In Wilson we trust

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La llegada a Seattle de la pareja Carroll-Schneider en 2010 marcó un antes y un después en la historia de los Seahawks. Llegaron con las ideas bastantes claras en lo que se refiere a la plantilla. Aplicaron desde el primer día aquello de “borrón y cuenta nueva”. Los movimientos de entrada y salida de jugadores en las dos primeras temporadas fueron muy numerosos. De hecho, si cogemos la lista del roster del 2009 y la comparamos con la del 2011, apenas hay una docena de coincidencias. Se estaba empezando a configurar una plantilla que, al finalizar la temporada 2011, ya contaba con la gran mayoría de jugadores que más adelante lograrían estar en dos Super Bowls, ganar una de ellas y clasificarse para playoff durante los últimos seis años de forma consecutiva. Sin embargo faltaba algo. Esa pieza que acabara de dar el toque final al engranaje de esa  maquinaria que se estaba montando. Faltaba el quarterback. El vacío dejado por Matt Hasselbeck tras sus diez temporadas era difícil de llenar. El experimento de Tavaris Jackson no acababa de convencer (más adelante se demostró que para lo poco que valía era para el coin toss). Y es ahí donde Schneider se sacó de la chistera uno de esos jugadores con los que nadie contaba. Apostó por un quarterback en un draft totalmente eclipsado por nombres como Andrew Luck, Robert Griffin, Ryan Tanehill o Brandon Weeden (todos ellos seleccionados en primera ronda). Y lo hizo al más puro estilo Schneider, es decir, sin que nadie comprendiera la elección. Tras cinco años, ese dicho de que “el tiempo da y quita razones”, por el momento, le está dando la razón al bueno de John. Toda la razón.

La etapa universitaria de Wilson fue algo atípica. Sus primeros cuatro años los pasó en North Carolina State University donde jugó los tres últimos años ya que en el primero fue redshirt. Al no ser invitado a la Combine del 2011, decidió continuar un año más en el mundo universitario y lo hizo en la Universidad de Wisconsin a la cual consiguió se trasferido para jugar allí su año senior. Pero ahí no acaba la cosa. Wilson compaginó el beisbol con el football en su época universitaria. De hecho asistió a los entrenamientos de primavera del 2011 a los Colorado Rookies de la MLB.

Estando así las cosas, llegó el draft del 2012. Los analistas recelaban de Wilson. La gran duda era su estatura. Un jugador de 5’ 11’’ (1 metro y 80 centímetros) no cuadraba para nada en los estándares del tamaño ideal para un quarterback. Demasiado bajito. Jon Gruden (exentrenador y analista de ESPN) dijo que “si Wilson fuera un 6’5’’ (1 metro y 95 centímetros) probablemente sería número 1 del draft. La estatura es un problema para él. Le va a hacer bajar mucho su stock”.

Wilson con los badgers de Wisconsin
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Schneider obvió todas estas circunstancias y fue a por él en tercera ronda. Tuvo que convencer a Carroll. El movimiento no era muy lógico teniendo en cuenta la reciente adquisición de Matt Flynn, que se suponía iba a ser el quarterback titular. No estaba de más seleccionar a un quarterback con la idea de ir formándolo poco a poco a la sombra del titular, pero ¿tan arriba? ¿y ese tipo de quarterback?. La cosa no acababa de cuadrar del todo.

Sin embargo, Wilson encajó bien desde el primer día. Ya demostró su potencial tanto en los entrenamientos preparatorios para la temporada 2012 como en los  partidos de pretemporada que disputó. De esta forma, consiguió que le nombraran titular para el inicio de temporada. Decisión arriesgada pero que ha dado sus frutos. Desde ese momento Wilson ha jugado como titular todos y cada uno de sus partidos en estas últimas cinco temporadas (80 de regular season y 12 de playoff). Su lista de récords tanto de la franquicia como de la NFL ya es, a estas alturas, bastante larga. Fue nombrado como Pepsi Rookie of the Year en el 2012.

Wilson forma parte de una camada de quarterbacks que irrumpió en la NFL haciendo mucho ruido. Cam Newton, Joe Locker, Colin Kaepernick en el 2011 y Andrew Luck, Robert Griffin, Ryan Tanehill en el 2012, entre otros, entraron con paso firme. Cada uno de ellos con su estilo prometía ser la referencia y el quarterback de futuro para su respectiva franquicia. Wilson claramente estaba en el vagón de cola de este pelotón. Es más que evidente que la situación ha cambiado y que ahora mismo Wilson se encuentra en el pelotón de cabeza. Para gustos los colores, pero somos más de uno los que opinamos que es el que más y mejor ha encajado en su equipo y sobre el que descansa el peso de la franquicia ahora mismo.

Wilson aterrizó en un equipo con un proyecto deportivo basado en dos grandes pilares: la defensa y el juego de carrera en ataque. A priori, un buen entorno para evolucionar. En ataque, Marshawn Lynch era la referencia. Beast Mode estaba en el punto álgido de su carrera. En las tres primeras temporadas de Wilson, Lynch barría y machacaba una y otra vez al front seven rival. Se creaban unas situaciones de juego en ataque ideales para Russell. La atención de las defensas permitían explotar unos de sus puntos fuertes: el playaction y la calidad fuera del pocket. Se empezaron a ver desde el primer día sus habilidades en movimiento. Un jugador que se siente muy cómodo fuera del pocket. Ha sabido explotar como el  que más esa falta de altura que desde siempre le ha perseguido como una lacra en su posición en el terreno de juego. Y lo ha hecho con un supporting cast que no es precisamente de los mejores de la liga. El cuerpo de receptores de los Seahawks no está formado por jugadores de gran calidad. Digamos que es un grupo “apañadito”. De hecho, yo soy de los que piensa que Wilson lo hace mejor de lo que es y que con otro quarterback las carencias se notarían mucho más. Un ejemplo; Wilson consiguió igualar el récord de touchdowns de un quarterback rookie junto a Peyton Manning. Asimismo posee diferentes records relativos a touchdowns, passer rating, etc. No está mal para un quarterback bajito y que “no valía para esto”.

Más allá de la influencia en el esquema del juego, Wilson está sabiendo ejercer otro de los rolles que se le presuponen a un director de juego: el del liderazgo. Como en el resto de sus cualidades, ahí también ha ido creciendo y evolucionando con el paso del tiempo. Nos encontramos con un jugador de esos que contagia al resto del equipo. Se le ve muy involucrado en la dinámica de la plantilla, hablando y arengando a sus compañeros, mostrando actitud siempre positiva sean cuales sean las circunstancias del partido. No es de los que baja los brazos  y esconde la cabeza. No va de diva. Su comunicación con Pete Carroll es muy fluida y dinámica. Sin duda alguna es la extensión de éste en el terreno de juego.

Esta última temporada ha marcado un punto de inflexión en su carrera. Es el inicio de la era post Lynch. Se sabía de sobras que el backfield ya no iba a ser lo que era. Y así ha sido. Se confía en Rawls (cuando no está lesionado) y en un grupo de corredores recién salidos del último draft. Por el momento los resultados no son los esperados. La calidad y eficacia del juego terrestre ha bajado muchos enteros. Ha llegado el momento de exigirle algo más a Willson. Sin embargo nos encontramos con otro gran problema: la línea ofensiva. Estamos a años luz de contar con una unidad que le de la mínima protección al quarterback. No tiene el más mínimo tiempo para pensar. A Wilson se le llega y golpea snap tras snap. No hay manera de sostener mínimamente el juego aéreo. Y eso no es lo peor. Lo peor es que se está haciendo peligrar la integridad física del jugador. Durante la primera mitad de la temporada, un par de lesiones han hecho que el rendimiento de Wilson haya bajado en picado. Es un tipo de jugador que necesita estar físicamente al máximo. Es un problema que se está pidiendo a gritos arreglar. ¿Se conseguirá?. Ya veremos, pero ahora mismo “la cosa está chunga”.

Tenemos quarterback como mínimo hasta el 2019. Hay que hacer todo lo posible para no desaprovechar sus mejores años. Porque tal y como hizo en su momento Schneider… “in Wilson we trust

GO HAWKS !!!

Pablo Miralles (@seattlefspain)

2 comentarios sobre “In Wilson we trust

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