Si algo tiene la historia es que, como se ha afirmado en más de una ocasión, la escriben los ganadores. Por lo general, aquellos que saborearon las mieles del éxito son, precisamente, quienes se convierten en guionistas de la vida; depositarios de una realidad que nunca llegaremos a conocer en su totalidad. Se silencia así la voz del perdedor, del fracasado, de aquel que fue incapaz, por las razones que sea, de prevalecer y hacernos llegar su perspectiva de los acontecimientos. Detroit Detroit Detroit Detroit Detroit Detroit Detroit Detroit Detroit Detroit Detroit Detroit
No obstante, esa victoria es, a veces, el mejor escenario posible en un momento histórico concreto; por ejemplo, en la victoria de los aliados durante la Segunda Guerra Mundial. Y es precisamente uno de sus artífices quien nos dejó—o, al menos, se le atribuye a él—una frase que resume perfectamente lo que os queremos contar: hablamos de Winston Churchill y su definición del éxito como “la capacidad de ir de fracaso en fracaso sin perder el entusiasmo”.
Una afirmación con la que muchos—me incluyo—nos sentimos identificados. Porque, en la cultura del Mr. Wonderful en la que parecemos estar asentados, donde todo se edulcora hasta límites insospechados, nunca viene mal recordar que el éxito es la excepción, la anomalía, lo extraño, mientras que el fracaso no es solo parte de la vida; el fracaso es, en esencia, la vida.
Esta forma de ver la vida puede parecer algo (bastante) pesimista, pero es la única que nos permite disfrutar del éxito como lo que es: un evento muy poco probable, casi inalcanzable para la mayoría, y que debemos celebrar al máximo en cada una de sus apariciones, porque no sabemos si puede ser la última. Si no me creéis, pensad un momento. ¿Cuántos ganadores de la lotería de Navidad me estáis leyendo? ¿A cuántos conocéis? ¿Cómo se reparte la riqueza en el mundo? ¿Tenéis un doctorado cum laude en casa? ¿Habéis ganado un partido de NFL? Todas estas preguntas, sin profundizar en detalles que no vienen al caso, tienen su respuesta en el párrafo anterior. Repetid conmigo: el éxito es puntual. El éxito es la excepción.
Todo esto nos lleva al domingo 5 de diciembre de 2021. Una fecha que para la gran mayoría será irrelevante en unos días, si no lo es ya. Un domingo cualquiera, en el que quizá estaríais de puente, de comida familiar, en el trabajo o cumpliendo con cualquier otra obligación laboral y/o social. De hecho, es probable que el gran momento deportivo de ese domingo, el que pase a la historia, sea el choque entre Lewis Hamilton y Max Verstappen mientras se jugaban el mundial de Fórmula 1 en Jeddah (Arabia Saudí), a más de 10.000 km de Detroit, en Estados Unidos.
Allí, los Detroit Lions celebraban por todo lo alto una victoria agónica que ponía en pie no solo a sus seguidores, sino también a cualquier aficionado neutral del fútbol americano. Un éxito que nos deja imágenes maravillosas de un vestuario unido y de un Dan Campbell que lo dedicaba a las víctimas del tiroteo, años atrás, en la ciudad de Oxford (Michigan), muy próxima a Detroit. Pero ¿de qué estamos hablando? ¿Qué título, copa, trofeo, medalla, acababan de conquistar? Absolutamente ninguno. Nada. No hay confeti. No suena el We are the champions. Goff no va a levantar el Lombardi. Simple: acababan de ganar su primer partido de la temporada, después de 10 derrotas y un empate, y su primero tras casi un año sin colocar una W en su casillero.
Durante ese tiempo, sin embargo, los Lions han tenido, volviendo a Churchill, la capacidad de ir de fracaso en fracaso sin perder el entusiasmo. El primer partido de la temporada, contra los 49ers, parecía presagiar lo que ha sido la temporada de los de Michigan: el esfuerzo sin recompensa, pero que nunca les iba a hacer perder la fe. En su debut en la presente temporada, los Lions veían cómo los de Shanahan se marchaban al descanso con una cómoda ventaja de 31-10; algo que, en casi cualquier situación, implica bajar los brazos y empezar a pensar en el siguiente compromiso. Nada más lejos de la realidad. Detroit Detroit Detroit Detroit Detroit Detroit Detroit Detroit Detroit Detroit Detroit Detroit Detroit Detroit
Los de Campbell lucharon hasta el final y consiguieron acercarse lo suficiente como para incomodar a unos Niners que acabaron venciendo por una renta de solo 8 puntos. A partir de ahí, fracaso tras fracaso: field goals propios fallados en el último segundo, field goals que daban la victoria al rival justo cuando el reloj marcaba el final del encuentro, decisiones inexplicables, pérdidas de posesión absurdas…Y, aún así, los Detroit Lions nunca perdieron el entusiasmo.
La perseverancia de los chicos de la Motown se vio por fin recompensada ese 5 de diciembre de 2021. El mismo día en que Buccaneers y Rams continuaban presentando sus candidaturas a la Super Bowl, el mismo domingo en que Colts o Chargers se postulaban como firmes alternativas en la AFC, los Lions nos recordaban que el éxito es la excepción. La anomalía. El 1% de la riqueza está amasada por unos pocos.
La lotería que todos los años esperas que te toque, pero que siempre terminas viendo celebrar a otros por televisión. Esta vez les tocaba a los Detroit Lions. Quizá por eso todos nos alegramos de esa victoria de los muchachos de Dan Campbell; porque, volviendo al principio, en el fondo sabemos que el fracaso no solo forma parte de la vida: el fracaso es la vida. Solo podemos decidir qué hacemos mientras vamos de un fracaso a otro, y solo en esa filosofía encontraremos el camino para sobrevivir. Esta vez, la historia la escribieron los perdedores.