Estamos en el año 458 antes de Cristo. Los ecuos amenazan Roma. Ante la incompetencia del cónsul Esquilino, el senado romano toma una drástica decisión: nombrar dictador, dándole plenos poderes sobre la República, a Lucius Quinctius, llamado “Cincinnatus” por su pelo rizado. Este antiguo cónsul, ya retirado, trabajaba en su granja cuando recibió el nombramiento. Sus dotes militares le llevaron a una rápida victoria, salvando la ciudad eterna. Una vez resuelto el conflicto, renunció a seguir en el cargo y volvió a sus labores agrícolas. Desde entonces, su nombre está ligado a la virtud y entrega por sus compatriotas.
Avanzamos en el tiempo. Nos situamos en el año 1790 de nuestra era, en las recién creadas colonias norteamericanas. El gobernador St. Clair decide darle el nombre de “Cincinnati” a un asentamiento junto al río Ohio, como homenaje al histórico personaje, en cuyo honor se formó la “Sociedad de los Cincinnati”, una hermandad a la que perteneció el mismísimo presidente Washington, formada para conmemorar la Guerra de la Independencia. Así, la ciudad que acoge a los Bengals, debe su etimología a un héroe que renunció a cualquier ambición de gloria personal por el bien de su pueblo.
Es imposible no establecer paralelismos entre la figura de Cincinnatus y la del joven Evan McPherson, kicker de los Cincinnati Bengals. Cuando más lo necesitaba el pueblo, cuando más lo necesitaba su equipo, salió para resolver el pase a la Final de Conferencia. Y con la misma sangre fría y decisión mostrada en la patada de la victoria, retornó con humildad a su lugar de jugador de equipos especiales, dejando los honores para otros compañeros.
Todo kicker es, en el fondo, heredero de Cincinnatus
Podríamos ensalzar los valores de McPherson como excepcionales, pero sabemos que no es así. Todos los kickers tienen similares cualidades. En un deporte espectáculo como el nuestro, son quarterback, receptores y demás quienes se llevan los focos y, con ellos, fama y prestigio. Poco se reconoce la callada labor de este gremio, normalmente confundidos como menudos entre gigantes, pero fundamentales para el éxito, o el fracaso, de las franquicias de la NFL.
“Los kickers son personas también”, afirma un dicho popular. Pero no nos engañemos, son personas especiales. Cuando a todos nos temblaría hasta el alma, ellos hacen su trabajo con serenidad, para después regresar a su modesto retiro, sabiendo que sus gestas no serán aclamadas en los medios, y no volverán a ser reclamados como salvadores hasta la próxima ocasión. Y ahí estarán, dispuestos como perro fiel, certeros como la diosa Diana.
Como todas las actividades de la vida, la NFL también evoluciona. Se retrasaron los extra-points, premiaron los touchbacks en los kickoffs, se hizo casi imposible ejecutar con éxito un onside–kick. Ajena a debates sobre defensas y ataques, o prórrogas decididas por una simple patada, la labor del kicker cada vez es más complicada. Ahora deben ser más precisos, más potentes, más habilidosos. Son criticados por no contribuir en la cobertura de retornos, cuando pocos seríamos capaces de interponernos en el camino de un jugador de la NFL avanzando hacia nosotros a toda velocidad. Los kickers son los grandes damnificados de nuestro tiempo. Pero como el recordado Cincinnatus, no les veréis quejarse en la dificultad, ni sacar pecho en los triunfos.
La evolución de los kickers
Las condiciones en las que debe sobrevivir un kicker en la actualidad son sin duda más duras. La paciencia es un bien en peligro de extinción. Un mal día les deja en la calle, sin lágrimas ni remordimientos por clubes y afición. Como si ellos fueran los únicos que no pueden fallar. Y si además han cometido el pecado de salir escogidos en el draft, mucho peor: su estigma les perseguirá para siempre.
Por esta razón, el aspecto mental de estos tipos es de otra pasta. No sólo para mantener la sangre fría durante su trabajo, cuando el rival se lanza a por su pierna, o el entrenador contrario pide tiempo muerto para desconcentrarle, sino en su vida profesional, más expuesta que ninguna al corte. Y no creáis que todo esto entra en el sueldo. Son de los jugadores peor pagados. Tan sólo una estrella en la posición, como Tucker, consigue ganar 5 millones al año.
Precisamente Tucker, el kicker de los Ravens, es el espejo en que se fijan las nuevas generaciones. Una precisión a prueba de bombas y una personalidad arrolladora, pero lo más importante, una fiabilidad inaudita desde larga distancia. Este es el factor diferencial que buscan los managers generales. Disponer de un arma que permita obtener puntos al equipo sin necesidad de tener que llegar a la yarda 30. Ampliar el rango de field-goal para facilitar la vida a la ofensiva.
Una quinta ronda de draft bien invertida
McPherson, apodado «Money» por su rentabilidad, ha sido el kicker que más veces se ha atrevido desde más de 50 yardas (13 veces contando playoffs), de las cuales ha enchufado 11, quien más en toda la liga desde tan larga distancia. Ha batido el record de field-goal más lejano en la historia de la franquicia con una patada de 58 yardas. Igualado el record de más field-goals de más 5 yardas en un mismo partido con 3. Y todo esto, ¡siendo rookie! Es la primera vez que un novato convierte 3 field–goals ganadores sobre la bocina, y 1 en playoffs, en una temporada. Este cañón es una garantía para el entrenador Taylor, y una de las razones por las que el ataque de Bengals resulta tan productivo. Cincinnati ya tiene a su “Cincinnatus” a quien recurrir ante situaciones desesperadas.
Rookie Evan McPherson has accounted for all of the Bengals' points so far today.
A reminder that the first kicker taken in last year's NFL Draft did THIS when he was at Florida. #RuleTheJungle pic.twitter.com/QYEDSDa84H
— Sunday Night Football on NBC (@SNFonNBC) January 22, 2022