Cuando John Sturges fusiló, a mayor gloria de Hollywood, la obra excelsa de Akira Kurosawa concretó, sin saberlo, la necesidad de su joven nación de poseer una épica narrativa propia. Los norteamericanos carecían de una historia y cultura milenarias, se miraban con envidia y cierto complejo de inferioridad en los espejos asiático y grecolatino, no encontraban ese texto iniciático que resumiera sus virtudes y les diera poso y pátina. Al disfrazar la tradición japonesa con sombreros vaqueros y colts (el arma, no el equipo) humeantes encontraron su lugar en el mundo: somos el héroe cansado que vuelve a casa cabalgando al amanecer, se dijeron. Es, la suya, una sociedad que vive por y para el maniqueísmo, de extremos, de héroes y de villanos en la que la épica lo es todo. Ser del montón no es solo aburrido, es mortal. El football no es ajeno a esta realidad, al contrario, es acaso su paradigma primero. Barkley Barkley Barkley Barkley Barkley
Los números, los secos, fríos y mudos datos, tomados de uno en uno son como polvo, no son nada., una charla banal mientras el árbitro sitúa el balón y la línea ofensiva se coloca. Es al servicio de la época donde adquieren todo su poder y relevancia.
La Joya Récords
Todos vimos la rueda de prensa improvisada al pie del vestuario. Saquon, compungida la cara, los hombros apesadumbrados, tristeza en el mirar, acepta pero no la decisión de su entrenador, Nick Sirianni, de sentar a sus titulares la última jornada de liga regular contra el agujero sin fondo de los New York Giants. Impedía, así, que su RB estrella pudiera alcanzar o sobrepasar el récord de yardas de Eric Dickerson. Era el momento, se cumplían 40 años desde aquellas increíbles 2105 yardas. Saquon se quedó a 100 del récord, a 101 si se quiere, cifra que había superado en 11 de los 16 partidos de la temporada, incluyendo la ida contra los Giants.
Eso coloca al corredor neoyorquino como el octavo de todos los tiempos. Está bien, pero es una mierda. En la NFL o eres el primero o no eres nadie. La epopeya, La Ilíada, Gilgamesh. Como decían Bud Spencer y Terence Hill: los segundones apestan. Barkley quería batir ese récord casi tanto como conseguir un anillo. Quizá más. Al fin y al cabo, al lado del año como campeón figura el nombre del equipo, no el de tu corredor estrella. Pero al lado del récord siempre figurará tu nombre y, si durante todos estos años ni Adrian Peterson, ni Barry Sanders, ni Jamal Lewis, ni Derrick Henry han podido con él, dejar pasar una oportunidad de oro para derribarlo parece un grueso error gigantesco. Por mucho que las necesidades de la mayoría estén por encima de los individuos. Primero el grupo. Sí, ya.

Lo que queda del día
Aún puede inscribir su nombre en oro y mármol si es capaz de superar las 610 yardas durante la postemporada, plusmarca rotunda para playoff y Super Bowl. Esa salvajada hizo John Riggins con los Redskins en 1982 (curiosamente el rival de Eagles este domingo en la final de la NFC). De momento Barkley lleva 324 yardas lo que le sitúa como el decimoctavo de todos los tiempos. Con solo dos partidos jugados. Es el único de los primeros 25 que figura en la lista con solo dos partidos. Es una barbaridad, Saquon, corriendo bajo la nieve de Pennsylvania en pos de un sueño, derribando gigantes helados y saltando barrancos de barro.
Si replica las 150 yardas que le sacó a Washington en cada uno de los dos partidos de temporada regular de este año, se situará tercero de siempre, por delante y por detrás de Terrell Davis que lo hizo dos temporadas seguidas con los Broncos. Si las replica, Eagles estará cerca de la Super Bowl y allí la épica tendrá otros números y, quizá, otros nombres: Mahomes y el threepeat, Allen y la primera bufalada, Daniels o el primer rookie en jugarla…
La historia sabrá situar a Saquon Barkley pero de momento nos queda su apesadumbrado mirar y lo cerca que estuvo y quién le impidió lograrlo. Eric Dickerson sigue ahí, un año más, soportando al vendaval, estandarte de la gesta más brillante. Recordamos su nombre porque la épica no funciona sin nombres, desde el anonimato no sirve. Dato es relato. Del héroe que va a caballo destino al amanecer, hasta confundirse con el horizonte, conocemos sus cicatrices todas, su pésimo humor y hasta el último roto de sus calzoncillos largos.