Es por todos conocida la falacia del “American dream”. La familia perfecta con dos hijos, la casita con jardín y barbacoa, el garaje con un sin fin de herramientas… Pero para la mayoría de aficionados a la NFL que vivimos al otro lado del charco, el gran sueño americano apostaría a que es poder vivir en persona el mejor espectáculo del mundo: un partido de NFL en un estadio en EEUU.
Cómo llegué
Planeando el viaje
Todo empezó… En fin, todo empezó hace algunos meses ya, con un grupo de enajenados que empezamos a sopesar la idea de ir a New York a ver un partido. Con nuestras propias barreras mentales, que lo convierten casi en una utopía. Y de ahí, a la siguiente historia directamente. Y es que la intra-historía de cómo conseguirlo, y de lo económico, daría para un artículo completo. Así pues, estamos ya subidos en un avión.
El comienzo de la aventura
Aterrizamos en el aeropuerto de Newark, en New Jersey, el tercer aeropuerto de Nueva York. Es viernes, las 21h hora local, después de 8 horas de vuelo directo desde Barcelona. Nos espera una limusina en el aeropuerto; contratarla para 7 personas es igual de caro que dos taxis convencionales hasta el apartamento. Pero ya que estamos en esa tesitura, decidimos hacer la entrada triunfal en Manhattan a ritmo de hip hop a bordo de semejante vehículo. Y os digo una cosa. Si la primera impresión es lo que vale, descubrir las luces de la gran manzana a lomos de una limusina fue un gran preludio de lo que iba a ser el viaje.
Día de turismo y sorpresa ‘twittera’
Amanece. Y aprovechamos el sábado para hacer de turistas. Una subida rápida al cielo de Manhattan a través del Empire State, mucho callejeo, Grand Central Station, World Trade Center, el puente de Brooklyn… ¡Un día puede cundir mucho en New York! Y una noche también.
Cuando llegábamos al final del día, rendidos, Twitter puso su granito de arena. Un buen samaritano, originario de Kansas City, el lugar de donde son las barbacoas más famosas de USA, resulta que regenta un asador en Long Island. El John Brown Smokehouse. Él mismo se pone en contacto conmigo al enterarse que he recorrido 4.000 millas para ver a Chiefs. Y evidentemente aceptamos la invitación. ¡Un Uber y 30 minutos después estamos rodeados de carne a la brasa y decoración de los de Kansas City en un local espectacular! Sentirnos rodeados de algo tan auténtico y tan bien tratados fue de lo mejor del fin de semana.
Después de eso, a dormir a la casita que hemos alquilado por Airbnb en Weehawken, un barrio tranquilo y con mucho carisma. Al otro lado del Hudson, solo a 7 minutos de bus de Times Square y por 90$ por persona las 3 noches.
Domingo: Game Day
Calentando con el tailgate
Domingo. Game Day. Y para lo que se supone que hemos venido. Un autobús, que se va llenando de personal con gorras y bufandas de Giants, nos lleva al MetLife en 20 minutos. Son las 10 de la mañana y el parking del estadio está a rebosar. El tailgate es una de las mejores experiencias que se puede tener como aficionado. Por lo que se respira. Por la gente, por el buen ambiente.
Cientos, miles de camionetas ataviadas con innumerables adornos de NFL. Gentes de todo tipo a pie de barbacoa con jerseys, chaquetas y sudaderas de Giants, ¡pero también de Chiefs! ¡Y muchas veces mezclados entre sí! Balones volando de un lado al otro, y sobretodo un buen rollazo increíbl.. Darse un largo paseo y conversar con la gente es un regalo tan grande, que si no entraras al partido, podrías marcharte de allí y quedarías satisfecho por unas cuantas semanas.
Una vez dentro del estadio
Pero además, entramos. Y el MetLife es un estadio impresionante. Todo eso que has visto por televisión cientos de veces está a tus pies. Y no lo puedes creer. No son las tiendas, los perritos calientes o el vendedor ambulante de palomitas, ¡que también! Es ese ambiente espectacular que te da una liga como la NFL.
La gente tardó en llenar el campo, apurando los instantes del tailgate (muchos de ellos incluso no entran y viven el partido desde el parking). Pero antes de darnos cuenta el Coliseo estaba al completo, y aunque el partido estuvo falto de ritmo y hacía un frío infernal, el match corrió a una velocidad endiablada. Antes que no pudiéramos dejar de sentir los dedos de los pies por el frío, el encuentro estaba finiquitado. Con prórroga incluida.
Una afición ‘gélida’
A modo de apunte diría que como en casi todas las demás cosas, Nueva York no es Estados Unidos. O no del todo. Y es que me pareció una afición menos ruidosa de lo que imaginaba, menos entregada. Quizás por la situación deportiva del equipo, pero acostumbrado a ver los partidos en Arrowhead u otros estadios al uso, me resultó curioso ver una afición no tan ruidosa. No tan desatada. Pero estoy casi seguro que es un fenómeno propio de New York, y de la mala marcha de la franquicia.
Sensaciones postpartido
Tras la derrota pírrica de mis Chiefs, salí del estadio igualmente contento. Emocionado, y aún en esa nube de no acabar de ser consciente de lo vivido. La experiencia es brutal y aunque no tuve la guinda de la victoria, el resto del pastel sabía excelente.
Autobús a Manhattan y a callejear de nuevo. Hamburguesa en Bill’s Burguer en el Rockefeller Center, viendo el Sunday Night mientras invitaba a la cerveza prometida a mi hermano Giant. Es muy fácil que todo siempre tenga un final feliz en la gran manzana.
Fin del sueño
Lunes y nos vamos. Pero hasta las 23h que no despega nuestro avión aún tenemos unas cuantas horas para exprimir la ciudad. Staten Island, la estatua de la Libertad y buscamos como locos tiendas de NFL para las últimas compras. Y ahí, he de decir que me sorprendió la escasa presencia de merchandising de football que puedes encontrar. Al final, si buscas hay. Pero no de la manera que imaginaba. El día acabó en Central Park jugando un improvisado partido de football con algún placaje subterráneo, muchas risas y un recuerdo imborrable.
Ya en el aeropuerto, destrozados de tres dias muy intensos, embarcamos rumbo a casa con una sonrisilla que tardaré días en borrar de la cara. Hemos vivido por unas horas el sueño americano. Nuestro sueño americano. El de esa gente que vive cada domingo una jornada de NFL en el sofá, imaginando cómo sería hacerlo en Estados Unidos, en directo, con una hamburguesa en la mano, una cerveza en la otra y la mirada loca de tantas cosas que admirar y asimilar alrededor.
Experiencia en Londres vs USA
Hace dos años pude vivir en Wembley el Chiefs–Lions. Una grandísima experiencia. Diría que la primera gran experiencia NFL para la mayoría de aficionados europeos. Parece más asequible económicamente, y muchas veces ni nos planteamos lo de cruzar el Atlántico para vivirla en USA. Por tiempo, por dinero… Pero no es tan cierto eso. Podría asegurar que si lo buscas bien resulta casi igual tanto en términos económicos como en tiempo. Como no hay espacio para ahondar demasiado en ello, os dejo un cuadro comparativo de lo que me han supuesto ambos viajes, y que cada uno saque sus propias conclusiones.
¡¡No me quito ninguna de las dos!! Pero es lícito tener sueños. Bueno. Y necesario. Y es magnífico poderlos cumplir. Yo he cumplido uno más. ¡Mi sueño americano! Aunque en mi cabeza aún retumba eso inevitable. Eso de dar un pasito más. Siempre queremos dar un paso más. ¿El siguiente? ¿Kansas City? Arrowhead…