Peter Paul Gualtieri, “Paulie” para los amigos, es, sin duda, uno de los personajes más queridos, adorados y admirados de la -ya- mítica y deliciosa creación de David Chase, Los Soprano. A simple vista, pudiera parecer que su rol es secundario: un guardaespaldas de “Johnny Boy” Soprano, que -bajo el mando de su hijo Tony- se convertirá en “capo” y posteriormente en uno de los jefes de la banda.
Sin embargo, el carisma de Paulie -interpretado magistralmente por el actor Tony Sirico- alcanza momentos épicos, otorgando a los incondicionales de la serie de HBO recuerdos imborrables. Paulie es vital para Los Soprano: su hilaridad, sus irracionales aportaciones, su humor que oscila entre el surrealismo y lo grotesco… forman un conjunto magnífico, brillante, inolvidable.
Paulie encarna ese papel -el del mal llamado secundario- que, sin embargo, se erige en un eje vertebrador para que el conjunto se mantenga y adquiera unas dimensiones colosales.
Como Paulie, otros personajes -con a priori roles subordinados- se establecen como vitales y singulares en sus respectivas historias. ¿Podría entenderse la evolución de Walter White sin Jesse Pinkman o Saúl Goodman? ¿No es realmente Arya Stark la estrella que refulge en el firmamento de Games of Thrones? ¿La Resistencia habría podido derrocar al Imperio sin la aportación decisiva de R2-D2 o C-3PO?
Pero asistimos a este “enaltecimiento” del secundario no solo en las -lamentablemente para algunos- “artes menores”, también lo presenciamos en literatura y en otros múltiples campos de la cultura y el saber. Pármeno y Sempronio, en La Celestina, son muestra de esa novedosa visión antropocéntrica de la vida y testimonian la ruptura de los lazos feudales entre amo y vasallo. Yago consigue despertar la furia de los celos del crédulo Otelo en su execrable acción contra la fiel Desdémona. ¿Y qué decir en el clásico de los clásicos? La evolución de Sancho Panza, de ese contenido y mundano realismo al más iridiscente y soñador idealismo, en clara contraposición a su señor, que es -sin duda- uno de los pilares en los que se asienta la imperecedera creación cervantina.
¿SECUNDARIOS O PRINCIPALES?
Son todos ellos agentes secundarios, cuya función es fundamental y da sentido a todo el contingente. En el deporte y, concretamente, en nuestro football, muchas veces se maltrata a activos que tienen una función importantísima, pero estas acciones -en ocasiones- no son justamente valoradas por los focos más mediáticos. Sin embargo, es necesario ponerlos de relieve y otorgarles el necesario e imprescindible valor que poseen. ¿Tendrían Belichick y Brady tantos anillos sin el ahora “maltratado y vilipendiado” Vinatieri? Mucho se habla de la excelsa campaña de Joe Burrow y es de recibo hacerlo. Mas muchos ignoran la silenciosa labor de su veterana, displicente y sacrificada guardia pretoriana.
En mi amada franquicia, Buffalo Bills, un joven jugador se ha comenzado a labrar un camino que -sorprendentemente- muchos desconocen. Los poderes fácticos han centrado su atención en otros rookies como AJ Brown, Josh Jacobs o Kyler Murray, dejando en un segundo -o incluso un tercer plano- el excelso ejercicio de Devin “Motor” Singletary. Devin -con una determinación alucinante- ha sorteado todos los obstáculos que se han interpuesto en su camino y se ha consolidado como el activo #billmafia más determinante de la pasada campaña. Ha brillado en su temporada rookie, a pesar de un playbook que lo ignora, de un tamaño que lo hizo ser descartado por muchas franquicias, de una competencia con la que, a priori, no podía rivalizar…
Es la historia de Devin Singletary, apodado “Motor”, un chico que atesora unas cualidades espectaculares, cuya humildad, trabajo y esfuerzo lo mejoran a cada instante. Es Singletary, nuestro querido “secundario”, nuestro asesino silencioso.
UN VUELO CON “MOTOR”.
Devin ha vivido toda su vida por y para el football. Se crió en el seno de una familia íntimamente ligada con el deporte del ovoide, pues dos de sus primos jugaron en diversas categorías. Desde pequeño, veía a sus primos como un ejemplo a seguir y participaba con ellos en cualquier práctica. Devin suele recordar una anécdota con su madre: “Cuando tenía apenas dos años, mi madre se enojó conmigo porque me puse el equipo de entrenamiento de uno de mis primos y me puse a entrenar. Imaginaos el resultado… Toda la ropa sucia”. Es muy activo en redes sociales y todo lo que comparte está relacionado con el football.
Según Kevin Smith, ex-entrenador de running backs en Florida Atlantic –la universidad de Singletary- y corredor profesional durante cuatro años en NFL, la clave de Devin es su determinación, su entrega y su esfuerzo: “A Devin le encanta entrenar. Muchos jugadores entrenan porque se ven obligados a ello para jugar en los partidos… pero Devin ama oler la hierba del campo, saltar al emparrillado y trabajar para mejorar. Es simplemente impresionante”. Esta dedicación y esta madurez le viene de sus padres y de su abuela, que trabajaron sin descanso para sacar adelante a Devin.
“Cuando naces en South Florida, sabes que hay muchos chicos que juegan al football y puedes aprender mucho de ellos. Pero también la competitividad es enorme… estoy acostumbrado a competir. Se trata de entrenarte, sacrificarte para mejorar. Cualquier práctica o partido me servía para ser mejor y nunca he desperdiciado una oportunidad. Mis primos jugaron al football y fueron mis modelos a seguir, pero también mis ejemplos de lo que debo evitar”, estas declaraciones de Devin dan muestra de la madurez, preparación y determinación de la que tanto vengo hablando.
Tras jugar al football en en el American Heritage School, de Boca-Delray (Florida) fue reclutado por Florida Atlantic Owls, un programa relativamente importante de la C-USA, una de las conferencias mortales y lejos del cosmopolitismo y del poder mediático de las Power 5. Allí fue vital su conexión con Lane Kiffin y, sobre todo, con Kevin Smith, su principal valedor y hombre que supo extraer todo el rendimiento que atesoraba Singletary. En sus tres años como owl, Devin consiguió 66 TDs, superar las mil yardas en cada temporada y maravillar a todos los “scouters” con una magistral y eléctrica campaña sophomore en la que se quedó muy cerca de las 2000 yardas de carrera y obtuvo 33 anotaciones (una de recepción). La NFL le esperaba… a pesar de su tamaño.
NO LO LLAMES DEVIN, LLÁMALO DEBEANE.
Teniendo un trío en el backfield tan veterano y variado, pocos esperaban que Brandon Beane drafteara un RB en el pasado NFL Draft. Frank Gore, LeSean McCoy y TJ Yeldon sumaban casi 28.000 yardas de carrera, 156 TDs y 28 temporadas NFL. Sin embargo, Beane apostó por Devin en la tercera ronda, con la selección número 74 general.
El draft pick fue rápidamente cuestionado, ya que el gran problema de Singletary era su tamaño y su frágil condición física -algo que hizo caer su stock ante los eruditos, omnipotentes y sabelotodos expertos scouters-. Muchos aficionados tenían su duda ante esta elección, pues McCoy era el claro corredor titular, Frank Gore aportaría veteranía, experiencia y seguridad en sus acarreos, y el propio TJ Yeldon -que había sido adquirido poco antes del draft- venía a ser vital en las screen plays.
Beane no tenía ninguna duda: “De todos los chicos que he visto… él es el jugador más divertido que he presenciado durante todo el año. Devin tiene una visión alucinante, una capacidad lateral vertiginosa, aceleración, rapidez… y unos instintos criminales. Es muy difícil encontrar alguien así”.
LeSean McCoy fue cortado poco antes del comienzo de la liga regular, lo que indicaba que la franquicia confiaba plenamente en Singletary. Pero -antes de este corte- Devin supo empaparse de toda la sabiduría del propio McCoy y, sobre todo, de su maestro, Frank Gore.
UNA OFFSEASON DETERMINANTE.
Antes del inicio del training camp oficial de Bills, Singletary sugirió a Gore y a McCoy viajar a Miami para entrenarse con Kevin Smith. Smith conocía a Gore de su paso por la NFL. Tanto McCoy como Gore aceptaron acompañar a Devin en su preparación. Estos entrenamientos se vieron completados con más talento NFL, pues James Conner y Jordan Howard acudieron a las sesiones preparatorias organizadas por Smith.
A Smith le encanta comparar running backs y se sorprendió de las claras similitudes entre Devin y Frank. “Creo que tienen exactamente la misma manera de correr. Es cierto que cada cual tiene su estilo, pero su analogía al correr tan bajo, sus excelentes pies y su visión colosal… son sorprendentes”.
Devin sorprendió a propios y a extraños, a todos -salvo a Smith y al propio Beane-. Quería aprender en cada ejercicio de las leyendas NFL con las que compartía entrenamiento. Singletary es callado por naturaleza y observaba, asimilaba y mejoraba en cada práctica. Gore, tras finalizar el clinic, afirmó que Singletary era el mejor RB rookie con el que había jugado en sus 15 años como profesional, debido a las ganas con las que saltaba al campo en cada entrenamiento. Estaba sencillamente alucinado con su ética de trabajo. El maestro había elegido discípulo y esta fructuosa relación sería determinante para la maravillosa temporada de Devin.
¿OFFENSIVE ROOKIE PLAYER OF THE YEAR?
La campaña de Devin Singletary ha sido sencillamente sobresaliente. Lógicamente, como ocurre en un equipo entrenado por Sean McDermott, los inicios para un rookie son complejos. McDermott no regala absolutamente nada y es el propio jugador, con sus actos, el que se gana cada snap. Devin entró en la rotación en los dos primeros partidos de la temporada (Jets y Giants) e incluso dio muestras de su magia y aportó su primera anotación en sus dos partidos en el MetLife Stadium. En el encuentro contra Giants vino su lesión y se perdió tres partidos consecutivos.
Tras su recuperación, volvió a entrar poco a poco en el equipo en los encuentros frente a Dolphins y Eagles. A partir del partido contra Redskins, su rol en el entramado ofensivo varió y se convirtió en el referente terrestre de Buffalo Bills. Muchos lo siguen acusando de su fragilidad física y su problema con las manos (un par de fumbles ante Miami y otras dos pérdidas ante Pittsburgh). Sin embargo, sus 12 partidos de la temporada han mostrado la explosividad, la rapidez, el liderazgo y, sobre todo, su capacidad para romper partidos, para erigirse en ese playmaker que es capaz de cambiar el devenir de un encuentro.
Lástima que Brian Daboll no fuera capaz de dejar ver al mejor Singletary en el momento más álgido de la temporada: el Wild Card Game. Tras una primera mitad en la que Buffalo dominó por completo el partido frente a Houston, gracias a un efectivo y dinámico juego terrestre, con Singletary como abanderado, Daboll se olvidó por completo del ataque por tierra y Singletary se hizo invisible. Una mejor gestión del juego y una mayor aportación de Devin en la segunda mitad hubiera cambiado el signo del partido.
Puede sonar muy aventurado e incluso hasta obsceno hablar de Devin como Offensive Rookie Player of the Year. Mas si tenemos en cuenta su rol menor en cuatro partidos de la temporada y la pérdida de un póker más de encuentros por una inoportuna lesión, resulta que los números no le alejan tanto de la productividad de los ya citados Brown, Murray o Jacobs. 151 carreras, 775 yardas terrestres, 194 yardas de recepción, 2 anotaciones por tierra y otras dos por aire, y 4 fumbles son certeras estadísticas que no debieran pasar desapercibidas.
Sin embargo, la sufrida #BillsMafia no se deja influenciar ni cautivar por el canto de sirena de los números… Somos conocedores del esfuerzo, del derroche físico, de su ética de trabajo, de su capacidad para aparecer en momentos decisivos y, sobre todo, de su determinación… Estamos orgullosos de Devin “Motor” Singletary, nuestro rookie secundario, nuestro asesino silencioso…