“Las estirpes condenadas a cien años de soledad no tenían una segunda oportunidad sobre la tierra”. Con esta contundente sentencia, ese mago colombiano de la palabra, Gabriel García Márquez, finaliza la -para muchos- mejor novela de las letras castellanas, Cien años de soledad. La historia de Macondo, el coronel Aureliano Buendía, Amaranta o Melquíades habla sobre esa necesidad en la vida de volver sobre los pasos y rehacer lo vivido, lo sentido, lo anhelado. Oportunidad Oportunidad Oportunidad Oportunidad Oportunidad Oportunidad Oportunidad Oportunidad
Del mismo modo que el anciano Buendía, Buffalo Bills tiene la necesidad, este domingo a las 7 de la tarde, de una segunda oportunidad, de reivindicarse, de obtener una victoria, que no solo aclare su panorama rumbo a los deseados playoffs, sino que también suponga la recuperación del liderato en la división. El viaje a Foxborough tiene mucho de reválida, de examen a la hora de chequear el estado de un paciente que muchas veces se le ha dado por muerto a lo largo de esta temporada.
PRECEDENTES
El épico partido de la Week 13, bajo una ventisca de nieve, pasará a la historia del football como el encuentro en el que un equipo ganaba con solo tres pases de su mariscal de campo. Bill Belichick, viejo lobo de mar, planteó el duelo desde el único prisma en el que podía triunfar en él: carrera, carrera y más carrera, maximizando los errores del rival. A pesar de todo, Buffalo pudo ganar el envite, mas la falta de acierto en red zone, sumado a los errores propios (fallo de field goal de Tyler Bass, fumble de Matt Breida, aletargamiento continuo y constante de Tremaine Edmunds a la hora de parar la carrera, entre otros) supusieron la adición de una victoria más en el casillero del equipo sito en Massachusetts.
Tras el mazazo que supuso la derrota ante New England y las dudas generadas en vestuario y afición con ella, se rendía visita a otro de los fantasmas más hirientes en la historia del equipo: Thomas Edward Patrick Brady Jr. El equipo saltó al emparrillado del Raymond James Stadium con la cabeza en otra parte y recibió el más duro varapalo que recuerdo en los años que llevo siguiendo a la escuadra del norte de Nueva York. Una indolencia total en defensa y en ataque dejó el marcador en un contundente 21-3, y en la sensación de que la segunda parte sería aún más dura. Sin embargo, nuestro adalid, Josh Allen, creía que la historia no estaba escrita y, al igual que el coronel Buendía, se echó el equipo a la espalda y luchó por esa segunda oportunidad que no te da la vida, sino que, en muchas ocasiones, buscas tú. El ataque funcionó, el juego de carrera apareció, la defensa se contagió y la sufrida fanaticada Bills Mafia asistió -anonadada- a esa sensación placentera de que cada drive se iba a transmutar en una nueva anotación. El equipo hizo -quizá- la mejor parte en años. Luego llegó el overtime… y Brady volvió a hacer de las suyas.
Esa metamorfosis del desequilibrado Mister Hyde en el ínclito y templado Doctor Jekyll hizo que el equipo fuera consciente de sus enormes posibilidades esta temporada, a pesar de las numerosas taras de las que ha hecho gala semana tras semana (inexistencia del ataque terrestre, lagunas a la hora de frenar la carrera, grandes dificultades a la hora de rematar en zona roja).
El partido ante Carolina Panthers supuso un gran test ante la gran prueba que se avecina este domingo. Nadie puede dudar de que Panthers llegaba con un ataque inerme, con un Cam Newton con muchos problemas a la hora de generar peligro y con un staff técnico desquiciado -Rhule a la cabeza-, que está siendo totalmente devorado por las circunstancias e incapaz de imponer un orden entre su plantel, tal y como se extrajo de las penalizaciones absurdas cometidas por los jugadores panthers. No obstante, la defensa de Carolina, a pesar de las bajas, demostró ser una de las mejores zagas de toda la competición… Y el ataque de Buffalo, recuperación terrestre incluida, supo atacarla bien.
TODO… ¿O NADA?
Ahora llega el momento de la verdad, el instante del todo o nada… Y el escenario se presta a ello: el Gillette Stadium, donde tantas veces la Bills Mafia ha sufrido. Sean McDermott lleva arengando a sus jugadores desde el pitido final del encuentro ante Panthers. La segunda oportunidad ha llegado, la reválida, ese partido que tanto ansían Allen, Diggs y compañía. ¿Hay algo más placentero que ganar a New England a domicilio y arrebatarles su posición cimera en la AFC Este? La respuesta está clara.
ALLEN, DIGGS, SINGLETARY Y… HODGINS
El maldito coronavirus ha dejado muy mermado -como a media NFL- al ataque de Bills, ya que se pierden esta cita Cole Beasley, Gabriel Davis, Dion Dawkins, Jon Feliciano y Cody Ford. Habrá que reconstruir la línea ofensiva. Para ello, se ha recuperado a Bobby Hart, que formará, junto a Spencer Brown, Ike Boettger, Mitch Morse y Daryl Williams, la guardia pretoriana de Josh Allen. Ese bloque granítico destinado a minimizar las acometidas que Belichick mandará a través de Judon, Wise Jr., Van Noy y compañía. Allen tendrá que mejorar sus lecturas, ante las constantes trampas trazadas por BB, y atacar la defensiva patriota tanto por aire como por tierra. Esas jugadas en scramble pueden decidir el encuentro…
Las circunstancias obligarán a que uno de los receptores más prometedores de Buffalo, prácticamente inédito hasta ahora, asuma un rol preponderante. Isaiah Hodgins, el impresionante wide receiver egresado de la Universidad de Oregon State tiene, ante sí, la oportunidad que tanto ha anhelado. Stefon Diggs, -presumiblente- Emmanuel Sanders, Dawson Knox, Isaiah McKenzie, Jake Kumerow y el propio Hodgins serán los encargados de recibir los pases de Allen en los tres niveles del campo y martirizar -como la pasada temporada- la secundaria de Patriots.
Por último, Brian Daboll volvió a dar preponderancia al juego terrestre en la última cita frente a Carolina. Y Devin Singletary no desaprovechó la oportunidad. He repetido hasta la saciedad esa imperiosa necesidad de que los running backs sumen al ataque, ya sea de la manera más ortodoxa… o más heterodoxa. La cuestión es que la defensa rival ancle su mirada en la peligrosidad que pueden suponer los acarreos -o recepciones- de Singletary, Moss o Breida. Como se demostró ante los Panthers, si el juego terrestre carbura, el ataque se vuelve aún más peligroso. Esto ha de ser grabado a fuego por Daboll en este partido.
PARAR LA CARRERA O MORIR EN EL INTENTO
Presión, presión y más presión. No por mucho repetir una máxima se consigue más efectividad. Pero Leslie Frazier tiene clara la receta para anular a Mac Jones: generar mucha presión y hacer que su cabeza piense que, tras cada snap, va a probar el sabor de la hierba del emparrillado del Gillette Stadium. No obstante, Mac Jones está progresando enormemente, tal y como se evidenció el pasado sábado ante los Colts. Habrá que observar cómo el joven quarterback se desenvuelve ante la agresividad constante del pass rush de Bills. La única baja que sufrirá esta unidad será la de A.J. Epenesa, así que Gregory Rousseau, Ed Oliver, Efe Obada, Jerry Hughes, Mario Addison y Carlos Basham pugnarán por ser el protagonista de las pesadillas de Mac Jones. Esos duelos en las trincheras contra Wynn, Karras, Andrews, Mason y Brown serán claves.
El gran problema se plantea a la hora de parar la carrera de New England. Tremaine Edmunds ha demostrado unas carencias enormes, en este sentido. Tiene muchos problemas de lectura y es, sin ninguna duda, el eslabón más débil de la cadena defensiva. Milano hace lo que puede, pero si falla la pieza clave, el mecanismo se derrumba. Leslie Frazier y Sean McDermott son conscientes de ello y -seguramente- trazarán un plan para erradicar esta debilidad. ¿La apuesta por A.J. Klein en muchos snaps? Puede que sea la respuesta. Lo que está claro es que New England querrá ganar el encuentro en las trincheras. Por tanto, se necesitará nuestra mejor versión a la hora de parar la carrera. Taron Johnson, Jordan Poyer y Micah Hyde también tendrán que colaborar en tan ardua empresa.
Si Belichick pretende usar el juego aéreo, está claro que habrá que tener muy presente la peligrosidad de los tight ends a la espalda de los linebackers. Hunter Henry ha demostrado ser un arma de destrucción masiva en red zone y Jonnu Smith puede aportar mucho en yardas intermedias. Jakobi Meyers, N´Keal Harry, Nelson Agholor y Kendrick Bourne son estiletes multidisciplinares al servicio de una mente tan preclara como la de Josh McDaniels. Levi Wallace, Dane Jackson, Hyde y Poyer pueden tener más trabajo del que –a priori- se espera.
El duelo de kickers también puede ser determinante, tal y como se demostró en la Week 13. Si Bass hubiese anotado ese field goal, quizá el resultado del partido hubiese sido diferente. En un duelo que se prevé tan cerrado, Folk y Bass pueden erigirse en el factor X, que resuelva tan ignota ecuación.
Por último, el clima puede afectar, como en Buffalo, al planteamiento de ambos entrenadores. No obstante, no se espera lluvia ni nieve para la hora del encuentro. Solo una temperatura que oscilará entre los -2 y 6 grados centígrados. Si las condiciones climáticas no son determinantes, Buffalo tiene mucho ganado; si la nieve, la lluvia o el viento entran en escena, Bill Belichick estará frotándose las manos.
Dicen que la vida siempre da segundas oportunidades. Y que es el ser humano el que sabe aprovecharlas o no. Buffalo tiene ante sí la ocasión de reivindicarse, de demostrar que puede hacer mucho esta temporada, de romper la hegemonía de Patriots por segundo año consecutivo, de que la noche del domingo se transmute en un punto de inflexión que puede desembocar en un año glorioso, de sacudir los pilares de New England con una segunda derrota consecutiva… El acervo popular, tan sabio, afirma que “no hay que dejar pasar las segundas oportunidades; a veces, pueden ser mejores que las primeras…” y Josh Allen lo sabe.