Una disparatada cena de Thanksgiving

—¿Nombre? —preguntó el doctor.

—Antonio Magón.

—¿Magón? ¿Qué clase de apellido es ése?

—No es apellido, es mote. Me lo pusieron unos amigos. Una larga historia.

—No me extraña entonces que necesite tratamiento psicológico… Dígame ¿qué le ocurre?

—Pues verá usted, hace unos días contraje un virus y desde entonces, no dejo de tener pesadillas. Mi gran afición es el football americano, y como esta semana se celebra Acción de Gracias, en mis alucinaciones mezclo ambos conceptos, y la ansiedad no me deja descansar.

—Continúe, continúe —me indicó el psiquiatra mientras se reclinaba en su sillón con aire aburrido.


Sueños delirantes

Le empecé a narrar mis últimos sueños. En ellos, podía ver una larga mesa surtida de ricos manjares y repleta de invitados alrededor. Era inconfundiblemente Acción de Gracias: el típico pavo asado, la salsa de arándanos, el pastel de calabaza, las sonrisas falsas de los comensales ante la insufrible reunión familiar mientras comprueban de reojo por el móvil las ofertas en los comercios del día siguiente, y por supuesto, el football a todo volumen en el televisor del salón.

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Sillas principales

Presidia la mesa, como todos los años, el tito Bill Belichick. Sonreía con ese aire de superioridad tan característico suyo. Era el triunfador de la familia, y lo sabía. Se encargaba de trinchar el pavo y servir la salsa. Conocía perfectamente lo que quería cada uno, a quién le gustaba el muslo, quién no soportaba la guarnición… no dejaba nada al azar. Estuvo un poco pachucho hace unos meses, pero sus defensas ya han recuperado todo su vigor. Le preguntamos cómo lo había pasado en su reciente viaje a México, ya que no había colgado fotos en el grupo de Whatsapp de la familia. No nos contestó y torció el gesto. Peor para él si no lo disfrutó.

Aunque nadie discutía su posición de privilegio en la mesa, cada vez veíamos con más admiración al primo Wentz. Con su pelo rojizo como las zanahorias de la ensalada, en poco tiempo su carácter despierto y viva inteligencia le habían convertido en un triunfador. Dirigía una empresa recogida casi de la quiebra, y prácticamente con los mismos empleados, había irrumpido con fuerza en el índice Dow Jones. Se decía que gran parte del mérito era del administrador general Doug Pederson, quien había robustecido las defensas empresariales y dotado a la entidad de una estrategia bien definida, e imparable en un mercado tan competitivo como el de la NFC. Pero el primo Wentz, imagen de la firma por su ojo certero en los negocios, era quien llamaba la atención y se llevaba de calle a todas las chicas del barrio.

 

Ausencias señaladas

Tuvimos que lamentar muchas bajas por enfermedad. Los primos Rodgers, Beckham, Watt, Sherman… que siempre animaban mucho estas veladas familiares, no pudieron venir esta vez. Thanksgiving no es lo mismo sin ellos, y fue muy comentado que había que hacer algo con el sistema de salud nacional para evitar tantísimas ausencias.

Nos extrañó no ver al señor Jackson, viejo amigo de la familia. Habíamos preparado exclusivamente para él un plato de macarrones que tango le gustan. A última hora se disculpó. Nos dijo que su perro Sashi se había comido el correo electrónico en el que le invitábamos a la celebración. A todos nos pareció una excusa barata. No creo que le volvamos a llamar.

Una situación embarazosa se produjo cuando apareció el primo Charger. Todos comentamos que nos parecía un tremendo despropósito mudarse de barrio, a una casa tan alejada del centro que aún no hemos ido a visitarle. Esquivábamos comentar con él este tema. Tan sólo le preguntamos cómo le iba, por pura cortesía. Pero aunque en su inconfundible acento gallego nos contestó que “como siempre, cosas buenas y otras no tanto”, en su rostro se reflejaba la desazón por el error cometido, y la incertidumbre sobre su futuro a corto y medio plazo.

 

Thanksgiving, una cita llena de costumbres

En la familia tenemos una costumbre. En vez de rezar una oración de gracias antes de empezar a comer, cantamos el himno nacional. Todos nos ponemos en pie, incluido el primo Villanueva, que había ido al baño. Sin embargo, este año ha habido polémica con este asunto, ya que el primo Lynch se ha negado a levantarse, influenciado por los malos consejos de su amigo Kaepernick, un chico del barrio, tan conflictivo que nadie le quiere dar trabajo. Este hecho no le ha sentado nada bien a Trump, el presidente de la comunidad de vecinos a quien también habíamos invitado a la comida, y se ha producido una situación bastante incómoda.

Sin embargo la abuela Brees, que es muy beata, no sólo reza en la mesa, sino que tiene todo el plato rodeado de figurillas, velas y estampitas de Santos. Afirma que son muy milagrosos y nunca hay que perder la fe, sino perseverar hasta el final. Además, nos dice que este año están corriendo mucho mejor por su salvación, y que defienden como nunca de todo mal.

Otra costumbre que tenemos es la de sentar a la mesa con nosotros a algún indigente. Alguien que no tenga nada que llevarse a la boca. El señor Browns es un clásico de estas cenas, pero este año también hemos invitado al vecino del 49er, que está pasando una mala racha, y al señor McAdoo. Una pena este hombre, la buena planta que tiene semejante a un gigante, y la falta de higiene que arrastra, que huele a cadáver.

 

Jóvenes y mayores, juntos en la mesa

Me llamó la atención la cantidad de niños que correteaban alrededor de la mesa. Los más pequeños de la familia competían con los hijos de los vecinos a ver quién era capaz de dar más vueltas. Los Kamara, Hunt, Fournette, corrían tanto o más que otros niños mayores que ellos. Sin embargo, uno de los que parecía más rápido, Mixon, estaba recluido en una esquina casi sin jugar con el resto. Sin duda, cohibido ante las regañinas recibidas por su mal comportamiento en el pasado.

A quien vimos sorprendente bien fue al abuelo Zimmer. Se nota su ascendencia vikinga. Aunque a veces le falla la memoria, y no sabe si su hijo favorito se llama Bradford, Keenum o Bridgewater, sus defensas son envidiables y ya las querríamos los más jóvenes. A pesar de haber sufrido algunos achaques, su genio está muy vivo, y no se te ocurra meterte con él, porque su ofensiva será contundente.

Quienes estaban igual de revoltosos que siempre eran los primos Le’Veon Bell y Antonio Brown. Le’Veon se abría camino hábilmente entre los cubiertos que le cerraban el paso, para abalanzarse sobre cada nueva fuente que traían a la mesa: el puré de patatas, las judías verdes o sobre todo las coles de Bruselas. Éstas además, las lanzaba al otro extremo de la mesa, donde Antonio las atrapaba todas con inaudita destreza. Todo esto ante la pasividad del tío Roethlisberger, quien no les decía nada, pensando únicamente en su jubilación.

 

No todo es paz

La nota desagradable de la velada la volvió a dar el tito Goodell. Aprovechando que la criada Justicia llevaba los ojos vendados, le metió mano por debajo de la falda. No contento con el escándalo que organizo el año pasado con el tema Brady, este año la ha vuelto a liar con Elliot. Además, empieza a chochear y cada vez toma decisiones más erráticas. Lo mismo la tiene tomada con Burfict y le sanciona a la mínima, que pasa por alto golpes intencionados que provocan conmociones cerebrales o peleas a puñetazo limpio en medio del campo. Las discusiones que tiene con su cuñado Jerry Jones son cada vez más inaguantables. No me extrañaría que el año que viene no le volviésemos a invitar. Igual, a ninguno de los dos.

 

Reencuentros familiares

Nos alegró mucho volver a ver a los primos Jaguars y Rams. Hacía un montón de tiempo que no sabíamos nada de ellos. Han pasado tanto tiempo sin venir a las reuniones familiares más trascendentes que ya casi nos habíamos olvidado de su existencia. Además, han regresado bien elegantes, muestra de lo bien que les va. El primero ejerce como abogado defensor. Sus defensas están llamando fuertemente la atención en el ámbito judicial, y eso que su pasante Bortles deja bastante que desear. El segundo se mudó a la costa y trabaja como representante artístico. Sus shows son frescos, innovadores, y como característica principal, muy ofensivos. Tiene varias estrellas en su cartera que prometen llegar lejos, como Goff, Kupp o Gurley. Pero lo que realmente le ha dado prestancia a su sociedad ha sido hacerse con los servicios de reconocidos veteranos del mundo del espectáculo, como Whitworth o Wade Phillips.

Me hicieron mucha gracia la tía Jets y el tío Bills. Al principio decían que estaban a dieta, que este año no iban a pelear por los mejores platos para estar a tope el verano que viene. Pero una vez en la mesa, y para sorpresa de todos, ésa es la verdad, han estado compitiendo como el resto por hacerse con las viandas más sabrosas. Y con no poco éxito, debo añadir.

 

Thanksgiving no termina al cenar

Una vez acabada la cena, recogimos las sobras y las llevamos al asilo. Reconforta ver las caras de alegría de estos ancianos al sentir que alguien se acuerda de ellos, abandonados como están por sus familiares. Pero se te encoje el alma al constatar por su decrépito estado que muy posiblemente les quede muy poco de estar entre nosotros al señor Lewis, al señor Pagano, al señor Joseph, al señor Garrett


Diagnóstico: enajenación mental transitoria

—Y esto me parece que es todo —concluí el relato de mis fantasías oníricas—. ¿Es grave, doctor?

—No, no lo creo. Efectivamente, en su delirio enfermizo ha mezclado la cena de Acción de Gracias con los hechos más relevantes de lo que llevamos de NFL hasta la fecha. Es habitual en estados febriles como el suyo, pero no debe preocuparse. Tómese un paracetamol cada 8 horas y beba mucha agua.

—Pero, ¿no me receta ningún psicotrópico?

—Eso es lo que usted quisiera. Pero no será posible. Me temo que esta conversación no es más que otra de sus alucinaciones.