Poco dura la alegría en la casa del pobre. El sabio refranero nos ofrece una vez más una oportuna reflexión sobre el estado de los Cincinnati Bengals. De haber escrito este artículo hace apenas dos semanas, su contenido hubiera sido radicalmente distinto. Entonces, el equipo bengalí no sólo encabezaba su división, sino que lideraba la Conferencia Americana con un sorprendente balance de 5-2. Su nombre estaba en boca de todos los comentaristas como equipo revelación del año, alabando su buen juego y potencial. Comenzaba la autoimposición de escarapelas con el distintivo “yo ya lo había avisado”.
Sin embargo, apenas un par jornadas después, dos derrotas consecutivas han hundido a los atigrados al fondo de su división. La NFL, con su implacable dosis de realidad, les ha pinchado el globo de la ilusión y devuelto a la casilla de salida. La progresión ahora parece ser más difusa, los viejos vicios vuelven a emerger, los asientos de los entrenadores recuperan su calor. Tan pronto como vino, se esfumó la alegría en casa de los pobres bengalíes. Y como dijo Oscar Wilde, “cuando la pobreza entra por la puerta, el amor salta por la ventana”. Las medallas se han caído de las solapas y devuelto al cajón. Desaparecidos de la primera línea informativa, se retoman en los medios los comentarios sobre “los mismos Bengals de siempre”. Quienes pugnaban por subirse al barco han vuelto a bajar. Nada que nos sea ajeno a sus sufridos seguidores.
El microcosmos que genera la NFL propicia estas paradojas. Tan pronto se está arriba como abajo. No se puede afirmar nada con rotundidad. Todo va demasiado rápido. El “tempus fugit” del que hablaba el poeta Virgilio se quedaría corto si viviera en nuestra época. Pero lo que usted, amigo lector, espera de este artículo no es que le hable de filosofía o pedantes citas literarias, sino de las razones deportivas del hundimiento del Titanic bengalí. Si más adelante reflotara, ya nos daría pie para tratarlo en otro texto.
Un ataque bengalí desajustado
En la NFL, todo gira alrededor del quarterback. No debería ser así, pero tampoco podemos cegarnos a la realidad. Burrow lleva apenas 18 partidos en la liga como consecuencia de la lesión del año pasado. A todos los efectos, es prácticamente un novato en proceso de evolución. Por esta razón comete errores. También porque desde la banda cada vez le reclaman mayor responsabilidad. Es el proceso natural de formación.
Con los mismos partidos jugados que el año pasado (9), lleva más touchdowns (20 por 13), pero también más intercepciones (11, líder de la liga en tan triste apartado, por 5 en 2020). De éstas, 8 han llegado en las 4 derrotas bengalíes. Podemos ver una clara relación. La falta de cuidado del balón está siendo una losa difícil de levantar, pero no la única.
Burrow es el QB con más pases de TD de más de 30 yardas de toda la NFL. Sin embargo, en la zona roja se le hace de noche. No sólo es culpa suya, sino de los técnicos que no diseñan buenas jugadas y de sus compañeros que no siempre responden bien. El año pasado, los bengalíes ocuparon las últimas plazas de la competición en esta estadística (50% de TDs conseguidos desde la red-zone). En los 3 últimos partidos han bajado este porcentaje del 83 al 66%.
“Es tiempo de volver al laboratorio” – Joe Mixon
No obstante, la mejoría a nivel individual es evidente. La línea ofensiva ha reducido los sacks encajados de 3 por partido a 2,78. Burrow está en el top-5 de yardas de pase y TDs. Mixon igual en las estadísticas de yardas y TDs terrestres. Chase apunta a novato del año, siendo 3º de la liga en yardas de recepción. Sin embargo, pese a lo anterior, los bengalíes ocupan el 4º peor puesto de la competición en primeros downs: apenas 18,6 por encuentro. Esto nos habla de un ataque muy explosivo, pero tremendamente inconsistente. Mucha dinamita, pero escaso control.
Jugadores como Boyd, maestros en la consecución de primeras oportunidades, están desaparecidos. El pésimo planteamiento de primeros y segundos downs deriva en terceros muy largos cuyo porcentaje de conversión es tan solo el 38%. La ambición de jugarse el cuarto no siempre resulta eficaz (54%). La media de puntos anotados supera en 7 unidades el registro de 2020, pero el tiempo de posesión no alcanza el 50%. El pilar de los bengalíes de 2021 estaba siendo la defensa, pero la misión del ataque, aparte de anotar, debe ser darles descanso y mejores posiciones de campo desde las que defender.
El potencial de la ofensiva bengalí es evidente, pero los entrenadores necesitan darle una vuelta a la táctica y a la técnica. No siempre se puede vivir a base de big-plays. La conexión Burrow-Chase es brutal, pero las defensas ya le han tomado la matrícula. Las formaciones son muy estáticas y previsibles, generando pocas dudas a la defensa. Los jóvenes de la línea ofensiva deben mejorar su rendimiento. Los corredores dejan mucho que desear cuando se les pide quedarse a bloquear para el pase. Como bien expone Mixon en twitter, hay que replantearse el sistema.
Se desinfla la defensa bengalí
Decía en el párrafo anterior que era la defensa quien estaba sosteniendo el equipo. Hace 2 semanas encajaba una media de 18,3 puntos por partido. En los últimos dos ha encajado el doble (promedio de 37,5). Contra Ravens, en el punto más alto de juego, lograron 5 sacks. En los dos últimos enfrentamientos, apenas un par en cada uno. Hace 15 días encajaba un promedio de 94 yardas de carrera y 246 de pase por partido. En los dos últimos le cayó una media de 125 y 320 respectivamente. Una defensa que estaba en el top-10 de la liga ha vuelto a los dramáticos números de 2019 y 2020.
Con todo, lo peor es el porcentaje de placajes fallados. Contra Jets se contabilizaron 15. Ante Browns se fallaron otros 11. Hasta 10 defensores superan el 10% de placajes perdidos en comparación con los conseguidos. Como equipo, los Bengals son los segundos peores de la NFL en este apartado, con 67. Estamos hablando de errores individuales, pero los entrenadores no pueden eludir su responsabilidad en la formación de los jugadores.
Discutibles tácticas defensivas
Se podrían excusar en lesiones, pero en realidad, tan solo el CB Waynes falta entre los titulares, y su mediocre relevo, Apple, también ha estado presente en los buenos momentos. El problema reside en la estrategia. Contra Jets, en el afán por detener la carrera, se concedió excesiva libertad al inexperto QB White, y lo terminaron pagando. En la NFL, cualquier QB te puede hacer un roto si tiene tiempo para conectarse con sus receptores. Y no son necesarias grandes ganancias en cada pase si, aprovechando el espacio que se les deja, consiguen yardas tras la atrapada.
Contra Browns, la formación predominante fue 5-2-4, alternando con 4-2-5. Las consecuencias fueron menos relevos de la línea defensiva (más cansancio = más placajes fallados) y mayores espacios una vez superada ésta para las carreras de Chubb. Mal planteamiento de inicio, pero más grave fue que en ninguno de los casos consiguió ajustarse tras el descanso. Por la irregularidad del ataque bengalí, es necesario que la defensa recupere la solidez perdida.
No todo está perdido
Si antes de comenzar la liga nos hubieran dicho a los aficionados del equipo bengalí que para el bye tendríamos un balance 5-4, hubiésemos saltado de alegría. Pero lo cierto es que, tras perder de forma inesperada contra Jets, y ser vapuleados por un equipo con peor balance como los Browns, la sensación que queda es de desencanto. Un sentimiento agridulce, viniendo de buenos partidos ante Steelers, Lions o Ravens.
Nos queda confiar en un equipo joven y con proyección, que sin duda sacará sabias enseñanzas de esta complicada situación. Nunca se gana un partido antes de jugarlo. El exceso de confianza es la madre de los vicios deportivos. Hay que mantener la intensidad en todo momento, sin dar nada por hecho. Como decía al principio, la dinámica de la NFL es tan acelerada que todavía se está a tiempo de revertir la situación y volver, por qué no, a la senda de playoffs.