciudad enfervorizada. He sido, dice Sam en su nota de despedida, un Bengal desde siempre y lo seré para siempre: no sabéis lo increíble que es haber vestido solo un uniforme en mi carrera.
Dos trayectorias cortas pero brillantes, llenas de éxitos, dos finales abruptos, inesperados, 60 años distantes. Las cosas han cambiado, en efecto, querido Sam Cooke. Quizá no tanto como podrían pero seguimos avanzando y trabajando cada día para que sea posible. Con gente como Sam Hubbard es más sencillo.
Pablo López | @Jucort365