Un viaje por los momentos críticos que definen el presente y futuro de los Cleveland Browns. Drive
Headquarters de los Cleveland Browns. Marzo 2023.
Andrew Berry se despierta en el sofá de su oficina en Berea, Ohio. Tarda un par de segundos en recordar dónde está, a pesar de que conforme el Draft se acerca, frecuenta más ese sofá que su propia cama. Berry se estira y se rasca la entrepierna. No le juzguemos, no sabe que estamos mirando. Drive Drive Drive Drive Drive Drive Drive Drive Drive Drive Drive Drive Drive
Tras un largo sorbo de café del día anterior, mira a la pared. O deberíamos llamarla La Pared. Sobre Ella se encuentra el big board de los Browns para el draft 2023. Aún en progreso, 157 nombres en etiquetas magnéticas ocupan varias columnas en la pared. Berry mira hacia las etiquetas de los defensive tackles mejor valorados por él y su equipo. Recorre la lista hacia abajo, preguntándose hasta qué jugador tendrá que bajar con su primera elección. Calcula que tendrá que conformarse con su quinta opción. Los Browns no elegirán hasta el número 42, en la segunda ronda.
“Tendrá que valer”, se dice, resignado.
En el fondo sabe que, aunque cada elección en el draft es importante para apuntalar la plantilla, podría no servir para nada. La verdadera apuesta se realizó hace exactamente un año, cuando los Cleveland Browns echaron el resto por Deshaun Watson. Esa será la decisión que marque un punto de inflexión en la franquicia que dirige. Para bien o para mal. Si Watson no vuelve a ser el Watson que era, dará igual a quien elijan en el draft. La franquicia estará sentenciada para la próxima década.
Un escalofrío de pánico recorre la espina dorsal de Berry. Y en ese breve instante, recorre los grandes momentos que han marcado la historia moderna de los Cleveland Browns.
“Todos ellos momentos malos” reflexiona.
Pues claro Andrew, pues claro. Estamos hablando de los Browns. ¿Qué esperabas?
Los 80: The Drive y The Fumble.
La fusión de la AFL y la NFL en 1970 pareció venir acompañada de algún tipo de sortilegio que hundiría a los Cleveland Browns en la mediocridad. De equipo dominante en los 40 y 50, y hasta cierto punto ganador en los 60, la década de los 70 dejo un paupérrimo balance de 2 apariciones en playoff, con ninguna victoria.
Llegaron los 80, y con ellos llegaron aires de resurgimiento para la franquicia de Cleveland, especialmente en la segunda mitad del decenio. Los Browns draftearon a Bernie Kosar en el draft suplementario de 1985, quarterback local y héroe de la ciudad, que maniobró todo lo posible para ser elegido por el equipo que animaba desde niño.
Ya en su primera temporada en 1985 llevo al equipo a los playoffs. Y en 1986 todo parecía preparado para que los Browns compitieran por su primera Super Bowl. Tras cerrar la temporada regular con un récord de 10–4 y derrotar a los Jets en la ronda divisional, los Browns recibían en Cleveland a los Denver Broncos para jugarse el título de la conferencia y un viaje a la Super Bowl XXI.
Todo marchaba según el plan. Los aficionados de Cleveland se relamían en la grada cuando Bernie Kosar conectó con Brian Brennan en un pase de 48 yardas que adelantaba a los Browns 20–13 en el último cuarto. En el subsecuente kick-off los Broncos cometieron un error en el retorno que les clavó en su propia yarda 2. Todo de cara para Cleveland.
Y así, prácticamente desde su goal line, con 5:32 restantes en el último cuarto y perdiendo por 7, los Denver Broncos comenzaron The Drive. John Elway, quirúrgico en el pase y valiente en los scrambles, marchó a través del césped embarrado del Cleveland Stadium, recorriendo las 98 yardas que le separaban de la endzone enemiga. Llegó incluso a salvar un 3ª y 18 con 1:47 en el reloj, para terminar anotando un touchdown a falta de 39 segundos. 20–20. El partido fue a la prórroga, en la que los Broncos acabaron imponiéndose por 23–20. Los sueños de un campeonato para la ciudad se hacían añicos ese 11 de enero de 1987.
No hubo que esperar mucho para la revancha. Un año y 6 días exactamente. Una nueva final de la AFC que volvía a enfrentar a los Broncos de John Elway con los Browns de Bernie Kosar, ahora en el Mile High Stadium de Denver. Una nueva oportunidad para Cleveland.
Cambió el escenario y cambiaron los roles. Esta vez eran los Browns de Kosar los que, con 4 minutos en el reloj y 7 puntos abajo, empezaban a avanzar hacia la endzone local. Movían las cadenas, imparables, hasta plantarse en la yarda 8 de los Broncos. 2ª y 5. Hand off a Earnest Byner, y ante el se abre un pasillo hacia la endzone. La venganza del año anterior parece inevitable. Byner avanza, impacta con un jugador de los Broncos en la yarda 4. Sigue avanzando y cae en la endzone…sin el balón. Fumble recuperado por Denver. The Fumble. El partido quedaba sentenciado. Y de nuevo las esperanzas de la tan anhelada Super Bowl les eran arrancadas de manera cruel.
The Drive y The Fumble definen la historia moderna de los Browns. Es inevitable hacer ejercicios de historia alternativa, y pensar cuánto podría haber cambiado el devenir de la franquicia si la moneda hubiera caído del otro lado en uno de esos dos momentos.
Quizás nunca se la hubieran llevado de Cleveland, para empezar.
Los 90: The Move
La década de los 80 se saldó con 8 apariciones en los playoffs, 3 finales de conferencia, 0 Super Bowls, e incontables lágrimas. Si bien no se puede calificar como exitosa para una franquicia con el pedigrí de los Browns, fue sin duda un periodo en el que el equipo fue muy competitivo. Los 90, por contra, son la década incompleta. El momento en el tren de Cleveland descarriló completamente, culminándose en un anticlimax que pasó a la historia como The Move.
Entre 1990 y 1993 se acumularon 4 temporadas consecutivas con más derrotas que victorias, algo totalmente inédito en la historia Brown. Bill Belichick se había hecho cargo del equipo como Head Coach en 1991 y cosechó muy pobres resultados en sus tres primeras temporadas. Era, además, muy poco querido en una ciudad de Cleveland que pedía su cabeza. No ayudó el hecho de que en 1993 Belichick osara cortar a Bernie Kosar, el jugador más querido de la historia de la franquicia, en favor de Vinny Testaverde.
Sea como fuere, en el 94 los Browns de Belichick empezaron a funcionar. Terminaron la temporada regular 11–5 y llegaron a ganar un partido de playoff. Contra los Patriots, caprichos del destino. Tal fue el progreso del equipo, que ESPN consideraba a los Browns como el principal favorito para representar a la AFC en la Super Bowl de la temporada 1995.
La predicción quedó muy lejos de la realidad. En defensa de ESPN, era imposible haber previsto lo que sucedería en Cleveland ese año.
Fue un fatídico 6 de noviembre de 1995 cuando Art Modell, dueño de los Browns, anunció que trasladaría la franquicia a Baltimore a partir de la próxima temporada. La noticia golpeó a los aficionados y al equipo por igual, y transformó la temporada de los Browns en una verdadera pesadilla. Lo que había comenzado con un prometedor 3–1, terminó en una dolorosa marca de 5–11.
El último partido en casa, contra los Bengals, dejó recuerdos tan imborrables como surrealistas. Desde los aficionados serrando filas enteras de asientos para tirarlas al campo, hasta el abrazo de los jugadores con los fans del Dawg Pound al terminar el partido.
Al llevarse a los Browns de Cleveland, se arrancó el alma de una ciudad. Finalmente, y a pesar de la intención de Modell, se consiguió que toda la propiedad intelectual, títulos, historia y colores se quedaran en Cleveland, con la intención de que el equipo renaciera en el futuro. Baltimore tuvo que conformarse con unos pájaros.
The Move es otro punto crítico en la historia de los Browns, una traición despiadada de la cual aún hoy somos herederos. Aunque la franquicia renació en 1999, nunca ha vuelto a ser el mismo equipo que se fue. Al menos de momento.
Y ahora, Deshaun.
Hablar de los Cleveland Browns desde su refundación en 1999 es hablar de 24 temporadas de travesía por el desierto. 12 Head Coaches, más de 30 QBs, y un lamentable record de 127–258–1 que ha convertido a la franquicia en el hazmerreír de la NFL.
Dos oasis en los que se saborearon los playoffs (incluída una victoria en Heinz Field en el Wildcard de 2020, no por infrecuente menos disfrutable) no maquillan dos décadas y media de despropósitos en las que los nombres de Hue Jackson y Jimmy Haslam merecen una mención específica por su excepcional incompetencia como Head Coach y propietario respectivamente.
Deshaun Watson representa un momento tan crucial para los Browns como lo fueron The Fumble o The Move.
Hace un año los Browns anunciaban el trade por el QB de los Texans. Una apuesta extremadamente arriesgada en la que Cleveland se la jugaría a todo o nada. Se hipotecaban los Drafts de los próximos 3 años y los Browns se convertían en rehenes de un contrato totalmente garantizado del que no podrían escapar hasta, al menos, 2027.
No estoy en contra de tomar riesgos calculados cuando un quarterback de élite está disponible, una rara avis en la NFL. He dejado clara mi postura con el curioso caso de Lamar Jackson.
El problema radica en ponerte en esta situación de absoluta dependencia por un jugador que ya llevaba un año sin jugar, con una sanción que finalmente le dejaría otros 11 partidos en su casa, y con una situación mental cuanto menos cuestionable. Y aunque no discutiré los aspectos morales de la decisión, está claro que tener a un acosador como estrella de la franquicia no hace más fácil ser de los Browns.
Hoy, un año después del trade, no estamos más cerca de poder afirmar que la decisión fue acertada. Podría parecernos razonable tener incluso más dudas.
Hemos visto un Watson oxidado y fuera de ritmo con el resto del equipo, una mera sombra del jugador que fue en los Texans y que ni siquiera ha podido ser el mejor QB de los Browns en 2022. Y como muestra un par de números:
- Peor % de pases completados de su carrera (58%).
- «Rankeado» como el 35º mejor QB según PFF, con una nota de 55.3, en comparación con un 82.6 de Jacoby Brissett.
- Nervioso bajo presión, donde mostró sus peores números con un QB Rating de 50.3.
- Inoperante en los pases de más de 20 yardas con un 23% de pases completados (1 TD, 2 INT), de largo la peor performance de su carrera.
¿Podemos pensar que es normal tras casi dos años sin competir? Quizás. ¿Es preocupante la nula evolución en sus 6 partidos, donde los dos últimos fueron probablemente los dos peores para Deshaun? También.
Andrew Berry acaba de reestructurar el contrato de Watson. No es algo improvisado. Esta reestructuración estaba planeada desde la misma firma del contrato. Será la primera de muchas, que crearán espacio en salary cap a la vez que aprietan la soga que el contrato de Deshaun Watson supone para el futuro financiero de la franquicia.
“Magos del salary cap”, dicen algunos. No existe tal cosa. Es simplemente una huida hacia adelante. Pero el salary cap siempre te termina atrapando. Si por el camino ganas una Super Bowl (véase Tampa Bay o Los Angeles Rams), habrá merecido la pena. Si no, pasarás varios años en el infierno financiero, limpiando los libros mientras reconstruyes la plantilla.
Y en todo esto piensa Andrew Berry, en su despacho en Berea, mientras mira su big board para el Draft. Llegados a este punto, que Watson fracase no es una opción. Necesita firmar un segundo contrato en Cleveland para ayudar a equilibrar las cuentas.
Berry repasa mentalmente los movimientos de agencia libre ya cerrados: Tomlinson, Okoronkwo, Thornhill, Pocic, Akins.
Asiente satisfecho. Todos movimientos sobrios pero sólidos, cuerdos. Cubren algunas de las principales carencias del equipo.
Pero luego recuerda. Los Browns viven o mueren con Deshaun. Si no se convierte en el quarterback de élite que fue en 2020, todo lo demás será irrelevante.
Berry duda. Coge aire. Y sigue trabajando.
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